Yo, tertuliano
La parrilla radiof¨®nica y televisiva no se explica sin tertulias. La aparici¨®n de nuevos partidos y la crisis han revitalizado el reino de la ¡®todolog¨ªa¡¯ La proximidad de las elecciones ha convertido estos espacios en un terreno decisivo para trasladar mensajes a los votantes y para ejercer presiones. Un relato en primera persona
La Tesorer¨ªa General de la Seguridad Social sorprendi¨® este verano a varios profesionales de la comunicaci¨®n con una misiva que los degradaba de artistas a tertulianos. No ten¨ªa otra consecuencia administrativa la variaci¨®n de rango, pero retrataba una doble anomal¨ªa. Que los tertulianos estuvieran anta?o en el r¨¦gimen general de artistas ¨Cser¨¢ por la imaginaci¨®n o por la creatividad¨C y que se les definiera en cuanto tales, tertulianos, otorgando un ¨¦nfasis burocr¨¢tico a una figura controvertida y ubicua entre los iconos de la sociedad contempor¨¢nea.
No se explica la parrilla televisiva o radiof¨®nica sin la tertulia. Ni se explica tampoco, en un juego de espejos, la realidad pol¨ªtica. Los plat¨®s han sustituido al eje de la actividad parlamentaria, precisamente porque las referencias emergentes del recambio, como Albert Rivera o Pablo Iglesias, no est¨¢n representadas en el Congreso de los Diputados y s¨ª forman parte esencial del nuevo escenario pol¨ªtico.
La tertulia se ha multiplicado en sus horarios y en su repercusi¨®n porque compagina el entusiasmo de la audiencia con la ventaja de un presupuesto muy reducido. Es una f¨®rmula de crisis expuesta al inter¨¦s que suscita la crisis misma, por mucho que la credibilidad de la f¨®rmula se resienta de la refriega, de la cultura del espect¨¢culo, del cainismo ib¨¦rico y de la todolog¨ªa.
He aqu¨ª el neologismo y la maldici¨®n que arrastran los opinadores polifac¨¦ticos, aunque algunos de ellos, tan ubicuos como Francisco Marhuenda, se apresuran a avalar su posici¨®n con el cr¨¦dito que les concede el mando a distancia de los espectadores. Insistiendo incluso en que el tertuliano que sobrevive en el espacio y en el tiempo lo hace dotado de una capacidad evolutiva, casi darwinista, frente a la voracidad que oponen las c¨¢maras.
¡°La tertulia prolifera y se extiende por el hecho de que a la sociedad le interesa la pol¨ªtica¡±, explica el director de La Raz¨®n. ¡°M¨¢s a¨²n cuando la crisis econ¨®mica y la aparici¨®n de los nuevos partidos han vitalizado la pasi¨®n del debate. Y han polarizado la sociedad. No vale cualquiera para desempe?ar este trabajo. Tienes que gustarle a la c¨¢mara, rellenar la pantalla, saber argumentar¡±.
Las reglas del juego impl¨ªcitas en la cortes¨ªa de la ma?ana se desquician en el prime time. No es sencillo competir con las pel¨ªculas ni los shows convencionales en horarios de m¨¢xima audiencia, de forma que el reclamo de los fuegos artificiales dial¨¦cticos deriva la informaci¨®n al infoespect¨¢culo.
Lo sabe y lo admite Bel¨¦n Garc¨ªa ¨Cactual directora de Espejo p¨²blico (Antena 3)¨C porque controlaba los mandos de La noria, un espacio de debate emitido en Telecinco que alcanz¨® imponentes cuotas de share (20%) y de oposici¨®n dial¨¦ctica extrema.
La f¨®rmula suscita inter¨¦s por mucho que la credibilidad se resienta de la refriega, de la cultura del espect¨¢culo y del cainismo ib¨¦rico
¡°Para lograr audiencia son necesarias la confrontaci¨®n, la distancia ideol¨®gica, la crispaci¨®n. Una buena tertulia, en t¨¦rminos de share, requiere que el tertuliano sea en s¨ª mismo un personaje reconocible, identificable, y que la bronca, de una manera u otra, retrate el manique¨ªsmo de las dos Espa?as, de los dos bandos¡±.
La perspectiva no contradice que la pol¨ªtica y la econom¨ªa hayan reanimado la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica hacia debates que anta?o eran minoritarios o se observaban desde una cierta lejan¨ªa. De otro modo, no hubieran aparecido espacios televisivos de an¨¢lisis y discusi¨®n a mediod¨ªa que concentran la audiencia de las amas de casa, los desempleados y los jubilados.
Uno de ellos es Las ma?anas de Cuatro, con el liderazgo de Javier Ruiz. Otro lo conduce en La Sexta Antonio Garc¨ªa Ferreras, protagonista de una evoluci¨®n de la audiencia ¨Cdel 2% embrionario al 15%¨C indisociable de las pruebas al hilo de las cuales ¡°estamos viviendo una segunda Transici¨®n¡±.
Es la manera de acu?ar una suerte de novedad sociol¨®gica que cuestiona el mito del bipartidismo y que traslada a los plat¨®s la pasi¨®n pol¨ªtica de la calles. ¡°Percib¨ªamos que la sociedad estaba cambiando, que hab¨ªa un magma cada vez m¨¢s alejado de las fuerzas pol¨ªticas convencionales¡±, explica Ferreras. ¡°Y est¨¢ claro que el 15-M fue un momento cualitativo capital. Esa sociedad no ten¨ªa muchos caminos para expresarse¡±.
La Sexta fue uno de ellos, hasta el extremo de que Garc¨ªa Ferreras alist¨® como tertulianos a Pablo Iglesias (La Sexta noche) y Tania S¨¢nchez (Al rojo vivo). Ambos se hab¨ªan batido en un ¨¢mbito medi¨¢tico marginal, pero la repercusi¨®n en las cadenas generalistas los convirti¨® en figuras hegem¨®nicas de la renovaci¨®n televisiva.
No se explica su carrera pol¨ªtica sin la televisi¨®n. Pero no se explica solo por la televisi¨®n, cuyas fauces han devorado a personajes ef¨ªmeros en esa l¨®gica de ¡°la ley del m¨¢s fuerte¡± que sobrentend¨ªa Marhuenda y que ha malogrado a muchos aspirantes.
Iglesias protagoniza el salto de la televisi¨®n a la pol¨ªtica. Y no al rev¨¦s. Anuncia su candidatura a las elecciones europeas en la tertulia de mediod¨ªa de Jes¨²s Cintora (Cuatro), aunque la maniobra ¨Cenero de 2014¨C se observa y hasta se desprecia con escepticismo. Pedro Arriola, consejero de Mariano Rajoy, caricaturiza a Podemos como un autob¨²s de frikis. Y las fuerzas pol¨ªticas convencionales se adhieren al mensaje de silenciarlos.
¡°Ocurri¨® claramente as¨ª¡±, explica Garc¨ªa Ferreras. ¡°El Gobierno y el PSOE intentaron acallar a las fuerzas emergentes despu¨¦s de la sorpresa de las europeas. Por eso se nos acus¨® de convertirnos en sus portavoces. Lo que hicimos fue abrir nuestro plat¨® a un fen¨®meno pol¨ªtico que representaba a una sociedad angustiada, pero la misma televisi¨®n que los dio a conocer es la que ha proporcionado una equivalente repercusi¨®n a sus errores¡±.
Lograba La Sexta noche ¨Cdebate que se emite los s¨¢bados¨C un hito del 16% de cuota ¨C2,1 millones de espectadores¨C con la presencia de Iglesias en enero de 2015. Podemos colonizaba los plat¨®s con la excepci¨®n excluyente de TVE, del mismo modo que Ciudadanos asum¨ªa como primer mandamiento del sorpasso la consigna que presid¨ªa uno de sus despachos del Parlament: ¡°La pol¨ªtica se hace en televisi¨®n. Vayamos a las televisiones¡±.
Albert Rivera se responsabiliza del eslogan. Se multiplica hasta la ubicuidad. Y despierta la inquietud de los partidos convencionales, hasta entonces representados por los tertulianos infiltrados ¨Cperiodistas de cuota que trasladan una consigna partidista¨C y adormecidos en las convenciones medi¨¢ticas.
Consciente del error y traumatizado por la p¨¦rdida de 2,5 millones de votantes en los comicios municipales y auton¨®micos, el PP puentea la negligencia comunicadora de Mar¨ªa Dolores de Cospedal con un escuadr¨®n de portavoces-tertulianos ¨CPablo Casado, Javier Maroto, Andrea Levy¨C a quienes se les exige ocupar minutos y evangelizar a la audiencia sistem¨¢ticamente.
Se pretende recuperar el terreno cedido y se generaliza la epidemia del pol¨ªtico tertuliano. Lo es Esperanza Aguirre en Tele 5, igual que ocurre con Antonio Carmona en diferentes programas del espectro audiovisual, pero su fracaso en la campa?a municipal de Madrid los constri?e a asimilar la diferencia que existe entre los espectadores y los votantes.
Por eso Carlos Alsina, director de M¨¢s de uno, elude recurrir al h¨ªbrido del tertuliano-pol¨ªtico. Incluso rechaz¨® incorporar a su antigua tertulia econ¨®mica de La br¨²jula una recomendaci¨®n del PSOE que entonces pod¨ªa considerarse balbuceante: Pedro S¨¢nchez. Y no se arrepiente. ¡°Es una evidencia que el pol¨ªtico-tertuliano acude al estudio para colocar un mensaje electoral, y que todo su argumentario se expone a las dudas de ese mismo enfoque partidista. Una buena tertulia debe tener protagonistas instruidos, que se sepan los temas y que no teman ni discrepar ni coincidir. Esa es mi idea de la pluralidad. No tener cuatro voces distintas, sino capaces de mantener un debate atractivo, en la forma y en el fondo, dentro de la cordialidad y del respeto¡±.
La radio es el embri¨®n de la tertulia tal como la conocemos en nuestro tiempo. Es verdad que la televisi¨®n hab¨ªa patentado la f¨®rmula de La clave en la era de Jos¨¦ Luis Balb¨ªn sin restricciones al tiempo ni a la nicotina, pero la prolongaci¨®n actual, definida entre los extremos ideol¨®gicos de Fort Apache ¨Cla televisi¨®n podemista¨C y El cascabel ¨Cel programa de Antonio Jim¨¦nez en 13 TV¨C proviene de una idea que Fernando ?nega y Javier Gonz¨¢lez Ferrari concibieron en Hora 25 ¨Ccadena Ser¨C como repunte de an¨¢lisis a la informaci¨®n convencional.
La crisis ha diezmado los ingresos. Hubo tertulianos que llegaron?a cobrar 6.000 euros por programa
As¨ª naci¨® en 1984 La trastienda, un espacio m¨¢s informal donde los periodistas hablaban con cierta desinhibici¨®n, ignorando probablemente que su conversaci¨®n delante de los micr¨®fonos estilizaba o sofisticaba el fen¨®meno de la charla del bar, estableci¨¦ndose por a?adidura un camino de identificaci¨®n con la audiencia, incluso una sinton¨ªa sociol¨®gica: ?con qui¨¦n vas?
¡°Y ese esp¨ªritu todav¨ªa sobrevive en la radio¡±, garantiza Juan Pablo Colmenarejo, director de La linterna (Cope). ¡°La radio se ha demostrado insustituible porque sigue haciendo compa?¨ªa. Y la tertulia ha alcanzado su m¨¢xima expresi¨®n porque nunca como ahora la gente ha sentido tan cercanos los problemas econ¨®micos y pol¨ªticos. Hemos aprendido a descubrir c¨®mo nos afecta la prima de riesgo. Hemos sido conscientes de cu¨¢nto puede concernirnos la crisis griega. Y hemos ido a buscar a los profesionales que mejor nos pod¨ªan explicar nuestras incertidumbres. Sin olvidarnos de entretener ni de conservar un sosiego. Con m¨¢s raz¨®n cuando el d¨ªa ya ha terminado y se busca un poco de reflexi¨®n¡±.
No fue sencilla la mutaci¨®n de la f¨®rmula radiof¨®nica a la televisiva. Montserrat Dom¨ªnguez, antigua directora de La mirada cr¨ªtica (Tele 5) y de El ruedo ib¨¦rico (Antena 3), reconoce que tuvo que hacerse un gran esfuerzo de medios y de ideas para evitar que la tertulia cat¨®dica fuera una radio en color, la mera extrapolaci¨®n de un medio y concepto ajenos.
¡°Y descubrimos que dot¨¢ndola de conexiones, de recursos, de personalidad televisiva, la tertulia pod¨ªa ser una f¨®rmula con idiosincrasia propia. Hablo de principio de los 2000, cuando el debate era menos apasionante que ahora. Por eso no tengo nada que objetar a la tertulia. Es un lugar que aglutina los asuntos que m¨¢s nos importan, sujeta buena parte de la efervescencia de la opini¨®n p¨²blica. Se ha ido produciendo un proceso de perfeccionamiento. En los profesionales del medio. Y tambi¨¦n en los pol¨ªticos¡±.
Montserrat Dom¨ªnguez se desenvuelve ella misma como tertuliana en la cadena Ser y conoce los reproches de la todolog¨ªa, pero sostiene que los grandes espacios han asumido la importancia de reunir en una mesa a personajes definidos ¨Cen las tertulias gobierna la ley del m¨¢s fuerte o la ley de la jungla¨C igual que han asimilado la necesidad de recurrir a los especialistas. ¡°Cuanto m¨¢s se acerca un programa al prime time, m¨¢s tiende a forzarse la l¨ªnea roja del infoespect¨¢culo. No digamos si hay p¨²blico y se establece una dramaturgia de la confrontaci¨®n, pero los debates donde prepondera el an¨¢lisis sobre la opini¨®n significan un est¨ªmulo a la pluralidad informativa y al enriquecimiento de la sociedad¡±.
Menos entusiasta se declara Juan Cruz, cuyo papel de contertulio en los espacios culturales de TVE y de RNE no le hace a?orar precisamente las refriegas dial¨¦cticas con las que tantas veces se estimulan los debates o se sobreact¨²a. ¡°He hecho la prueba. Bajando el volumen, el espectador descubre que los tertulianos se est¨¢n peleando o se est¨¢n riendo. Me parece que ese ejemplo ilustra que la tertulia ha ido degradando la profesi¨®n del periodista. Lo ha constre?ido no ya a opinar, sino a sobreopinar, de forma que la opini¨®n est¨¢ adquiriendo una proporci¨®n desmedida en nuestras obligaciones como periodistas¡±, explica el adjunto a la direcci¨®n de EL PA?S.
Por eso recomienda un ¡°periodo de reclusi¨®n y de reflexi¨®n¡±, una cuarentena que haga recapacitar a los periodistas sobre sus l¨ªmites, sobre su pudor, sobre su papel de observadores y sobre la ¡°excesiva preponderancia al espect¨¢culo¡±, aunque la dieta conlleve sustraerse a las ventajas pecuniarias del oficio de tertuliano.
Urge aclarar que la crisis ha diezmado los ingresos de la casta. Y que los cach¨¦s contempor¨¢neos se alejan de los hitos que se alcanzaron hace una d¨¦cada. Hubo tertulianos de renombre que llegaron a cobrar 6.000 euros por una sola participaci¨®n en el programa 59 segundos de Televisi¨®n Espa?ola, como hubo canales auton¨®micos, ninguno tan rumboso como Canal 9, que apoquinaban entre 800 y 1.500 euros por tertulia a profesionales desplazados desde Madrid con todos los gastos pagados.
Fue la raz¨®n por la que Comprom¨ªs, ahora en el Gobierno valenciano, vincul¨® las tertulias tanto a la maquinaria de la propaganda como a la malversaci¨®n de fondos p¨²blicos. Un esquema bastante similar al que Esperanza Aguirre inculc¨® en Telemadrid y que su sucesora en el cargo, Cristina Cifuentes, ha tratado de rectificar, bien por la castigada credibilidad del medio, bien porque la vigilancia de otras fuerzas pol¨ªticas ¨Call¨ª est¨¢ Ciudadanos¨C exige cuestionar la sumisi¨®n de las televisiones p¨²blicas ¨CCanal Sur y TV3 son ejemplos inequ¨ªvocos¨C a la consigna del partido gobernante.
En este mismo contexto de hipertrofia se explica que el Grupo Socialista del Congreso reclamara el pasado mes de octubre al presidente de RTVE, Jos¨¦ Antonio S¨¢nchez, un inventario exhaustivo sobre el ej¨¦rcito de tertulianos que abastec¨ªan la radio y la televisi¨®n p¨²blicas. Supimos entonces que la cifra ascend¨ªa a 144 y que los honorarios oscilaban entre los 150 y los 300 euros, aunque las dudas de los diputados socialistas tambi¨¦n concern¨ªan a la afinidad gubernamental de muchos profesionales.
No es una novedad, ni una peculiaridad del PP, pero ocurre que la inminencia de las elecciones ha convertido la tertulia pol¨ªtica en un terreno de juego decisivo. Para trasladar mensajes a los votantes. Y para convertirse en el lugar prioritario donde se ejercen las presiones.
¡°Y las presiones del Gobierno son enormes¡±, explica Garc¨ªa Ferreras. ¡°Trata de crearse un clima de intimidaci¨®n que en realidad retrata la propia negligencia. Primero, porque el PP hab¨ªa decidido asilarse detr¨¢s de un presidente de plasma. Y despu¨¦s, porque la manipulaci¨®n de la televisi¨®n p¨²blica, donde hay buen¨ªsimos profesionales, ha provocado la p¨¦rdida de la credibilidad y de la audiencia. La ventaja es que los programas de debate y de an¨¢lisis han abierto en canal las inquietudes de la sociedad¡±.
Convienen unos y otros comunicadores que la tertulia sobrepasa la coyuntura. La crisis pol¨ªtica y econ¨®mica les ha conferido la ubicuidad y el m¨¢ximo inter¨¦s, pero la f¨®rmula lleva 40 a?os arraigada y se ha demostrado insustituible.
¡°Insustituible¡±, matiza Carlos Alsina, ¡°porque no hemos descubierto que existan ni razones para cambiarla ni soluciones alternativas. El p¨²blico la demanda y es barata. Por eso, en el momento de llegar a la tentaci¨®n de sustituirla, la pregunta es: ¡®Vale, ?qu¨¦ pongo?¡±.
No tiene la respuesta Mamen Mendiz¨¢bal, presentadora de 59 segundos (TVE), Hoy por hoy (cadena Ser) y M¨¢s vale tarde (La Sexta). No la tiene ni la considera necesaria, precisamente porque la tertulia ¡°es la mera extrapolaci¨®n medi¨¢tica del h¨¢bito que tenemos los espa?oles, en casa o en el trabajo, de apasionarnos con las cosas que nos interesan¡±.
elpaissemanal@elpais.es
Manual de supervivencia
?Pero los tertulianos vais en metro? Fue esta la actitud estupefacta con que me abord¨® un viandante en un vag¨®n de la l¨ªnea 3 madrile?a. Hab¨ªa sido identificado ¨Cm¨¢s por la estirpe que por el nombre¨C y le hab¨ªa sorprendido al interlocutor que mi fortuna no alcanzara a permitirme un coche y un ch¨®fer postineros.
Tanto se nos ve o se nos padece en televisi¨®n ¨Cy en la radio¨C que los tertulianos parecemos en el imaginario colectivo como gentes de dinero. Y no niego que las haya en el gremio, pero no ser¨¢ por los emolumentos que proporciona el oficio en los tiempos actuales.
Que son los tiempos de la crisis y del esfuerzo presupuestario con que las radios y las televisiones han encontrado en nosotros, los tertulianos, un recurso inapreciable para plantear debates, sobreactuar en ellos y consumir horas de emisi¨®n.
Y no es cuesti¨®n de lamentarse, pero este victimismo y estas l¨¢grimas de alig¨¢tor me parecen un recurso providencial para sentir despecho del desprestigio que padecemos tantas veces a cuenta de la todolog¨ªa y la vocingler¨ªa.
Parecemos equilibristas de la actualidad en un circo de cuatro pistas, pero nuestro funambulismo se antoja menos expuesto cuando accedemos a la clave wifi del plat¨®. Es la Red en sentido tecnol¨®gico y es nuestra red en sentido material, gracias a las facultades ilimitadas de un ipad.
Por eso los tertulianos lo custodian como a un amuleto com¨²n. Tan com¨²n como todas esas expresiones de repertorio que el profesional termina manejando en las exigencias de la refriega:
¨CTe niego la mayor.
¨CD¨¦jame terminar. Yo no te he interrumpido.
¨CMe llama poderosamente la atenci¨®n.
¨CDicho lo cual.
El tertuliano es un depredador de la palabra. Se apodera del micr¨®fono en el desliz de una mil¨¦sima de silencio. Y es capaz de no ruborizarse cuando el debate oscila de Siria al b¨¢dminton o del Vaticano al ¨²ltimo disco de Madonna. Que nunca es el ¨²ltimo.
Pero tenemos cualidades sobrenaturales. Nunca enfermamos, por ejemplo. Y hemos demostrado la proeza de la ubicuidad o de la bilocaci¨®n. No solo estando a la vez en dos programas distintos, sino sosteniendo argumentos contradictorios sobre el mismo asunto.
Quinto Septimio Florente Tertuliano fue un maestro de la dial¨¦ctica y un eximio padre de la Iglesia. Le hemos secuestrado el nombre y lo hemos profanado, pero uno se siente m¨¢s allegado a la santidad laica de Indro Montanelli, entre cuyos aforismos urge anteponer que ¡°un periodista es un oc¨¦ano de sabidur¨ªa con un cent¨ªmetro de profundidad¡±. Y quien dice periodista, dice tertuliano.
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