Astronautas durante 22 segundos
Una compa?¨ªa francesa, Novespace, ofrece vuelos tur¨ªsticos en ingravidez para financiar sus experimentos cient¨ªficos. En 2016 aspira a despegar desde Espa?a Embarcamos en el Airbus 310 de Air Zero G con Pedro Duque para vivir lo que solo los viajeros del espacio conocen: flotar en el aire sin sentir el peso de tu propio cuerpo
El doctor Chris Crockford sonr¨ªe, emocionado. Son las ocho de la ma?ana y hace mucho fr¨ªo en el hangar de la compa?¨ªa francesa Novespace, cerca del aeropuerto de Burdeos (Francia), pero ¨¦l sabe que est¨¢ haciendo cola a la intemperie para experimentar algo que la mayor parte de los seres humanos no podr¨¢ sentir jam¨¢s. Crock?ford viene con dos compa?eros de trabajo que traen en una bolsa una alfombra, un gorro de Aladino, una careta de Yoda y una baraja de cartas. Van a subir a un avi¨®n que les transformar¨¢, durante unos segundos, en astronautas. Llevan preparando su viaje medio a?o. Y quieren que su vuelo sea memorable.
Apenas un millar de personas al a?o tiene la fortuna de experimentar la ausencia de gravedad en los vuelos parab¨®licos que efect¨²an una compa?¨ªa estadounidense (Zero G), una rusa (Star City Tours) y una europea, Novespace. Esta subsidiaria de CNES, la Agencia Espacial francesa, lleva realizando vuelos cient¨ªficos en ingravidez desde 1989; entrena astronautas para sus vuelos al espacio, prueba el efecto de la ausencia de gravedad en el cuerpo humano, mejora la efectividad de diferentes tipos de motores¡ Pero, aqu¨ª en la Tierra, vivimos felizmente pegados al suelo, y la ausencia de gravedad es extraordinariamente compleja de conseguir: se necesita un avi¨®n preparado para ello, que debe hacer una serie de maniobras que le provocan un enorme desgaste, y se precisa del trabajo de tres pilotos especializados en la maniobra parab¨®lica que crear¨¢, durante solo unos segundos, la burbuja de la ingravidez. De ah¨ª que Novespace se planteara, en los a?os noventa, comenzar a vender vuelos para turistas interesados en experimentar la gravedad cero, y financiar as¨ª sus experimentos cient¨ªficos. Consigui¨® todos los permisos para realizarlo en 2013 y, hasta el momento, han efectuado 11 vuelos en los que han flotado 450 personas.
El de hoy es algo especial. La veintena de emocionados turistas viajan acompa?ados de dos astronautas de la Agencia Espacial Europea: el franc¨¦s Jean-Fran?ois Clervoy, que ha volado tres veces al espacio, y Pedro Duque, el primer astronauta nacido en territorio espa?ol con nacionalidad espa?ola (Miguel L¨®pez-Alegr¨ªa tiene nacionalidad estadounidense). Duque ha volado dos veces al espacio, en 1998 y en 2003, con estancias de 9 y 10 d¨ªas, respectivamente. Y no ha vuelto a experimentar la ausencia de gravedad desde entonces. ¡°Solemos tener algunos vuelos parab¨®licos como preparaci¨®n para los espaciales¡±, cuenta Duque, ¡°pero para el vuelo de 2003 no hice ninguno. Por lo tanto, hace m¨¢s de 15 a?os que no monto en uno de estos aviones¡±, explica, confesando que se siente ¡°ilusionad¨ªsimo¡±.
Cuando llegan al hangar de Novespace, los turistas son divididos en cuatro grupos. Chris Crockford y sus amigos han sido asignados a J¨²piter, el grupo de Pedro Duque, junto a dos periodistas de El Pa¨ªs Semanal y dos reporteros de la BBC. Cada uno de los grupos ocupar¨¢ un espacio de 25 metros cuadrados en este Airbus 310, especialmente dise?ado para estos vuelos en gravedad cero. Tiene unos 30 asientos, como un avi¨®n normal, y el resto de la cabina est¨¢ acolchada y totalmente vac¨ªa, excepto por las redes que separan los cuatro compartimentos, las c¨¢maras de v¨ªdeo incrustadas en el fuselaje, y los asideros que hay en el techo y el suelo para evitar estrepitosas ca¨ªdas cuando los turistas vuelven al mundo en gravedad.
Cada grupo cuenta con la ayuda de un instructor. El de J¨²piter se llama Vladimir Pletser, un ingeniero de la ESA que, en 30 a?os, ha experimentado m¨¢s de 7.000 ¡°par¨¢bolas¡±. Los instructores y los astronautas las exhiben con tanto orgullo como un pistolero las muescas de su rev¨®lver; es el n¨²mero de veces que su cuerpo ha sido sometido al estresante efecto de la hipergravedad y la ingravidez.
El vuelo de hoy realiza esa operaci¨®n 15 veces, es decir, hace 15 par¨¢bolas. T¨¦cnicamente, es sencillo de explicar. Cuando el avi¨®n alcanza una altitud de 20.000 pies, los pilotos aumentan la velocidad hasta los 810 kil¨®metros por hora, que es la m¨¢xima permitida para este tipo de aeronave. Poco a poco, empiezan a inclinar el aparato hasta los 47 grados y, una vez alcanzado ese ¨¢ngulo, el piloto libera la presi¨®n sobre los mandos, el avi¨®n entra en la ingravidez y comienza a describir la misma trayectoria que seguir¨ªa una piedra lanzada de la misma manera, es decir, una par¨¢bola. Durante 22 segundos, los pasajeros flotan libremente por la cabina. Despu¨¦s, el avi¨®n cae en picado hasta los 42 grados, recupera de nuevo su nivel inicial de vuelo y vuelta a empezar.
Las sensaciones son mucho m¨¢s complejas de explicar.
Est¨¢s tumbado boca arriba. Cuando el avi¨®n sube, sientes como una enorme plancha de acero, del doble del peso de tu cuerpo, que te aplasta contra el suelo. No puedes mover los brazos ni las piernas, y respiras con dificultad. ¡°?No muevas la cabeza, mira al techo!¡±, insiste el instructor. Es la ¨²nica manera de garantizar que no te marear¨¢s, y que el desayuno no acabar¨¢ flotando por encima de las cabezas de tus compa?eros de vuelo.
Pasan solo 20 segundos, aunque parecen horas, hasta que el piloto pronuncia la palabra injection (inyecci¨®n). Y entonces, pierdes el control. Con solo incorporarte ligeramente, el cuerpo sale disparado. Los instructores explican, divertidos, que la tendencia natural de casi todos los pasajeros es nadar a braza o patear. Pero el aire no tiene viscosidad, no opone resistencia, as¨ª que no puedes moverte aunque realices tremendas contorsiones con tus brazos y tus piernas. La ¨²nica manera de ir de un lado a otro es el impulso; si quieres ir a la izquierda, golp¨¦ate contra la pared derecha; si quieres subir al techo, coge impulso contra el suelo. Todo debes aprenderlo en menos de 22 segundos, antes de que el piloto comience la cuenta atr¨¢s para la siguiente fase de hipergravedad. Si para entonces no est¨¢s tumbado boca arriba, caer¨¢s estrepitosamente contra el suelo, volver¨¢s a sentir esa enorme placa de acero sobre ti y no podr¨¢s moverte durante 30 eternos segundos, que parecen durar d¨ªas si te pilla en mala postura. Por ejemplo, boca abajo y abierto de piernas.
Y as¨ª, 15 veces. En la primera par¨¢bola se experimenta la gravedad marciana (0,36 g), que solo hace que te sientas algo m¨¢s ligero. Despu¨¦s llegan dos par¨¢bolas en gravedad lunar (0,16 g), que permite dar grandes saltos como los que recordamos haber visto a Neil Arms?trong. Y despu¨¦s, el aut¨¦ntico reto: 12 par¨¢bolas en gravedad cero (0 g), donde todo flota y la ¨²nica forma segura de controlar tu cuerpo es agarrarte a las cuerdas del suelo o el techo.
Los astronautas tambi¨¦n se marean
Novespace lanza 20 vuelos cient¨ªficos al a?o. Hasta el momento se han realizado m¨¢s de 1.000 experimentos que buscan descubrir los secretos de la naturaleza, y de nuestro cuerpo, m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites f¨ªsicos que impone la gravedad terrestre.
Pero los vuelos en ingravidez son, sobre todo, fundamentales para entrenar a un astronauta. ¡°La sensaci¨®n es tan similar que el avi¨®n se puede usar para implantar en el tripulante los reflejos necesarios para ser m¨¢s efectivo en el espacio¡±, explica Pedro Duque. Las distracciones, como la sorpresa de flotar por la nave, deben evitarse a toda costa porque ¡°los tripulantes profesionales de naves espaciales, que es el oficio que conocemos como ¡®astronauta¡¯, deben estar dispuestos a tomar decisiones y realizar acciones muy r¨¢pido durante los primeros minutos de ingravidez¡±, a?ade.
Hay, sin embargo, astronautas que se niegan a repetir la experiencia. En los 22 segundos de ingravidez se puede sufrir estr¨¦s, angustia y, sobre todo, inc¨®modos mareos. ¡°Y s¨ª, uno puede marearse siendo astronauta¡±, confiesa Duque.
Mientras los pasajeros flotan err¨¢ticos, entre nerviosos y emocionados, por la cabina, Clervoy y Duque se ponen boca abajo, posan sus pies en el techo, flotan en la postura del loto, hacen piruetas. Y mueven las caderas, como los gatos cuando caen de una cierta altura; es la ¨²nica manera de girar. ¡°Cada gesto se reinventa en ausencia de gravedad; alg¨²n d¨ªa habr¨¢ unos Juegos Ol¨ªmpicos de ingravidez¡±, dice Clervoy.
¡°La sensaci¨®n de ingravidez es muy parecida a la que uno experimenta en el espacio¡±, reflexiona Duque. ¡°Para m¨ª, la diferencia mayor entre los dos es la sensaci¨®n de prisa que uno tiene inevitablemente cuando tiene que intentar experimentar sensaciones que solo duran veintitantos segundos, al final de las cuales uno debe prepararse para un impacto. Y, por supuesto, si la ingravidez te hace pasarlo mal, en el espacio no hay escapatoria¡±.
Crockford y sus amigos posan con turbantes y caretas para la media docena de fot¨®grafos a bordo. Las c¨¢maras fijas graban cada detalle por todo el avi¨®n durante las casi dos horas de vuelo. La compa?¨ªa sabe que buena parte de la raz¨®n para pagar los 6.000 euros (IVA incluido) que cuesta esta experiencia es poder compartirla, as¨ª que se asegura de que todo el mundo pueda exhibir en las redes o con sus amigos una foto o un v¨ªdeo flotando en el espacio.
Novespace opera estos vuelos bajo la marca Air Zero G, junto con su socio, la compa?¨ªa aeron¨¢utica Avico. La experiencia incluye una cena de bienvenida el d¨ªa anterior al viaje, el traslado del hotel al hangar, un certificado de vuelo, un c¨®ctel posterior para reponer fuerzas y una tarjeta USB con fotos y v¨ªdeos. Los pasajeros deben ser mayores de edad y tienen que someterse a una revisi¨®n m¨¦dica y un electrocardiograma un mes antes del vuelo. La ingravidez en periodos tan breves no tiene efectos permanentes sobre el cuerpo, pero la hipergravedad puede provocar mareos y taquicardias. Novespace asegura que solo ha tenido un incidente en estos a?os, cuando una pasajera se torci¨® un tobillo en el hangar.
Air Zero G realiz¨® tres vuelos en 2013, y otros tres en 2014, pero en 2015 ha realizado cinco. El objetivo de la compa?¨ªa es hacer seis al a?o, ¡°no m¨¢s¡±, explica Thierry Gharib, director de Novespace. Las piruetas de este avi¨®n tienen su coste: la estructura del aparato sufre 50 veces m¨¢s fatiga que un avi¨®n normal, sus motores trabajan al m¨¢ximo y, adem¨¢s, el objetivo de la compa?¨ªa sigue siendo los vuelos cient¨ªficos, as¨ª que Gharib no cree que se puedan reducir dr¨¢sticamente los precios como para que los vuelos en gravedad cero se conviertan en tendencia. Pero s¨ª quieren ampliar su foco. Gharib explica que la compa?¨ªa comenzar¨¢ a volar el a?o que viene desde un aeropuerto alem¨¢n y uno espa?ol, aunque no desvela cu¨¢l ni cu¨¢ndo. El m¨¢ximo ser¨¢n unos 10 o 15 vuelos al a?o, y siempre ¡°teniendo a la ciencia como prioridad¡±, explica. ¡°Todos los ingresos de esta actividad revierten en m¨¢s investigaci¨®n y m¨¢s puestos de trabajo para pilotos de pruebas, t¨¦cnicos de mantenimiento de aeronaves y otras profesiones, por lo que es positivo que exista¡±, a?ade Duque.
En los vuelos de Air Zero G, explica Gharib, han participado viajeros desde los 20 a los 75 a?os, que responden a dos tipos de perfiles: hay cient¨ªficos, m¨¦dicos e ingenieros apasionados de la ciencia, la tecnolog¨ªa y el espacio, y tambi¨¦n gente que tiene mucho dinero y quiere gastarlo. La mayor¨ªa de pasajeros del vuelo en el que se realiz¨® este reportaje, el pasado 20 de noviembre, responden al primer perfil, y durante el c¨®ctel posterior se sienten cansados, pero impresionados y felices. Muchos repetir¨ªan si el precio fuera menor, otros creen que les basta con esta experiencia y alguno se muestra disgustado por la cantidad de compa?eros con los que uno se topa volando y la escasez de tiempo en ingravidez: un total de tres minutos y medio.
¡°La experiencia es ¨²nica. Tenemos que explicarlo bien, porque a¨²n hay mucha gente que se cree que en los centros de preparaci¨®n de astronautas hay una c¨¢mara de ingravidez donde podemos flotar y prepararnos para el vuelo. Ya no es que no exista, es que no puede existir jam¨¢s en la f¨ªsica que conocemos¡±, cuenta Duque. ¡°Si quieres experimentar ingravidez, es esto o salir al espacio¡±, a?ade el astronauta, y dice que estos vuelos siempre estar¨¢n dentro de la categor¨ªa de turismo de experiencias, ¡°en el que hay que encomendarse al cuidado de t¨¦cnicos experimentados para vivir lo que ellos viven en condiciones de seguridad¡±. Nunca habr¨¢, por tanto, un turismo masivo de astronautas a tiempo parcial, pero siempre habr¨¢ quien pague cualquier cosa por saber lo que se siente cuando, en palabras del ilusionista Penn Jillette, ¡°tu cuerpo echa a volar¡±.
elpaissemanal@elpais.es
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