Qu¨¦ nos hace ser de derechas o de izquierdas
Aparte de la educaci¨®n, la actividad cerebral, las hormonas, los neurotransmisores y otras sustancias biol¨®gicas e incluso los genes pueden condicionar la orientaci¨®n ideol¨®gica
El lugar de nacimiento, la clase social, la familia y el ambiente en que nos criamos, los maestros y los amigos que tenemos, las experiencias vividas, todo eso, es decir, todo lo que forma parte de la educaci¨®n recibida, es lo que muchos ciudadanos pueden alegar con raz¨®n ante la pregunta de qu¨¦ es lo que nos hace ser de derechas o de izquierdas. Una respuesta ¨¦sta que tambi¨¦n servir¨ªa para responder a cuestiones m¨¢s generales, como por qu¨¦ somos buenos o malos, o a cuestiones m¨¢s prosaicas, como por qu¨¦ somos del Bar?a o del Madrid. Ciertamente, el cerebro humano es un ¨®rgano anat¨®mica y fisiol¨®gicamente pl¨¢stico y pocas cosas tienen m¨¢s fuerza que la educaci¨®n para cambiarlo y modularlo.
Si la educaci¨®n no cambiase las neuronas, su influencia en nuestras vidas ser¨ªa nula o residual. Particularmente en la infancia y la adolescencia, las experiencias que tenemos y las ideas que nos llegan pueden calar con tanta fuerza y profundidad en nuestros sistemas de representaci¨®n cerebral como para persistir en ellos toda la vida pues son permanentemente reforzadas por las conductas e interacciones sociales a las que esas mismas representaciones nos incitan, especialmente cuando se expresan como sentimientos. Pero, ?son todos los cerebros iguales a la hora de ser influidos y modelados por la educaci¨®n? ?En qu¨¦ medida la biolog¨ªa y el cerebro que heredamos determinan la fuerza y posibilidades de la educaci¨®n que recibimos para hacernos de derechas o de izquierdas?
El cerebro humano es un ¨®rgano anat¨®mica y fisiol¨®gicamente pl¨¢stico y pocas cosas tienen m¨¢s fuerza que la educaci¨®n para cambiarlo y modularlo
Para tratar de responder a estas preguntas nos vamos a referir a los estudios que abordan la misma problem¨¢tica refiri¨¦ndose a la dicotom¨ªa liberales/conservadores, no coincidente con la de izquierda/derecha, pues de esta ¨²ltima no conocemos estudios cient¨ªficos relacionados con el cerebro1. En 2007, un equipo de investigadores de las universidades de Nueva York y California realiz¨® un trabajo experimental, publicado en la prestigiosa revista Nature Neuroscience, que mostr¨®, mediante potenciales el¨¦ctricos evocados e im¨¢genes de resonancia magn¨¦tica funcional, que en situaciones de conflicto las personas pol¨ªticamente liberales presentan m¨¢s actividad que las pol¨ªticamente conservadoras en la circunvoluci¨®n cingulada anterior, una regi¨®n del l¨®bulo temporal del cerebro caracterizada, entre otras funciones, por responder, cual alarma biol¨®gica, a situaciones en las que lo que razonamos no coincide con lo que sentimos.
De ese modo, los investigadores concluyeron que frente a las situaciones nuevas que requieren modificar los comportamientos habituales los liberales tienen m¨¢s sensibilidad neurocognitiva que los conservadores. Asimismo, de esos datos dedujeron que la menor sensibilidad neurocognitiva de los conservadores en tales situaciones podr¨ªa explicar su m¨¢s estructurado y persistente comportamiento. La valoraci¨®n neurofisiol¨®gica de este estudio fue tan consistente que sirvi¨® para predecir con bastante acierto si los participantes hab¨ªan votado a John Kerry o a George Bush en la elecci¨®n norteamericana de 2014. Repare el lector, porque es importante, en que los autores de este trabajo al hablar de sensibilidad neurocognitiva no se refieren a un tipo de sensibilidad moralmente enjuiciable, sino a un modo fisiol¨®gico de funcionamiento del cerebro.
Posteriormente, en 2011, un estudio de investigadores del University College de Londres, tambi¨¦n con neuroim¨¢genes de resonancia magn¨¦tica, mostr¨® que los liberales ten¨ªan un mayor volumen de sustancia gris, es decir, de neuronas, en dicha regi¨®n cerebral, la circunvoluci¨®n cingulada anterior, mientras que los conservadores superaban a los liberales en el volumen de esa misma sustancia en la am¨ªgdala, una estructura del cerebro emocional. No obstante, falta determinar si esas diferencias cerebrales son o no las causantes de las orientaciones pol¨ªticas de las personas.
Otros trabajos han mostrado que las reacciones fisiol¨®gicas que muestran las personas ante im¨¢genes amenazantes o sonidos repentinos de alta intensidad pueden relacionarse tambi¨¦n con sus posiciones ideol¨®gicas. Concretamente, las personas que reaccionan con mayor sensibilidad ante ese tipo de est¨ªmulos, medida su sensibilidad por los cambios en la conductancia el¨¦ctrica de su piel o por la fuerza de su parpadeo, suelen ser tambi¨¦n personas m¨¢s favorables a legalizar la posesi¨®n de armas o la pena de muerte que aquellas otras personas que presentan menos sensibilidad de ese tipo.
La influencia de las hormonas sobre la ideolog¨ªa y las actitudes pol¨ªticas tambi¨¦n ha merecido estudios. En ellos no pod¨ªa faltar la popular¨ªsima oxitocina, hormona segregada en el hipot¨¢lamo cerebral y considerada promotora de la empat¨ªa y de los lazos afectivos entre las personas. Curiosamente, o consecuentemente, seg¨²n se mire, un estudio mostr¨® que las inhalaciones nasales de esa hormona hicieron que un grupo de ciudadanos holandeses respondieran m¨¢s favorablemente a sus compatriotas holandeses que a ciudadanos extranjeros. Otro trabajo ha mostrado tambi¨¦n que la inhalaci¨®n de oxitocina es capaz de promover la tendencia a defender a los tuyos, el llamado altruismo parroquial, manifestado por el aumento de la confianza y la cooperaci¨®n con los de tu grupo sin que aumente al mismo tiempo la desconfianza o el odio hacia las personas de otros grupos.
En situaciones de conflicto, las personas pol¨ªticamente liberales presentan m¨¢s actividad que las pol¨ªticamente conservadoras en la circunvoluci¨®n cingulada anterior
Hay tambi¨¦n una observaci¨®n curiosa que indica que las personas con altos niveles de cortisol (la hormona del estr¨¦s) son menos proclives a ir a votar que las que tienen niveles m¨¢s bajos en sangre de esa hormona. Seg¨²n estos datos, el estr¨¦s podr¨ªa ser un factor que disminuye la participaci¨®n de los ciudadanos en las elecciones. Ni que decir tiene que determinados acontecimientos sociales, especialmente los de car¨¢cter traum¨¢tico, pueden producir movilizaciones importantes, aunque no siempre permanentes, en la orientaci¨®n ideol¨®gica de las personas. As¨ª ocurri¨® en quienes vivieron de cerca el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, o tambi¨¦n, como comprobamos en la primera vuelta de sus recientes elecciones, en muchos franceses, tras los recientes asesinatos de Par¨ªs, pues ambos colectivos se han desviado hacia posiciones conservadoras.
Todos los estudios mencionados requieren r¨¦plicas y confirmaci¨®n, pues son todav¨ªa escasos y parciales, pero si aceptamos que factores como la actividad cerebral, las hormonas, los neurotransmisores u otras sustancias biol¨®gicas pueden condicionar nuestra orientaci¨®n ideol¨®gica, debemos preguntarnos qui¨¦n determina a su vez las diferencias individuales en esos factores, y eso nos lleva directamente a los genes, es decir, a la herencia biol¨®gica recibida de nuestros progenitores, como posible condicionante ideol¨®gico. El inter¨¦s por este factor se remonta a 1986, cuando el equipo del genetista australiano Nicholas Mart¨ªn public¨® un trabajo sugiriendo que los genes podr¨ªan influenciar las actitudes de las personas en cuestiones como el aborto, la inmigraci¨®n, la pena de muerte o el pacifismo. Ese estudio puso de manifiesto que los gemelos id¨¦nticos, los que comparten el 100% de sus genes, ten¨ªan opiniones pol¨ªticas similares con m¨¢s frecuencia que los gemelos fraternales que solo comparten el 50% de ellos. Como los gemelos suelen crecer en el mismo ambiente familiar, los genes podr¨ªan ser entonces quienes marcan la diferencia entre ambos tipos de gemelos.
Entre los posibles factores est¨¢ la reactividad emocional, es decir, a la fuerza y el enfado de naturaleza cong¨¦nita con que las personas respondemos a la contrariedad o la frustraci¨®n ya desde muy ni?os
Aunque estos resultados han recibido confirmaci¨®n en diferentes trabajos realizados m¨¢s recientemente en los Estados Unidos por investigadores del campo como John Hibbing, John Alford o Peter Hatemi, incluso con verificaciones en hermanos gemelos de diferentes pa¨ªses, los resultados han sido muy criticados, especialmente por las dificultades para poder controlar en los estudios los factores que, adem¨¢s de los genes, pueden determinar las posiciones ideol¨®gicas de las personas. Se ha dicho, por ejemplo, que los padres suelen tratar m¨¢s del mismo modo a los gemelos id¨¦nticos que a los no id¨¦nticos, o que los primeros suelen tener m¨¢s amigos comunes y por eso acaban teniendo la misma ideolog¨ªa. Esas posibilidades, entre otras, restan valor a la conclusi¨®n que nos lleva a los genes como determinantes ideol¨®gicos. No obstante, ni que decir tiene que una interesante oportunidad en este campo es la que nos puede brindar la moderna ciencia epigen¨¦tica, cuyo cometido al efecto ser¨¢ determinar c¨®mo los factores ambientales incluidos en la educaci¨®n pueden hacer que se expresen o no los genes capaces de afectar a la orientaci¨®n ideol¨®gica de las personas.
En definitiva, aun aceptando la prioridad de la educaci¨®n, los datos disponibles nos hacen creer que hay factores biol¨®gicos que predisponen en alguna medida las orientaciones ideol¨®gicas de las personas. De entre esos posibles factores quien escribe se apunta a la reactividad emocional, es decir, a la fuerza y el enfado de naturaleza cong¨¦nita con que las personas respondemos a la contrariedad o la frustraci¨®n ya desde muy ni?os. Esa reactividad es como un ca?¨®n cuyo calibre heredamos, pero es la educaci¨®n que recibimos quien determina, seg¨²n la misma met¨¢fora, hacia d¨®nde apunta y cu¨¢ndo dispara ese ca?¨®n que traemos con nosotros al nacer.
Ignacio Morgado Bernal es catedr¨¢tico de Psicobiolog¨ªa en el Instituto de Neurociencia y la Facultad de Psicolog¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona. Autor de Emociones e inteligencia social: las claves para una alianza entre los sentimientos y la raz¨®n (Barcelona, Ariel, 2007 y 2011).
(1). A quienes deseen conocer con precisi¨®n el significado del t¨¦rmino liberal les recomiendo encarecidamente la lectura de la obra Tres ensayos liberales, del abogado y periodista vasco Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa, colaborador de este diario.
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