Ponga un candidato en su pechera
Ninguna formaci¨®n renuncia a seguir fidelizando a los suyos por el viejo procedimiento de estampar en cualquier superficie la marca de la casa, una frase o la foto del cabeza de lista
Resulta m¨¢s sencillo proclamar las convicciones con una frase en una camiseta que citando a Kant, un fil¨®sofo que cuenta con la ventaja de que se puede presumir de ¨¦l sin la tediosa molestia de haberlo le¨ªdo. Pese a que la pol¨ªtica se mida cada vez m¨¢s en tuits, megustas y shows televisivos, ninguna formaci¨®n renuncia a seguir fidelizando a los suyos por el viejo procedimiento de estampar en cualquier superficie la marca de la casa, una frase o la foto del candidato y repartirla (o venderla) en m¨ªtines y tenderetes. Y para muchos electores, particularmente los m¨¢s j¨®venes, tomar partido y exhibir p¨²blicamente una idea (o algo similar) presenta nuevos brillos.
Cuarenta a?os de democracia y otros tantos de desarrollo comercial y tecnol¨®gico no han servido para avanzar mucho en las ofertas program¨¢ticas espa?olas en este sentido. Chapas, bolis o mecheros siguen siendo los mismos de la tan denostada (por algunos) Transici¨®n, aunque, eso s¨ª, ahora se pueden comprar por Internet y hacerlos compatibles con pescar con la Red. Solo un malicioso ironizar¨ªa con que el producto que m¨¢s vende Podemos sea una pulsera, igual concepto (en moderno caucho) que las tricolores republicanas o las rojinegras falangistas que entonces adornaban las mu?ecas. ?Y c¨®mo se concilia deplorar la casta con vender (a cuatro m¨®dicos euros) algo tan racial como un abanico, aunque sea para dar aire al viento del cambio? Junto a principios, se vende tambi¨¦n una estrategia. As¨ª, Ciudadanos potencia la imagen de Albert Rivera, rampante en naranjas, por encima de las siglas.
Selectas esquinas se embellecen con enormes fotos del l¨ªder que llevan a evocar otras en blanco y negro en que otro l¨ªder ped¨ªa, en el centro de Madrid, a los votantes una mayor¨ªa absoluta ofreciendo a cambio una Espa?a grande. ?Qu¨¦ aspirante a La Moncloa no las firmar¨ªa?
A favor de los nuevos partidos juega su imagen renovada y la desafecci¨®n ciudadana a la pol¨ªtica tradicional, y las ganas de darle al Gobierno. Nadie ha hecho tanto por vender camisetas blancas (la indignaci¨®n sanitaria) o verdes (la docente) que Rajoy y sus ajustes. Si usted quiere difundir una causa, b¨²squese un color sin ocupar, aunque a ver qui¨¦n defiende nada en gris topo. Salir a la calle de malva Podemos, c¨ªrculo en pecho, tiene mejor predicamento que lucir al presidente (o a la gaviota). Claro que la derecha ya tiene disponible la bandera nacional, lamentable especifidad de un pa¨ªs en que la ense?a de todos parece solo de una parte.
Con todo, palidece Espa?a ante el despliegue de otras campa?as, con EE?UU a la cabeza. Antes de las presidenciales de 2008, Obama recaud¨® gracias al merchandising 37 millones de d¨®lares, cifra que har¨ªa salivar no a un responsable de campa?a de un partido espa?ol, sino a todos ellos juntos. Infinitesimal minucia para la mercadotecnia de primera divisi¨®n, ?verdad, George Lucas?
Lo dijo el fil¨®sofo: ¡°Solo hay una religi¨®n verdadera, pero pueden haber muchas especies de fe¡± y muchas formas de exhibirla. Fue Kant; qu¨¦ se le va a hacer.
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