El Pepe
Es in¨²til resistirse a la comparaci¨®n: la grandeza de Mujica empeque?ece y acompleja a cualquiera
El jueves 24 de septiembre cen¨¦ en C¨®rdoba con Juanjo Mill¨¢s. Era la v¨ªspera del congreso organizado por la Cadena SER en el que figuraba Pepe Mujica. Juanjo evoc¨® los d¨ªas que, para el reportaje sobre el presidente en El Pa¨ªs Semanal, pas¨® en Montevideo con el fot¨®grafo Jordi Soc¨ªas, y desliz¨® su impresi¨®n de que todo en este hombre es verdad. ¡°Una chabola de alto standing¡±. As¨ª defini¨® Juanjo la casa de Mujica.
Esa noche el Pepe andaba ya por C¨®rdoba. Al volver al hotel, lo descubrimos en el bar, sin escolta, en compa?¨ªa de un amigo y del camarero. Juanjo le salud¨®. Eran casi las doce y a¨²n no hab¨ªa cenado. Al verle pedir un s¨¢ndwich mixto, con esa pinta de viejo campesino, sent¨ª a qu¨¦ se refer¨ªa Juanjo con eso de la verdad. A la ma?ana siguiente, fue entrevistado en la radio por Pepa Bueno y por la tarde dio una conferencia en el teatro G¨®ngora. Se barruntaba que iba a ser memorable y no defraud¨®.
El domingo, Jordi ?vole, en Salvados, volvi¨® a entrar en la chabola de alto standing y provoc¨® otro momento televisivo ¨²nico. La charla fue un inesperado pr¨®logo del carrusel de debates, m¨ªtines y entrevistas que acaba de arrancar en Espa?a. Es in¨²til resistirse a la comparaci¨®n: la grandeza de Mujica empeque?ece y acompleja a cualquiera. Pero, sin necesidad de autoexigirse esa talla, ser¨ªa genial que los pol¨ªticos se empaparan un poco de la lucidez, la mirada sobre el mundo, la humildad fet¨¦n, el profundo respeto al rival, el nulo pavoneo, la legendaria sencillez y la suave retranca de uno de esos seres que, estando todo el rato ah¨ª, tanto echamos de menos.
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