(Inter)ponga un tel¨¦fono m¨®vil en su vida
Ante un atentado est¨¢ la mayor¨ªa que huye, la minor¨ªa que act¨²a y quienes graban con el m¨®vil
Circula por Internet una vi?eta en la que aparece una mujer atacada en un callej¨®n por un hombre con un cuchillo. Ella grita: ¡°?Auxilio! ?Que alguien haga algo!¡±. Enfrente, hay un edificio con gente en las ventanas pero pendientes cada uno de su m¨®vil o de su ordenador escribiendo: ¡°Hagamos algo¡±, ¡°Unidos por ella¡±, ¡°Acabemos con los cuchillos¡±, ¡°Todos somos ella¡±.
David Pethers es un brit¨¢nico de 33 a?os que cuando el pasado s¨¢bado viajaba en metro presenci¨® c¨®mo un hombre se liaba a cuchilladas con los dem¨¢s pasajeros. ?l y otro hombre protegieron a algunos ni?os presentes y luego trataron de placar al agresor durante los interminables minutos que dur¨® aquello hasta que la polic¨ªa lleg¨® y redujo al atacante. Pethers qued¨® impresionado por la escena. Y no tanto por la violencia del hombre que lanzaba cuchilladas supuestamente al grito de ¡°?Esto es por Siria!¡± sino por el hecho de que una docena de personas se dedicaran a grabarlo todo en sus tel¨¦fonos m¨®viles como si aquello fuera el desfile vespertino en Disneyland. No era por colaborar con la polic¨ªa. De hecho, esta ha tenido que hacer un llamamiento pidiendo las grabaciones. No es la primera vez que sucede algo parecido. En 2013 dos yihadistas degollaron a un soldado brit¨¢nico, Lee Rigby, a plena luz del d¨ªa en Londres y delante de testigos. Uno de ellos ni intervino ni huy¨®. Grab¨® con su m¨®vil y continu¨® grabando mientras uno de los terroristas se lanzaba sobre ¨¦l no para matarle, sino para soltar su verborr¨¢gica soflama, sabedor de que en minutos circular¨ªa por todo el mundo. A su vez, otro transe¨²nte grababa este di¨¢logo.
Es muy dif¨ªcil prever como reaccionar¨ªamos cualquiera de nosotros ante una situaci¨®n similar. La l¨®gica y la estad¨ªstica dicen que la mayor¨ªa optar¨ªamos por huir y solo una minor¨ªa tendr¨ªa el valor y la claridad de ideas suficiente para hacer algo. Pero ahora ha surgido una tercera categor¨ªa y, a juzgar por lo sucedido en Londres, bastante importante. La de aquellos que se refugian en el mundo virtual para alejarse de la realidad. Como si el tel¨¦fono m¨®vil fuera una especie de chaleco antibalas o de parapeto de hormig¨®n armado que les hace inmunes a lo que est¨¢ sucediendo. Algo similar al ni?o que se tapa la ojos porque no quiere que le vean. O todav¨ªa peor. Como si a cambio de la ef¨ªmera fama de las redes sociales valiera la pena arriesgar la vida propia y considerar la de los dem¨¢s como una mercanc¨ªa susceptible de ser comentada ¡ªen la mayor¨ªa de los casos de manera denigrante¡ª por millones de desconocidos.
Tal vez no sea culpa de ellos. Reciben todos los d¨ªas un machac¨®n mensaje sobre la importancia de las redes sociales y a la par experimentan un placer adictivo cada vez que aquello que colocan en Internet es compartido o comentado. El problema viene cuando ese mundo choca con la realidad. Y cuando lo virtual se impone a lo que est¨¢ sucediendo. Como si un hashtag detuviera las balas.
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