Con Rajoy, con la campa?a
La agresi¨®n al presidente rompe la total tranquilidad del periodo electoral
La agresi¨®n sufrida ayer por Mariano Rajoy durante un paseo electoral en Pontevedra merece la m¨¢s en¨¦rgica condena, entre otras muchas razones, porque rompe la tranquilidad en que discurr¨ªa una campa?a que se desarrollaba con absoluta normalidad. La mejor prueba de esa tranquilidad es que gran parte de los escenarios de la acci¨®n electoral son las calles, las plazas y los mercados populares, a los que se acercan los candidatos con la confianza que merece un pa¨ªs tranquilo, sereno y libre. As¨ª vienen haci¨¦ndolo habitualmente y, hasta ayer, sin haber sido v¨ªctimas del menor incidente.
No hay agresi¨®n tolerable en una democracia, en la que todos pueden defender sus ideas de forma pac¨ªfica. Por eso ser¨ªa grave tanto restar importancia al brutal pu?etazo sufrido por el presidente del Gobierno y candidato del Partido Popular como no preguntarse si la seguridad en torno a los candidatos est¨¢ garantizada razonablemente, a sabiendas de que cuando los pol¨ªticos salen al encuentro de la gente en lugares p¨²blicos es imposible descartar al 100% que pueda suceder algo desagradable.
Ninguna diferencia justifica ni por asomo el uso de la violencia. Lo que une a todos los dem¨®cratas es su firmeza frente a cualquier intento de alterar la normalidad. Y el mejor respaldo es el mantenimiento de las actividades de campa?a encaminadas a poner a disposici¨®n de los ciudadanos los elementos que les permitan tomar sus decisiones. Una determinaci¨®n que ha de ser libre y no verse condicionada por intimidaciones. No puede haber justificaci¨®n, des¨¢nimo ni desmoralizaci¨®n por la agresi¨®n de un mat¨®n de 17 a?os, que adem¨¢s se vanaglori¨® de haberlo hecho al ser detenido. Esa actitud es por completo deplorable y para nada responde al clima de completa libertad ¡ªhay que insistir¡ª en que est¨¢ desarroll¨¢ndose la campa?a.
Y no hay duda de que el conjunto de la sociedad siente tanta repugnancia hacia esta incalificable agresi¨®n como la que puedan experimentar los colaboradores y partidarios m¨¢s estrechos de Rajoy; la prueba est¨¢ en la solidaridad demostrada de inmediato, entre otros, por Pedro S¨¢nchez y Albert Rivera, o la indignaci¨®n expresada por Pablo Iglesias al enterarse de lo sucedido.
La investigaci¨®n determinar¨¢ las circunstancias que a¨²n no conocemos del agresor. En todo caso, la tranquilidad de las calles y la vida social en este pa¨ªs constituye un valor demasiado precioso como para considerarlo en peligro por la acci¨®n de un joven descarriado. Los actos violentos no pueden descartarse, pero precisamente Espa?a es de los pa¨ªses m¨¢s tranquilos y tolerantes de entre las democracias de nuestro entorno. Y as¨ª debe seguir si¨¦ndolo, con el apoyo y la serenidad de todos.
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