El hombre que escucha el quejido de las ¨¢guilas
Designado por la UNESCO en 2007 como el primer geoparque del sudeste asi¨¢tico, las malas pr¨¢cticas tur¨ªsticas ponen en riesgo el patrimonio medioambiental del archipi¨¦lago de Langkawi
¡°Atento. Ah¨ª, sobre los ¨¢rboles. Ah¨ª va¡±. Irshad Mobarak, el hombre que escucha a las ¨¢guilas, acompasa sus palabras al vuelo de las rapaces que surcan esta ma?ana las nubes transparentes de Langkawi. Su figura, alta, robusta, encajonada bajo el atuendo caqui de los exploradores que descubrieron a Indiana Jones, se agranda al volver la mirada a los dos j¨®venes universitarios que le acompa?an. Llevan meses con ¨¦l, sigui¨¦ndole en cada paseo por la selva con los acaudalados clientes que se hospedan en el Tanjung Rhu Resort. A su lado esperan aprender lo que no ense?a la universidad. Lo que Irshad entendi¨® caminando sobre el horizonte. ¡°Sabe mucho. Mucho. Es incre¨ªble¡±, subraya uno de los alumnos en un momento en el que Irshad desaparece tras el rastro de un pich¨®n.
A su vuelta, minutos despu¨¦s, retoma la conversaci¨®n donde la hab¨ªa dejado: Langkawi, el para¨ªso medioambiental de la costa de Andam¨¢n, al norte de Malasia, est¨¢ en riesgo. Desde que en 2007 la UNESCO le concediese el estatus de geoparque mundial, el primero del sudeste asi¨¢tico, el turismo no ha dejado de crecer hasta convertir al archipi¨¦lago en uno de los destinos m¨¢s visitados por los malasios en 2013 y 2014. S¨®lo el pasado a?o, la cifra de viajeros super¨® los 3,6 millones. Una carga que desborda los par¨¢metros poblacionales enunciados por el bi¨®logo estadounidense Edward Osborne Wilson.
En menos de una d¨¦cada, la isla se ha tenido que urbanizar: se han construido carreteras, hoteles, bloques de apartamentos e infraestructuras indispensables para atender una nueva forma de entender la vida en Langkawi. ¡°Las aldeas han pasado a ser peque?as ciudades¡±, ironiza Irshad.
Buena parte de este desarrollo se ha realizado sobre la propia selva. ¡°Hemos perdido hasta el 50% de la herencia natural del archipi¨¦lago¡±, arg¨¹ye Irshad. As¨ª, a medida que el hormig¨®n ti?e de gris el paisaje, la tierra pierde su capacidad para absorber los arrebatos del monz¨®n que se vuelven entonces inundaciones incontenibles que arrasan pastos y campos de cultivo. Es un ciclo de autodestrucci¨®n infinita. ¡°Las islas son entornos muy vulnerables¡±, resume el afamado naturalista quien hace ya casi tres d¨¦cadas dej¨® su puesto como banquero para dedicar su vida a entender el mundo que le rodea.
La f¨¢bula de la higuera estranguladora
El horizonte en Langkawi devuelve paisajes imaginados. Paisajes de un verde tan cambiante que confunde estaciones. Mas detr¨¢s de la espesura de los verdes pret¨¦ritos emerge siempre una escena de cielos azules que se oscurecen con las pulsiones de cada marea. Y entonces llueve. Llueve para que el mundo aqu¨ª siga colore¨¢ndose con una paleta de verdes. Para que haya arboledas por las que trepen l¨¦mures naranjas. Para que las panteras nebulosas compitan con la serpiente pit¨®n por el dominio de los bosques. Llueve para limpiar el aire y que el ¨¢guila imperial vuelva a conquistar los cielos de oriente.
Mas todo este equilibrio depende de un ¨¢rbol. De un ¨¢rbol feo. Feo y cruel. De un ¨¢rbol que mata a otros ¨¢rboles enfermos para poder crecer. ¡°Elim¨ªnalos y el bosque entero desaparecer¨¢¡±, advierte Irshad. El ficus aurea, la higuera estranguladora, toma las cavidades de otros ¨¢rboles para desde all¨ª, desde las heridas que laceran la corteza de sus hu¨¦spedes, llevar sus ra¨ªces al suelo. En apenas unos a?os, la higuera estranguladora envuelve por completo el ¨¢rbol enfermo hasta hacerlo desaparecer en su interior. Hasta darle una muerte silenciosa. Aunque pueda parecer una actitud despreciable, subraya Irshad, el ficus aurea desenvuelve un ¡°papel clave¡± en el ritmo biol¨®gico de la isla, donde es ya la segunda especie m¨¢s numerosa. ¡°Es fundamental para el ecosistema¡±, insiste mientras se?ala con la mirada el espect¨¢culo vital que rodea uno de estos ejemplares. Hay una bandada de p¨¢jaros en la copa, y al menos un l¨¦mur abrazado a sus ramas. ¡°Si nos qued¨¢semos aqu¨ª, a lo largo del d¨ªa ver¨ªamos pasar ¨¢guilas, macacos, l¨¦mures¡ incluso ratas¡±, asegura. Los dos estudiantes aseveran con la cabeza. Han pasado m¨¢s de una tarde aqu¨ª.
El desarrollo urban¨ªstico ha provocado la destrucci¨®n del 50% de la herencia natural del archipi¨¦lago
Para Irshad, a las islas de Langkawi les pasa como a la higuera estranguladora. Pocos son los que conocen su funcionamiento. Y menos a¨²n los que est¨¢n dispuestos a protegerlo. ¡°El turismo tiene m¨¢s beneficios que inconvenientes, pero hay que saber manejarlo¡±, conceder¨¢ horas m¨¢s tarde, mientras apura las ¨²ltimas horas del sol en un reducto hippy en el interior de la isla junto a un anciano profesor universitario y tres j¨®venes espa?olas que atienden la barra y el comedor.
Una traves¨ªa para entenderlo todo
Es el momento de salir del embarcadero del r¨ªo Kilim, al norte de la isla principal, pasadas las 10:30 de la ma?ana. Shakira, una joven con una sonrisa capaz de eclipsar las estrellas, advierte de lo que se va a ver: una de las mayores exhibici¨®n de manglares del mundo. Hasta la fecha, en la Tierra han sido identificadas unas 60 especies de manglares, 48 de las cuales est¨¢n presentes en Malasia. 45 s¨®lo en las islas de Langkawi. Aqu¨ª, en las faldas del Gunung Machinchang, la primera cumbre del sudeste asi¨¢tico en levantarse durante el periodo c¨¢mbrico, los manglares ejercen una funci¨®n imprescindible para el equilibrio biol¨®gico del archipi¨¦lago: filtran el agua salada del oc¨¦ano. Lo hacen sacrificando sus propias hojas, que ya amarillentas caen sobre la ribera fangosa por la que zascandilean peces del fango y cangrejos violinista macho. ¡°Miradlos ah¨ª. Junto a las ramas¡±, apunta Shakira. As¨ª se inicia una y otra vez la cadena de la vida en Langkawi.
No obstante, desde 2007, seg¨²n recoge la prensa local, la superficie de manglares en el archipi¨¦lago se ha reducido en un 30% como consecuencia del incremento de los lanchas motoras y peque?as embarcaciones, hasta 150 al d¨ªa, que surcan el lecho esmeralda del r¨ªo Kilim. ¡°Al avanzar a toda velocidad crean olas que erosionan los manglares¡±, explica Shakira. Su legado de ramas quebradas y ¨¢rboles ca¨ªdos se hace cada vez m¨¢s presente a medida que la embarcaci¨®n se adentra en el estuario tras el que se dibujan las aguas profundas del ?ndico.
La traves¨ªa, un viaje inici¨¢tico por la esencia misma de la biolog¨ªa, ese arte cient¨ªfico que se descubre a s¨ª mismo en las rarezas escondidas en paisajes prohibidos, presenta a las dem¨¢s v¨ªctimas de este desarrollo apresurado: macacos y ¨¢guilas. ¡°A los monos, los turistas les tiran patatas, chocolate e incluso coca-cola para que se acerquen y poder sacarles fotos¡±, se?ala Shakira. Como consecuencia, varios de estos ejemplares han desarrollado diabetes. ¡°Estamos pas¨¢ndoles enfermedades humanas d¨¢ndoles comida humana¡±, sentencia la joven gu¨ªa del equipo de turismo sostenible Jungle Walla. Arroj¨¢ndoles alimento, alteran adem¨¢s la jerarqu¨ªa de la comunidad, por la que el macho alfa debe ser el primero en recibir sustento, lo que provoca que muchos de las cr¨ªas se vuelvan m¨¢s agresivas.
El problema se recrudece con las ¨¢guilas. Langkawi es el h¨¢bitat natural del milano bram¨¢tico, una de las rapaces m¨¢s espectaculares del mundo, acostumbrada durante a?os a viajar siguiendo el rastro que dejan a su paso los barcos de pescadores. Hoy, estas aves prefieren revolotear alrededor de las lachas cargadas de turistas. Saben que ah¨ª encontrar¨¢n sustento f¨¢cil. ¡°Les dan pollo, pollo industrial, especialmente piel, que es donde se concentran todas las hormonas. Esto es muy malo para ellas¡±, lamenta Shakira. ¡°Alimentarlos con pollo es un problema, nosotros s¨®lo permitimos que lo hagan con pescado¡±, asegura Tan Sri Khalid Ramli, portavoz de la Langkawi Development Authority (LADA), el organismo encargado de velar por el equilibrio medioambiental del archipi¨¦lago.
Al cabo de unos minutos, en uno de los remansos de aguas estancadas del r¨ªo, una pareja de ¨¢guilas se acerca a toda velocidad, danzando sobre los ¨¢rboles que oscurecen las aguas. Es un espect¨¢culo maravilloso. Al menos una decena de visitantes, en su mayor¨ªa asi¨¢ticos, se afanan por inmortalizarlo. Lo m¨¢s preocupante, apunta Shakira, es que ¡°las ¨¢guilas est¨¢n olvidando c¨®mo cazar¡±. Como si ellas tambi¨¦n se hubiesen aburguesado.
El archipi¨¦lago de Langkawi fue el destino m¨¢s visitado por los malasios en 2013 y 2014
A Irshad Mobarak la decadencia de estas aves le duele como si le arrancaran una parte de s¨ª. Por algo lleva dos d¨¦cadas escuch¨¢ndolas. ¡°Yo s¨¦ qui¨¦n duerme con qui¨¦n en mi bosque¡±, bromea. Su bosque, una inmensidad verdosa que se extiende hasta el oc¨¦ano, est¨¢ habitado por ranas diminutas, l¨¦mures con cr¨ªas naranjas, serpientes capaces de devorar panteras y colugos, el animal que oblig¨® a repensar los principios de la taxonom¨ªa. Mas en el bosque de Irshad, los reyes son una pareja de ¨¢guilas imperiales orientales que llegaron aqu¨ª hace 13 a?os. Se instalaron en un ¨¢rbol, no el m¨¢s alto ni el m¨¢s frondoso, pero lo suficientemente robusto como para albergar su nido.
All¨ª se encontraban cuando una madrugada de diciembre, tormentosa, violenta como son en este lado del mundo las noches sin estrellas, destruy¨® su hogar llev¨¢ndose sus huevos. La ma?ana posterior fue una de las m¨¢s tristes en la vida de Irshad. ¡°Al d¨ªa siguiente comenzaron a reconstruir el nido, m¨¢s arriba, aunque ese a?o ya era demasiado tarde para tener una nueva nidada de huevos¡±. A lo largo de este tiempo, Irshad ha sido testigo de su vida. Las ha visto crecer, alimentar a sus cr¨ªas y luchar por el territorio con otra pareja de milanos bram¨¢ticos. Nunca ha podido dejar de escucharlas. Por eso no puede soportar que les hagan da?o.
La soluci¨®n sostenible
Irshad ha pedido una hamburguesa artesanal. El viejo profesor, una ensalada con productos de la huerta local. Cuando la sirven, arranca el debate: el problema no es el turismo, sino la forma de aprovecharlo. Ambos coinciden en que el atractivo tur¨ªstico de la isla debe ser aprovechado, pero sin que afecte a su equilibrio medioambiental: no tiene sentido que los propios humanos que viajan hasta esta remota costa al norte de Malasia atra¨ªdos por sus 350 especies mariposas y 220 de p¨¢jaros destruyan su h¨¢bitat en el anhelo de contemplarlo.
Para evitarlo hace falta instaurar un modelo tur¨ªstico alternativo. Sostenible, como el que trata de impulsar Irshad y su equipo de Jungle Walla. El objetivo es que otras empresas en la isla opten por seguir esta senda. ¡°Es necesario elaborar una gu¨ªa con buenas pr¨¢cticas, formar gu¨ªas que pueda ofrecer informaci¨®n especializada y que las autoridades fomenten este tipo de empresas¡±, subraya Irshad. Paralelamente, se debe educar a los viajeros, para que sean ellos los que exijan un turismo respetuoso con el entorno. ¡°El problema es que la mayor¨ªa no son conscientes de lo que supone alimentar a las ¨¢guilas. No son conscientes de las consecuencias de sus actos¡±, remata el naturalista, asesor de Discovery Channel en varios documentales grabados en la isla.
Las autoridades de Langkawi parecen haber entendido el mensaje. ¡°Estamos decididos a apostar por el eco-turismo¡±, asegura Tan Sri Khalid Ramli. Bicicleta de monta?a, deportes de aventura, trekking¡todo esto combinando con una pol¨ªtica de grandes eventos y ofertas culturales. ¡°Lo que necesitamos es que la gente se quede m¨¢s tiempo en la isla¡±, subraya el responsable de LADA.
Esto implica que la construcci¨®n de nuevas infraestructuras hoteleras. ¡°Necesitamos m¨¢s habitaciones. Hace unos a?os apenas hab¨ªa 800. Todav¨ªa necesitamos unos cientos m¨¢s, pero este desarrollo debe ser respetuoso con el medio ambiente¡±, garantiza Khalid Ramli. Les va mucho en juego. La UNESCO, que ya amonest¨® a la isla por sus pr¨¢cticas medioambientales, acaba de revalidar su estatus por otros cuatro a?os. Ese es al menos el tiempo que Irshad Mobarak seguir¨¢ escuchando el quejido de las ¨¢guilas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Geoparques
- Explotaci¨®n forestal
- Turismo naturaleza
- COP21
- Biodiversidad
- Malasia
- Silvicultura
- Destinos tur¨ªsticos
- Sudeste asi¨¢tico
- Conferencia cambio clim¨¢tico
- Cumbre del clima
- Extinci¨®n especies
- Cmnucc
- Cumbres internacionales
- Espacios naturales
- Relaciones internacionales
- ONU
- Acuerdos ambientales
- Cambio clim¨¢tico
- Problemas ambientales
- Protecci¨®n ambiental
- Asia
- Organizaciones internacionales
- Turismo
- Especies
- Planeta Futuro