Fiesta en pareja
Reunimos a cinco parejas del mundo de la moda, el flamenco y la gran pantalla para celebrar la entrada de 2016
La Tremendita canturrea en el sal¨®n Cervantes del hotel Palace de Madrid. Est¨¢n maquillando a Roc¨ªo Molina y la cantaora espera su turno. El pelo de Rosario desprende raza. Es rizado, fuerte. Salvaje. Igual de intenso que el rostro de la bailaora, que, en cuanto est¨¢ lista, se viste con un vestido negro y tacones. Y as¨ª, de gala, se lanza al suelo a hacer flexiones. Sin remilgos. ¡°Es que, si no, no me puedo mover¡±. Sus piernas de m¨¢rmol se clavan en el suelo, taconea y hace figuras con sus brazos. Se mueve incluso durante la sesi¨®n y arrea un par de latigazos a Rosario con las dos trenzas que le recogen el pelo. No es el primer golpe que se lleva la cantaora. ¡°Una vez, durante una funci¨®n, se dio la vuelta y me dio un tortazo¡ Yo me qued¨¦ cort¨¢. Estaba cantando, pero me entraron ganas de llorar y to¡±.
El Palace est¨¢ tranquilo mientras tanto. Solo deambula por sus pasillos alg¨²n empleado que, en pleno centro de Madrid, no chapurrea ni papa de castellano. Por las tripas de este microclima guiri han pasado para esta producci¨®n cinco parejas. Con una conexi¨®n entre ellas muy distinta. Chispeante, como la relaci¨®n entre cantaora y bailaora. Inesperada, como la de Inma Cuesta y Leticia Dolera. En su ¨²ltimo trabajo juntas no coincidieron demasiado. No se conoc¨ªan de antes, pero conectan. A la actriz catalana se le ocurre que el mejor tema de conversaci¨®n es la pol¨ªtica, como si estuviera de tapeo en una terracita en vez de en una sesi¨®n de fotos. ¡°Junts pel S¨ª, la coalici¨®n donde est¨¢ Artur Mas, gan¨® las elecciones en Catalu?a, pero sin mayor¨ªa absoluta¡±. Inma atiende. ¡°Luego est¨¢ la CUP, pero ellos no quieren a Mas de presidente¡±.
Tampoco se conoc¨ªan de antes Arturo Valls y Violeta Rodr¨ªguez. El v¨ªnculo entre ambos parece tener tintes paternales. La actriz, hija del director David Trueba, ense?a una sonrisa que ocupa, f¨¢cil, un tercio de su rostro. La de Arturo no es tan luminosa, pero las bromas se le caen solas. Se sienta en el taburete del piano de cola que hay en medio del sal¨®n. Para que se le vea, le colocan un par de cojines sobre el asiento. ¡°?M¨¢s? Va a parecer que est¨¢ Pau Gasol al piano¡±.
Mario Casas y Berta V¨¢zquez ¨Cconocida por su papel en la serie Vis a vis¨C no se exponen tanto a la clientela del hotel. Ambos posan en el rinc¨®n de uno de los pasillos, plagados de espejos. Mario ¨Cque debut¨® en la gran pantalla de la mano de Antonio Banderas con El camino de los ingleses¨C se mira en ellos cada vez que pasa por delante, recre¨¢ndose en su imagen de gal¨¢n. Discretos y elegantes. La conexi¨®n entre ambos parece ¨ªntima y delicada. Intercambian susurros entre flases. ¡°As¨ª, pon esa mirada de Marlon Brando¡±, le piden. Mario r¨ªe. ¡°Me dicen mucho eso, todos los d¨ªas¡±, bromea. La ¨²ltima de las conexiones, la de Arnaud Maillard y ?lvaro Castej¨®n, es equilibrada. ?lvaro tiene la tranquilidad del agua. Observa recostado sobre el respaldo del sill¨®n. Arnaud, la fuerza del aceite hirviendo. Se inclina hacia delante. Sus ojos emiten chispazos. Los dise?adores son los ¨²ltimos en dejar atr¨¢s el rimbombante lujo del hotel madrile?o. Ya nadie hace flexiones con traje de gala. Ni se escuchan espinosas conversaciones de pol¨ªtica catalana por los pasillos, ahora en silencio. Por ellos solo deambula aquel empleado a quien parece aterrar la sola idea de que le interpelen en castellano.
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