Pol¨ªtica eres t¨²
Saben qu¨¦ tienen en com¨²n Lis¨ªstrata y la Huelga de Todas, las revolucionarias rusas y las Pussy Riot, las Damas de Blanco y las Madres de Mayo, las suffragettes y la Cofrad¨ªa del Santo Co?o de Todos los Orgasmos, Rosa Parks y Ada Colau? A pesar de sus diferencias ideol¨®gicas, comparten estrategias que caen en los intersticios de lo que tradicionalmente consideramos Pol¨ªtica, en may¨²scula. No obstante, son muchas las chispas que las mujeres han hecho saltar. ?Hemos o¨ªdo hablar de ellas?
En 1909, en el puerto de Barcelona, mientras las obreras despiden desgarradas a los hijos que parten al frente de Marruecos, las madres burguesas ¨Ccuyos hijos, protegidos por el dinero, permanecen en casa¨C les reparten estampitas religiosas para que recen; las obreras, indignadas, las golpean. Este fue el primer rel¨¢mpago de una grav¨ªsima tormenta: la Semana Tr¨¢gica, 200 muertos, m¨¢s de 80 edificios religiosos en llamas, 150 centros culturales obreros y todas las escuelas laicas clausuradas. Las acciones colectivas femeninas contin¨²an. En 1910 se atreven a salir de sus barrios para manifestarse en los espacios p¨²blicos del poder contra el abuso sexual infantil, pero se les niega su derecho a reuni¨®n. En 1913 lideran una huelga general de la industria textil en contra de la hambruna infantil y la brecha salarial; 13.000 de los 20.000 huelguistas fueron mujeres e infantes, pero no fue hasta el quinto d¨ªa de interrupci¨®n del normal funcionamiento de la ciudad y de sufrir cargas policiales que se les sumaron los sindicatos mayoritariamente masculinos. En 1918 las procesiones de mujeres contra los precios abusivos del carb¨®n desembocaron en la declaraci¨®n del estado de sitio y la suspensi¨®n de los derechos civiles.
Objetivo: la reforma social
Seg¨²n la historiadora Temma Kaplan, los movimientos femeninos de masas se caracterizan por una conciencia colectiva que surge de sus motivaciones principales: preservar la vida y la paz, oponerse a los agresores. La conciencia comunal de las barcelonesas de principios de siglo no cristaliz¨® en los sindicatos, que no contestaban ni la brecha salarial ni la divisi¨®n del trabajo social, sino en las ¡°vecindarias¡± o redes para compartir tareas (cuidados, limpieza, trabajo domiciliario, comedores) que se tejieron en el espacio com¨²n (mercados, lavaderos, lecher¨ªas). Su objetivo no fue el poder, sino la reforma social. Solo desde una perspectiva que conecta participaci¨®n social con apetencia por el poder se pueden considerar prepol¨ªticos estos espacios solidarios, sus rituales, sus canciones y sus historias. El compromiso pol¨ªtico no se limita a la participaci¨®n en partidos, sindicatos o Gobiernos; existen otras muchas formas de asociacionismo: familia, iglesias, c¨ªrculos, cooperativas, universidades, Internet, etc¨¦tera.
A diferencia de las barcelonesas, las numerosas mujeres del underground revolucionario ruso del XIX y el XX nunca necesitaron enfrentarse a los hombres o actuar sin ellos, porque sus correvolucionarios lucharon por los derechos de mujeres y hombres de todas las clases. Las apoyaron para que accedieran a la educaci¨®n y se sumaran a la nueva fuerza social: la intelligentsia. La universidad fue su patria, un ¡°oasis sin clases¡± y un basti¨®n de la libertad de conciencia ante un Estado absolutista, como documenta la historiadora Vera Bro?do, hija de la l¨ªder pacifista menchevique Eva Gordon. Gordon se comprometi¨® activamente con una de las preocupaciones de la intelligentsia, la alfabetizaci¨®n de trabajadores y siervos, y ense?¨® a leer al que luego fue un poderoso dirigente bolchevique, Mija¨ªl Kalinin. Tambi¨¦n en Rusia, el hambre moviliz¨® a masas pac¨ªficas de mujeres el 8 de marzo de 1917, D¨ªa de la Mujer Trabajadora. Esa chispa encendi¨® la hoguera acumulada durante m¨¢s de un siglo de acciones deso¨ªdas por un zarismo irresponsable: siete d¨ªas despu¨¦s abdic¨® el zar y a los seis meses irrumpi¨® la Revoluci¨®n de Octubre (7 de noviembre en el calendario gregoriano). Poco despu¨¦s, el bolchevismo asesin¨® a sus contrincantes pol¨ªticos, Eva incluida.
Son muchas las instancias de movilizaciones de mujeres en Espa?a y el resto del mundo. Ellas no tienen una forma espec¨ªfica y netamente diferente de hacer pol¨ªtica que los hombres. No obstante, la corporalidad es tan recurrente en el activismo femenino como la invisibilidad de sus aportaciones pol¨ªticas. Puesto que el cuerpo de las mujeres se concibe como criterio para su exclusi¨®n social y pol¨ªtica, llamar deliberadamente la atenci¨®n hacia ¨¦l contrarresta la asociaci¨®n simb¨®lica entre feminidad y pasividad. J¨®venes afroamericanas protestan contra la violencia policial (#SayHerName #BlackLivesMatter) a pecho descubierto, siguiendo una vieja tradici¨®n africana imitada por las Femen. En Lis¨ªstrata, troyanas y atenienses acuerdan una huelga sexual para forzar a sus maridos a terminar la guerra que les enfrenta. En la actualidad, la Huelga de Todas nos invita a abandonar por un d¨ªa nuestras labores (cuidados, tareas del hogar, consumo) para visibilizar el trabajo no renumerado que sostiene la econom¨ªa y su precariedad. Un cuerpo que obedece o desobedece es siempre un cuerpo que importa y mucho.
Del 'crimen pasional' a la violencia machista
Para resolver viejos problemas no podemos recurrir al mismo marco conceptual que los cre¨®. Como se?ala Sonia Ruiz Garc¨ªa, doctora en Ciencias Pol¨ªticas y responsable de transversalidad de g¨¦nero del Ayuntamiento de Barcelona, la construcci¨®n social del significado es una pr¨¢ctica pol¨ªtica en s¨ª misma. Un ejemplo es el enorme salto interpretativo del crimen pasional a la violencia machista. Rechazar la separaci¨®n entre la esfera personal y la pol¨ªtica redefine el concepto de pol¨ªtica y lo hace m¨¢s inclusivo. Desdibujar las fronteras entre lo privado y lo p¨²blico permite poner en valor formas de participaci¨®n, pr¨¢cticas y movimientos generalmente invisibles como pol¨ªtica. Lo cotidiano y la corporalidad adquieren as¨ª el significado social, pol¨ªtico y econ¨®mico que merecen. Tanto monta, monta tanto, la micropol¨ªtica y la macropol¨ªtica.
La revoluci¨®n conceptual ya est¨¢ aqu¨ª. Asum¨¢mosla. Quiz¨¢ nuestra mayor fuerza resida en aceptar nuestra vulnerabilidad. La globalizaci¨®n de los conflictos b¨¦licos y la pobreza, la crisis sist¨¦mica de la econom¨ªa, la ecolog¨ªa y los cuidados son oportunidades terribles para mirarnos desnudos ante el espejo y asumir que la fragilidad de la vida no es ¡°cosa de mujeres¡±, ni patrimonio exclusivo de las personas oprimidas, sino de todas nosotras, las personas. No estamos solas. ?Y t¨² me lo preguntas?
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