La muerte del periodismo en Venezuela
Ninguna televisi¨®n mostr¨® los rostros de los ganadores de las elecciones legislativas
Venezuela vivi¨® una nueva jornada electoral que termin¨® de madrugada. El sistema de conteo de votos m¨¢s automatizado del mundo tiene una extra?a virtud: alarga los resultados hasta la agon¨ªa, como si se requiriera estar en estado de somnolencia para entenderlos. Y sin embargo, la paciencia fue infinita, sobre todo la de los directivos y testigos de la Mesa de Unidad Democr¨¢tica (MUD), velando hasta altas horas para evitar trucajes o alteraciones misteriosas. La vigilancia se convierte finalmente en insomnio: es el coste que se paga por recibir la bendici¨®n de una votaci¨®n abrumadora. Y no es poca cosa la maniobra: podr¨ªamos resumirla como una sociedad que se organiza con las u?as para enfrentarse al todopoderoso y omnipresente Estado. David ha logrado asestar una pedrada en medio de la frente de Goliat y, mientras el gigante se tambalea, huye entre sus piernas.
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Quienes a?oraban alguna pista sobre los resultados s¨®lo contaban con las redes sociales. O a lo sumo con una invenci¨®n de ¨²ltima hora: un estudio de televisi¨®n improvisado por la MUD que se pod¨ªa sintonizar por Internet. La imagen era inestable, borrosa, se colgaba por segundos, haciendo aparecer a los voceros como fantasmas, pero era lo ¨²nico con lo que se contaba. Ninguna televisi¨®n, ni p¨²blica ni privada, salvo la internacional CNN, mostr¨® los rostros de los triunfadores. Esa escena, que a?oraban los casi ocho millones de venezolanos que votaron por la MUD, no existi¨® formalmente: ning¨²n medio de comunicaci¨®n audiovisual dio cuenta de ella.
Hacia la una de la madrugada, la red de emisoras de televisi¨®n transmite en cadena para mostrar a la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE) y su s¨¦quito. Lee el primer bolet¨ªn de resultados que, una hora despu¨¦s, el coordinador general de la MUD, Jes¨²s Torrealba, califica de "est¨ªtico": la vocera se las arregla para decir lo menos posible, pero tiene la sutileza de informar primero sobre los resultados de los perdedores, como si en este caso la derrota mereciera todos los honores. El televidente habr¨¢ confiado que, despu¨¦s de la cadena, vendr¨ªan los rostros de celebraci¨®n. Pero no: no nos enga?emos. De una cadena pasamos a otra, y ahora le toca el turno al presidente Maduro. Es necesario explicar, explayarse, condolerse. Los derrotados no son los derrotados: es la crisis la que ha ganado las elecciones, es la ¡°guerra econ¨®mica¡±. Felicitamos al CNE, a las Fuerzas Armadas, a la c¨ªvica jornada; a todos menos a los ganadores, que no existen ni en el discurso oficial ni en los medios de comunicaci¨®n.
Solo hubo corresponsales extranjeros en las salas de prensa de los triunfadores
Habr¨¢ pensado el espectador trasnochado que, despu¨¦s de las dos cadenas, ahora s¨ª, vendr¨¢n al fin los rostros de celebraci¨®n, los que merecen un m¨ªnimo reconocimiento. Pero tampoco: no nos hagamos ilusiones. Las televisiones muestran gr¨¢ficos, n¨²meros, tendencias, sobre el mapa de Venezuela. Hay animadores, reporteros, analistas. Pero ni un rostro, ni un vocero, ni una opini¨®n, de nadie de la MUD. Las televisiones ni siquiera colocaron reporteros para transmitir en directo desde las salas de prensa de los ganadores, donde s¨®lo se ve¨ªa a corresponsales extranjeros.
Es dif¨ªcil entender el periodismo que se hace hoy en d¨ªa en Venezuela, sobre todo cuando se piensa en los grandes diarios del siglo XX, en el crecimiento de la televisi¨®n, en los extraordinarios columnistas, en las numerosas escuelas de comunicaci¨®n social que antes viv¨ªan abarrotadas y ahora cuentan con altos niveles de deserci¨®n. Pienso en el poeta Andr¨¦s Mata cuando fund¨® El Universal en 1911; pienso en el novelista Miguel Otero Silva, creador de El Nacional en 1943; pienso en Tom¨¢s Eloy Mart¨ªnez, cuando ayud¨® a fundar el Diario de Caracas en los a?os 70. Hoy parecen fantasmas, como los rostros que celebraban los resultados electorales en el canal de la MUD sin que ninguna televisi¨®n se interesara por ellos. La ¨²nica diferencia es que los que celebran, aunque no los veamos, son seres que escriben el futuro, mientras que quienes deben rese?arlos y no lo hacen, al menos para el periodismo, est¨¢n muertos y no lo saben.
Antonio L¨®pez Ortega es escritor y editor venezolano.
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