Diario del d¨ªa de Nochebuena de 2045
"Esto es lo que m¨¢s me descansa, suicidarme, pero deber¨ªa hacerlo en un hotel, a mi mujer no le gusta que me suicide en casa. Dice que doy mal ejemplo"
Hemos hecho obra en el cuarto de ba?o y nos han puesto un espejo interactivo, de esos a trav¨¦s de los cuales puedes mantener conversaciones con tu imagen, que adem¨¢s aparece en 3D. Esta ma?ana ha empezado a hablar ella, la imagen, d¨¢ndome los buenos d¨ªas en portugu¨¦s porque el espejo, todav¨ªa sin configurar, habla por defecto en ese idioma (los traen de Brasil). Hab¨ªa pasado mala noche y la he mandado a la mierda.
Hablando de mierda, desde que descubrieron, en los primeros a?os del siglo, la eficacia del trasplante de heces para el tratamiento de las enfermedades autoinmunes y privatizaran la caca, el tr¨¢fico ilegal de excrementos ha crecido en progresi¨®n geom¨¦trica. Me han encargado un reportaje sobre el tema y les he dicho que s¨ª porque un biznieto o un tataranieto m¨ªo vive de ese tr¨¢fico y creo que podr¨¦ sacarle informaci¨®n. De momento, lo ¨²nico que s¨¦ es que el primer ministro, descendiente, por cierto, de un Aznar que ya gobern¨® hacia el a?o 2000, ha concedido el monopolio de la caca a un compa?ero suyo de pupitre, un tal Villalonga, o Vilallonga, ahora no caigo, tataranieto a su vez del Villalonga o Vilallonga al que en su d¨ªa dieron la presidencia de Telef¨®nica, cuando privatizaron las comunicaciones. Las crisis y los apellidos, entre nosotros, son c¨ªclicos.
Tras deponer legalmente en el retrete cuyos conductos llevan las deyecciones del bloque de viviendas al dep¨®sito central, y como me he levantado m¨¢s cansado de lo que me acost¨¦, me he suicidado y he estado tres minutos muerto. Esto es lo que m¨¢s me descansa, suicidarme, pero deber¨ªa hacerlo en un hotel, a mi mujer no le gusta que me suicide en casa. Dice que doy mal ejemplo.
¨C?A qui¨¦n? ¨Cle digo yo porque vivimos solos.
¨CEn general ¨Cdice ella.
Mi mujer y yo tenemos 100 a?os (cada uno) y fuimos de los primeros que cometieron el error de someterse a los m¨¦todos de rejuvenecimiento que en los comienzos del siglo se hab¨ªan experimentado con ¨¦xito en la mosca del vinagre. Costaban un ri?¨®n literal y 300.000 de los antiguos euros. A m¨ª no me apetec¨ªa vivir m¨¢s, francamente, me ve¨ªa mejor muerto. Pero a ella s¨ª y no me parec¨ªa bien dejarla sola, siempre hemos estado muy unidos, de forma que nos extrajeron a cada uno un ri?¨®n que, sumados a los ahorros de toda la vida, dieron para dos tratamientos completos.
Significa que no pude dejar de trabajar. He comprado a plazos un implante cerebral telep¨¢tico y escribo para un diario chino al que dicto mentalmente mis art¨ªculos, que traducen de forma simult¨¢nea e imprimen de inmediato gracias a unas rotativas que trabajan las 24 horas al d¨ªa, siete d¨ªas a la semana. Los chinos han inventado el Internet anal¨®gico, cuya filosof¨ªa, la verdad, no comprendo muy bien. El caso es que editan de nuevo en papel para envidia de todo el mundo. Y no navegan por la Red, sino por la realidad, signifique lo que signifique realidad, aunque van a los mismos prost¨ªbulos a los que iban cuando navegaban por la Red.
Dec¨ªa que me hab¨ªa suicidado porque el suicidio, ahora, es una enfermedad cr¨®nica. Te mueres con ella, no de ella. A los dos o tres minutos de morirte, las c¨¢psulas implantadas en los conductos suprarrenales empiezan a liberar c¨¦lulas madre que reponen la zona da?ada y vuelves a la vida como si no hubiera ocurrido nada. Pero esos instantes de no existencia son fabulosos. Se engancha uno a ellos como al pegamento. Si no vas con cuidado llega un d¨ªa en el que solo vives para matarte. Como no hab¨ªa cerrado la puerta con pestillo, mi mujer, viendo que tardaba, entr¨® en el cuarto de ba?o y al comprobar que me acababa de matar dijo que ya estaba bien y que ten¨ªa que quitarme de Madame Bovary y de suicidarme.
Mientras me desnudo, vienen a la memoria los dulces d¨ªas de nuestro viaje a Lisboa. Parece que fue en otra vida
¨CNo haces otra cosa ¨Ca?adi¨® con esa expresi¨®n de censura que quiere decir hasta aqu¨ª hemos llegado.
Mucha gente, en los suburbios sobre todo, no hace ya otra cosa que suicidarse. Despiertan, ven el panorama, recuerdan la vida anterior y vuelven a pegarse un tiro. Pero los ludocidas (as¨ª se les denomina) no est¨¢n bien vistos socialmente. En cuanto a la lectura de Madame Bovary, ha sido terminantemente prohibida. Cada a?o se lleva a cabo en la ONU un sorteo por el que queda abolida una obra b¨¢sica de la historia universal del humanismo. Te dan 15 meses para desintoxicarte del todo y te detectan si has le¨ªdo recientemente el libro ilegal con el mismo aparato con el que te miden el grado de alcohol en sangre. Si das m¨¢s de 0,25, te crujen (este nuevo test de alcoholemia, que incluye el de la lecturemia, no es para los conductores, pues los coches no necesitan conductor, sino para los peatones. No se puede circular por la calle bebido ni le¨ªdo).
Y bien, el a?o pasado me quit¨¦ de El Lazarillo de Tormes. Ahora he de quitarme de Madame Bovary y de suicidarme, por este orden. Pero qu¨¦ hago yo vivo si no tengo a mano Madame Bovary.
Mi mujer se ha mirado en el espejo interactivo para arreglarse el pelo y su reflejo en 3D le ha contado en portugu¨¦s que, poco antes de que ella entrara, yo hab¨ªa mandado a la mierda al m¨ªo.
¨C?Has vuelto a mandar a la mierda a tu reflejo? ¨Cme pregunta con expresi¨®n de fastidio.
Iba a contestarle yo cuando se ha adelantado mi reflejo, que es muy bondadoso, intentando apaciguar los ¨¢nimos:
¨CBem, n?o era tanto (bien, no era para tanto) ¨Cha dicho.
¨C?Como o que n?o era para tanto? (?c¨®mo que no era para tanto?) ¨Cle ha espetado el reflejo de mi mujer al m¨ªo.
Total, que los dos reflejos se han puesto a discutir en portugu¨¦s y nos han quitado el protagonismo a los cuerpos reales espa?oles.
A media tarde ha empezado a llegar la gente para echar una mano en la cocina. Hemos cenado cordero marino, con branquias y espinas, un h¨ªbrido que evoca la gastronom¨ªa de la carne pero con las ventajas, para el intestino delgado, del pescado. Tras levantarnos de la mesa, he hecho un aparte con mi biznieto para preguntarle por el tr¨¢fico de excrementos y ha sacado del bolsillo una bolsita de pl¨¢stico donde hab¨ªa unos polvos marrones.
¨CCaca liofilizada ¨Cha dicho¨C, la mejor del mercado. Es china, la m¨¢s rica en bacterias beneficiosas para el tracto rectal. Lo ¨²ltimo en bioalimentaci¨®n.
¨C?Y c¨®mo se administra?
¨CTe la puedo proporcionar en c¨¢psulas si quieres, aunque yo la tomo con yogur.
Mi biznieto la trabaja al por menor y no tiene ni idea de c¨®mo funcionan las redes, que supongo que es lo que espera el peri¨®dico chino. Los llamo, les digo que ¡°no puedo¡± escribir el reportaje sobre el tr¨¢fico de excrementos y me dicen que no me preocupe, pero que les env¨ªe cuanto antes un art¨ªculo sobre ese ¡°nopuedo¡±. El nopuedo (as¨ª se llama) es otro de los vicios sociales peor considerados. Todo el mundo, pueda o no pueda, debe poder. Los pa¨ªses latinos tienen fama de nopuedos. Podr¨ªa abordar el repor?taje desde m¨ª, contar c¨®mo alcanc¨¦ yo el no-poder y c¨®mo, a base de no-poder y de no-poder, ni siquiera puedo con mi alma. Pero a los chinos no les gusta la literatura del yo. El yo, para ellos, es un grumo que le ha salido al nosotros: una de esas formaciones rugosas (un p¨®lipo) que hay que extirpar cuando aparecen en las paredes del intestino o en los usos sociales. Por un lado, pienso, deber¨ªa evitar el yo, pero por otro seguro que tiene morbo para quienes apenas lo han conocido.
Ya hace tres horas que se ha ido todo el mundo a su casa. Necesito utilizar el aseo pero lo han dejado hecho un desastre, as¨ª que me dirijo al cuarto de ba?o de mi habitaci¨®n, que est¨¢ al fondo del pasillo. Al encender la luz desde afuera, antes de abrir la puerta, me llega la discusi¨®n portuguesa que mantienen en el espejo el reflejo de mi mujer y el m¨ªo. Debe de haberse colgado el programa. El lunes llamo al servicio t¨¦cnico y de paso les pido que lo pongan en espa?ol. Entre tanto, haremos nuestras cosas a oscuras. Si no hay luz, tampoco hay reflejo.
Mi mujer, dadas las horas, me echa de menos en la cama y viene a ver qu¨¦ hago.
¨CMe he desvelado ¨Cle digo¨C y estoy escribiendo un reportaje sobre el nopuedo para los chinos. Les llama la atenci¨®n que no podamos.
¨CNo puedes hacer eso ¨Cdice ella.
¨CSe trata precisamente de eso, de escribir sobre el hecho de no poder.
¨CPero si no puedes, no puedes.
¨CBueno, parece que hay instrucciones en Internet para poder cuando no se puede.
¨CLas he visto, pero son muy confusas ¨C dice ella.
¨CD¨¦jalo, ya se me ocurrir¨¢ algo ¨Cdigo yo.
¨C?Por qu¨¦ no les propones un art¨ªculo sobre el tr¨¢fico de caca liofilizada, que est¨¢ muy de moda?
¨CEs lo que me hab¨ªan propuesto ellos, pero se lo cambi¨¦ por el nopuedo.
¨CNo te entiendo, ?por qu¨¦?
¨CPorque no pod¨ªa.
Mi mujer me observa de forma inquisitiva. Al final dice:
¨CCreo que has vuelto a envejecer. Necesitar¨ªas otro tratamiento completo.
¨CPero solo me queda un ri?¨®n.
Recuerdo las Navidades menos remotas, con la inclusi¨®n del Pap¨¢ Noel y el ¨¢rbol con bolas de colores
Regresa con expresi¨®n de desaliento a la cama y yo me quedo solo, meditando. Recuerdo las Navidades de mi vida. La Navidad antigua, con las figuritas de barro del bel¨¦n y el caballo de cart¨®n que me trajeron los Reyes. Las Navidades menos remotas, con la inclusi¨®n del Pap¨¢ Noel y el ¨¢rbol con bolas de colores, primero de cristal, m¨¢s tarde de pl¨¢stico. Las Navidades con juguetes de madera, con mecanos de hierro, con m¨¢quinas de escribir, con tabletas, con tel¨¦fonos m¨®viles, con ordenadores. Las Navidades con los padres, con los hijos, con los nietos, con los biznietos, con los tataranietos¡ Y ahora, al fin, estas Navidades con la mierda liofilizada que tengo delante de los ojos, pues mi biznieto me ha dejado una dosis.
¨CEs mi regalo de Navidad ¨Cha dicho coloc¨¢ndome la bolsita en la mano.
Decido irme a la cama yo tambi¨¦n, a ver si ma?ana se me ocurre algo para los chinos. Al pasar por delante del cuarto de ba?o, cuya puerta permanece entreabierta, escucho un murmullo. Resulta que como tiene ventana a la calle entra un poco de luz de las farolas, que se acaban de encender, y los reflejos de mi mujer y el m¨ªo se han activado un poco. Asomo con cuidado la cabeza y all¨ª estamos ella y yo, en la penumbra, hablando en voz baja en portugu¨¦s. No entiendo nada de lo que nos decimos, pero me parece que hemos rebajado el tono. Ya no discutimos. Hablamos. M¨¢s que eso, conversamos amablemente, como dos viejos amigos. Mientras me desnudo para meterme en la cama, me vienen a la memoria los dulces d¨ªas de nuestro viaje a Lisboa, cuando ¨¦ramos j¨®venes. Parece que fue en otra vida. Quiz¨¢ fue otra vida, una vida de la que no me arrepiento tanto como de ¨¦sta.
elpaissemanal@elpais.es
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