Tramo libre de muerte
Al igual que el pez, los humanos muerden el anzuelo al creer haber conseguido algo que el pescador quita cuando quiere
La belleza es peligrosa. Por si ten¨ªa alguna duda, es ella, la belleza, la que me ha hecho caer y rodar por un pe?asco hasta el l¨ªmite del precipicio. ?bamos orillando hacia las fuentes del Ulla, fascinados por esa vanguardia cl¨¢sica incesante que es un r¨ªo, la coral sublime y el parloteo humilde en el surco de un disco de pizarra y de piedra. Los rescoldos de luz que sujetan las ¨²ltimas hojas. De repente, un mirlo compromete toda la monta?a con el sonido de un instrumento imposible.
Est¨¢ un poco borracho, me explica un amigo del camino. Se pone estupendo con los frutos rojizos del madro?o. As¨ª que un p¨¢jaro ebrio es capaz de detener el avance del invierno. Mientras tanto, un humano excursionista, ese que soy yo, hechizado por la orquesta de la naturaleza, que contiene todas las m¨²sicas, desde la Polymorphia fluvial de Penderecki al free jazz del mirlo Charlie Parker, descuida donde pisa, resbala en el musgo y cae como un bulto.
S¨ª, la belleza es peligrosa. Est¨¢ m¨¢s pr¨®xima a lo salvaje que a lo apacible
S¨ª, la belleza es peligrosa. Est¨¢ m¨¢s pr¨®xima a lo salvaje que a lo apacible y confortable. Retomamos el camino y buscamos un sendero para esquivar las rocas m¨¢s resbaladizas. Ahora es la curiosidad de las curvas lo que nos atrapa. Lo que nos espera detr¨¢s de las curvas. Nos atrae la claridad, pero todav¨ªa m¨¢s la sombra del misterio. Las curvas enigmatizan. Eso es algo que est¨¢ en los cuadros de C¨¦zanne, y que ¨¦l aprendi¨® de la naturaleza: lo que vemos pintado nos interesa como una imaginaci¨®n de lo que se oculta.
Y a la vuelta de una curva, aparece un poblado de amanitas como nunca las hab¨ªamos visto. Demasiado grandes, demasiado bellas, demasiado venenosas. Sabemos que el colorido de estas setas es a la vez un aviso y un reclamo. En la naturaleza abundan los enga?os, las trampas, los simulacros. Tanto para atacar como para defenderse. En este sentido, la imaginaci¨®n de la naturaleza no es tan diferente de la imaginaci¨®n humana. La desgracia de la actuaci¨®n humana es la ruptura de la escala, la destrucci¨®n del escenario. Hay humanos deleznables como ese dentista estadounidense que se fue a ?frica a asesinar al m¨¢s grande de los leones. Pero es el mesianismo industrial, la explotaci¨®n ilimitada de la naturaleza, lo que lleva a un destrozo irreparable: un malestar global.
Donde est¨¢n bien los animales, se sienten bien los humanos. Pero donde est¨¢n bien los humanos, no siempre, ?o casi nunca?, est¨¢n bien los animales. En estas circunstancias, ser¨ªa fant¨¢stico un humor de la naturaleza. Pensar que el mirlo canta de risa despu¨¦s de verme resbalar. Y que las amanitas son duendes queer, p¨ªcaros y provocadores del bosque que han salido a nuestro encuentro para burlarse.
Poco m¨¢s adelante, aparece en la vera del r¨ªo un letrero con la leyenda: Tramo libre de muerte. Es una chapa oficial, semejante a las que indican zonas vedadas. Nos quedamos perplejos, sin habla, ante el vers¨ªculo administrativo. Alguien comenta, al fin, que es un buen t¨ªtulo para un libro. Pero ?qu¨¦ significa? Y el amigo m¨¢s entendido de la expedici¨®n nos desvela el mensaje: ¡°En esta parte est¨¢ permitida la pesca, pero tienes que devolver las truchas al r¨ªo¡±.
Donde est¨¢n bien los animales, se sienten bien los humanos
Siento una perturbaci¨®n que me duele en la boca como el desgarro que deja un anzuelo. Aquello que sonaba a civilizaci¨®n, Tramo libre de muerte, retumba ahora en nuestro silencio como una se?al de barbarie. Los peces no la van a leer. Tal vez somos nosotros los verdaderos destinatarios, no como pescadores, sino como peces.
Las se?ales, sobre todo las de prohibici¨®n, tienen una fuerte carga metaf¨®rica. Acabo de ver una de ambiente navide?o que dice: Prohibido el paso, excepto Reyes Magos. Y otra muy contundente en el pasillo de un hospital: No hay salida. Pero esta del r¨ªo no se me va de la cabeza. Esa imagen del pez que muerde feliz el anzuelo, que es atrapado y arrastrado por un poder que no controla, que siente la angustia de ser izado en el aire, y que es liberado, de favor, con la herida en la boca.
La vida se parece mucho, demasiado, a ese Tramo libre de muerte. ?Cu¨¢ntas veces hemos mordido el anzuelo? ?Cu¨¢ntas veces hemos pensado que el cebo era un descubrimiento propio, una propiedad que llevarse a la boca? ?Cu¨¢ntas veces hemos visto esa humillaci¨®n de hacerle creer a la gente que lo que se ha conseguido con lucha y esfuerzo colectivo es una especie de favor, que se da y se quita como un anzuelo?
Y llegamos al final del trayecto. Ojal¨¢ alg¨²n d¨ªa puedan votar tambi¨¦n los peces, las amanitas y el mirlo.
elpaissemanal@elpais.es
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