Esc¨¢ndalo silencioso
La mayor¨ªa de los espa?oles residentes en el exterior no podr¨¢ votar el 20-D
Una reforma electoral adoptada al final del mandato de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero provoc¨® la ca¨ªda dr¨¢stica de la participaci¨®n de espa?oles residentes en el exterior el d¨ªa de las elecciones generales de 2011. Tampoco cabe esperar mejoras sustanciales para las del 20 de diciembre, porque el error cometido en su d¨ªa se ha mantenido durante el mandato de Mariano Rajoy. En las pr¨®ximas generales se quedar¨¢ sin votar una gran mayor¨ªa de los 1,8 millones de espa?oles residentes fuera del territorio nacional.
Hay datos muy elocuentes. Si en las elecciones generales de 2008 hab¨ªa ejercido su derecho al voto el 31,8% de los que se encontraban fuera, tras el cambio de procedimiento esa participaci¨®n cay¨® al 4,9% en 2011 (y al 1,9% en las europeas del a?o pasado). Hab¨ªa motivos para preocuparse. Sin embargo, todas las protestas de los afectados cayeron en saco roto.
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Las razones por las que se limit¨® el voto desde el exterior tienen que ver con un rosario de problemas por fraudes ¡ªreales o supuestos¡ª observados en el ejercicio de este sufragio. Cuando un partido cre¨ªa tener determinado esca?o en la mano y al final lo perd¨ªa tras el recuento del voto emigrado, lanzaba con frecuencia la sospecha de un enga?o. El PP y el PSOE se pusieron de acuerdo y eliminaron esa fuente de eventuales problemas, cambiando dr¨¢sticamente el procedimiento, que ahora obliga a rogar el voto en los consulados y a cumplir una serie de tr¨¢mites. Los plazos no favorecen ¡ªantes tampoco¡ª la participaci¨®n electoral de los que se encuentran fuera.
Los partidos han admitido el fracaso de la reforma y han mostrado un aparente inter¨¦s por modificarla, pero la legislatura ha pasado sin la menor preocupaci¨®n real por efectuar cambios. Esto es un esc¨¢ndalo del que se habla demasiado poco. Los espa?oles no pueden ser privados de ejercer el derecho al voto. Por supuesto que deben adoptarse los filtros legales necesarios para evitar fraudes, pero no al precio de acumular obst¨¢culos para que casi dos millones de personas desistan de votar, aunque quieran hacerlo. Eso ser¨ªa como limitar dr¨¢sticamente la circulaci¨®n de autom¨®viles, trenes y aviones para asegurar que no vuelva a producirse un accidente.
Los parlamentarios que resulten elegidos el 20-D tendr¨¢n que ocuparse de este asunto. Tiene que haber alguna forma de facilitar el voto de los que no pueden estar presentes en el colegio electoral que les corresponda, o que residen por largo tiempo fuera de Espa?a, en la ¨¦poca del gran desarrollo de la Red. ?Por qu¨¦ se puede presentar telem¨¢ticamente un documento tan confidencial como la declaraci¨®n de impuestos, pero no votar?
Los c¨¢lculos partidistas son los que dificultan la reforma. Por ejemplo, la composici¨®n del colectivo de espa?oles fuera del territorio nacional es m¨¢s joven que el de los residentes en Espa?a, dato que no habr¨¢n pasado por alto los cerebros electorales de los partidos con una base de edad elevada. No tendr¨ªa sentido prometer a los emigrados el regreso a una Espa?a de m¨¢s oportunidades y empezar por mantenerles ajenos, en la pr¨¢ctica, del ejercicio del voto.
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