Cambiar la vida. Transformar el mundo
Los ciudadanos no solo tenemos el derecho de disfrutar del territorio que habitamos, sino que tambi¨¦n a mejorarlo para garantizar el bien com¨²n
"Queremos tener el placer de vivir y nunca m¨¢s el mal vivir", escrib¨ªan las juventudes francesas en las calles de Par¨ªs a mediados del siglo pasado, invitando a la humanidad a decretar el estado de felicidad permanente. Ser joven y no ser revolucionario es una contradicci¨®n hasta biol¨®gica, asegur¨® un famoso m¨¦dico chileno.
El mes de mayo de 1968 fue probablemente uno de los momentos de la historia donde la juventud irrumpi¨® con mayor fuerza junto a las mayor¨ªas populares, frente a las injusticias sociales y para interpelar al mundo con una energ¨ªa que naci¨® en la primavera en Par¨ªs, se irradi¨® por distintas partes del planeta y ha vuelto a surgir en distintos momentos a partir de entonces.
Dentro de los grandes per¨ªodos de movilizaci¨®n social, los graffitis y los murales fueron y contin¨²an siendo, una de las reivindicaciones m¨¢s llamativas. Las paredes tienen orejas, y a trav¨¦s de ellas, ciudades completas se llenan de frases e im¨¢genes que sintentizan las demandas y sue?os que animan un activismo que invitaba a transformar el mundo.
Entre otras cosas, estas acciones son particularmente simb¨®licas porque consisten en acciones de apropiaci¨®n ciudadana de los espacios de un entorno construido muchas veces al margen de los habitantes. Y en ese sentido, son una muestra que la ciudad es un territorio vivo y din¨¢mico. Un lugar de relaciones sociales. Y por lo tanto, un espacio de disputa donde se ponen en juego distintas ideas, intereses y proyectos. Algunas veces colaborativos y otras veces contradictorios, los que a su vez van edificando la imagen y la experiencia del lugar que habitamos.
En las ciudades se disputan libertades. Por ejemplo, desde las instancias formales, donde se discute si el destino de una v¨ªa ser¨¢ peatonal o exclusiva para autom¨®viles. Esto, hasta el espacio de un muro donde se debate la libertad cultural de un grupo de artistas urbanos frente a la libertad de consumo a la que nos invita el cartel con la nueva promoci¨®n de la cadena multinacional de comida r¨¢pida.
Tambi¨¦n es un espacio donde se manifiestan las desigualdades y sus respectivas tensiones sociales. Como cuando sobre un mismo territorio urbano un grupo de pobladores lucha por su derecho a la vivienda y al h¨¢bitat, frente a otro que defiende el derecho a la propiedad privada para usos comerciales.
Es en ese escenario donde la ciudadan¨ªa, como acci¨®n colectiva de quienes formamos parte de las ciudades, se vuelve un aspecto fundamental. No solo porque los ciudadanos tenemos el derecho de disfrutar equitativamente del territorio que habitamos, sino que porque tambi¨¦n tenemos derecho a transformarlo y a mejorarlo para garantizar el bien com¨²n.
La ¨²nica garant¨ªa de una nueva sociedad es que los ciudadanos tomemos en nuestras manos el destino de las mismas
En esta tarea todos tenemos una gran responsabilidad. Porque la ¨²nica garant¨ªa de una nueva sociedad es que los ciudadanos tomemos en nuestras manos el destino de las mismas. Principalmente desde y junto a quienes experimentan de manera m¨¢s dura las consecuencias de la desigualdad. Porque como bien lo expresaban aquellos j¨®venes en las muros de Par¨ªs, nuestra esperanza solo puede venir de los sin esperanza.
Traer a la discusi¨®n este tema es especialmente importante en estos momentos en que nos encontramos a un a?o de la Cumbre Mundial del H¨¢bitat, a la que Am¨¦rica Latina en particular llega con grandes deudas sociales.
Seguimos siendo una regi¨®n con tremendas desigualdades, donde el destino de los ciudadanos depende en gran medida de su capacidad de pago. En nuestras ciudades,113 millones de personas viven en asentamientos precarios. Es una Am¨¦rica Latina de ciudades sin ciudadanos y ciudadanos sin ciudades.
Frente a esta situaci¨®n, nuestros gobernantes deben tener claro que la nueva agenda urbana mundial debe contemplar acciones urgentes y estructurales, que nos permitan transformar nuestras sociedades de privilegios en sociedades de derechos, ¡°con estructuras al servicio de las personas y no a las personas al servicio de las estructuras¡±.
Es un deber democr¨¢tico que en la agenda de nuestros pa¨ªses se priorice construir ciudades para todos; ciudades respetuosas e integradas al entorno rural. Que sean participativas, inclusivas y democr¨¢ticas, donde se priorice el bien m¨¢s universal sobre los intereses individuales.
Los d¨ªas avanzan y los espacios para estas grandes definiciones culminar¨¢n en Quito, en octubre de 2016. Los organismos internacionales, gobiernos y otros actores se est¨¢n preparando para establecer las l¨ªneas que guiar¨¢n la agenda urbana mundial por los pr¨®ximos 20 a?os. Nadie debe quedar fuera de esta discusi¨®n global. Es primavera en el sur y somos demasiado j¨®venes para esperar.
En cuanto a nosotros, ciudadanos de Am¨¦rica Latina, tenemos la misi¨®n de salir a las calles, de encontrarnos. Y desde todos los rincones de nuestra regi¨®n involucrarnos y trabajar juntos para caminar hacia ciudades m¨¢s humanas. Tenemos el desaf¨ªo de traer a nuestra realidad las consignas que en los muros de la historia nos siguen haciendo el llamado urgente a cambiar la vida en nuestras sociedades y transformar el mundo.
Luis Bonilla es director operativo de Techo para Am¨¦rica Latina.
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