Evgeny Morozov: ¡°Los datos son una de las m¨¢s preciadas mercanc¨ªas¡±
En su nuevo libro, ¡®La locura del solucionismo tecnol¨®gico¡¯ (Clave Intelectual, 2015), el intelectual bielorruso carga contra los peligros de Internet y el discurso tecnout¨®pico
Hubo un tiempo en que Evgeny Morozov crey¨® en la revoluci¨®n digital. Confi¨® en el poder emancipador de la Red, en la abolici¨®n de las viejas jerarqu¨ªas, en la emergencia de un para¨ªso horizontal m¨¢s justo, en unas nuevas tecnolog¨ªas capaces de alumbrar un mundo mejor. Le dur¨® poco la fiebre. Fue a mediados de la d¨¦cada de los a?os 2000, en los d¨ªas en que vio c¨®mo los blogs y los mensajes de texto espoleaban la revoluci¨®n naranja de Ucrania y el ?crowdfunding avivaba la campa?a del candidato dem¨®crata norteamericano Howard Dean. Poco tard¨® en darse cuenta de que las nuevas herramientas tecnol¨®gicas tambi¨¦n pod¨ªan ser usadas por los Gobiernos para vigilar, generar propaganda y manipular la conversaci¨®n en las redes. Fruto de estas reflexiones fue El desenga?o de Internet (Destino, 2012), libro en el que se mostraba esc¨¦ptico sobre la capacidad de las redes de ser instrumento de cambio pol¨ªtico. Un escepticismo que se expande en su nuevo libro, La locura del solucionismo ?tecnol¨®gico (Clave Intelectual, 2015).
Morozov se come un bocadillo en una sala de reuniones del Waterfront Congress Center de Estocolmo, ubicado junto a la estaci¨®n central de la capital sueca. Acaba de pronunciar una de sus provocadoras conferencias en el Internetdagarna, evento tecnol¨®gico anual, y no le ha dado tiempo ni a comer. Vestido de negro de la cabeza a los pies, se muestra como un entrevistado r¨¢pido, prolijo. Su an¨¢lisis de la tecnolog¨ªa ha despegado y se ha convertido en un discurso pol¨ªtico con vocaci¨®n transformadora.
Existe una narrativa, muy extendida, sobre la idea de compartir en Internet; las empresas tecnol¨®gicas nos invitan a hacerlo constantemente. ?Dir¨ªa que como consecuencia de ello compartimos m¨¢s? Silicon Valley hizo una especie de alianza en los setenta con intelectuales. Siempre habr¨¢ gente, a los que llamar¨¦ idiotas ¨²tiles, que intentar¨¢n capturar el zeitgeist [esp¨ªritu de la ¨¦poca]. Habr¨¢ libros, conferencias y charlas para que esos intelectuales puedan hacer de portavoces de la causa. Silicon Valley promueve mininarrativas. Nos habla de la web 2.0 y, cuando se agota, habla del Internet de las cosas, de la econom¨ªa colaborativa¡ Identifican peque?os fragmentos, ocupan el debate durante dos a?os y luego salen con una nueva historia. No hay mucho contenido en esas narrativas. He trabajado durante suficiente tiempo en esto como para decir que son tonter¨ªas. Despu¨¦s de la econom¨ªa colaborativa vendr¨¢ la econom¨ªa solidaria, de los cuidados. Lo que nos dicen estas empresas es falso. Cuando voy por ah¨ª diciendo que para entender a Silicon Valley hay que mirar a Wall Street, al Pent¨¢gono, a las finanzas, a la geopol¨ªtica o al imperialismo, les resulta inc¨®modo escucharlo porque prefieren hablar de los fondos de capital riesgo, de los emprendedores, del garaje de Steve Jobs, del LSD¡
Esos dispositivos que usamos, llamados inteligentes, ?nos pueden convertir en m¨¢s est¨²pidos? Hay que impugnar la palabra inteligente. Me gusta aplicar una perspectiva hist¨®rica. Muchos de los dispositivos inteligentes que nos rodean reflejan intereses y compromisos de la gente que los fabrica o configura. El motivo por el que la gente comprueba una y otra vez su Facebook o Twitter en el tel¨¦fono es que los sistemas han sido dise?ados para crear esas dependencias. El modelo de negocio de este tipo de servicios es as¨ª. Cuantos m¨¢s clics hago, m¨¢s valioso soy; ocurre, casi, como con el condicionamiento de Pavlov. Cuantos m¨¢s clics m¨ªos consiguen, m¨¢s dinero hacen conmigo, lo que hace que dise?en los servicios para maximizar esos clics. Yo tengo una perspectiva c¨ªnica, banal y racional de que el dinero es lo que rige el mundo. Y eso explica el modo en que se conciben los servicios. ?Que ese sistema nos distrae y dificulta que nos centremos? Por supuesto. ?Es un problema de los dispositivos inteligentes? No. Es cuesti¨®n del modelo de negocio. Me niego a creer que no haya otra manera de generar comunicaci¨®n entre la gente sin generar distracci¨®n. Ser¨ªa la derrota final de la imaginaci¨®n. Debemos ser capaces de so?ar y pensar en t¨¦rminos que no est¨¦n definidos por Silicon Valley. Para m¨ª, en este punto, las empresas de tecnolog¨ªa son como las cadenas de comida r¨¢pida, las casas de apuestas o los casinos: crean y manufacturan una adicci¨®n que luego tiene unas consecuencias. En el caso de las tecnol¨®gicas, la distracci¨®n.
Las empresas?de tecnolog¨ªa crean una adicci¨®n que genera distracci¨®n¡±
La directora de operaciones de Facebook, Sheryl Sandberg, dice que Facebook nos ayuda a expresar nuestro aut¨¦ntico yo. Esta plataforma probablemente cambia el modo en que nos percibimos a nosotros mismos o c¨®mo nos construimos, ?qu¨¦ opina? Facebook es un servicio que se basa en hacernos sentir ansiosos, sobre nosotros, nuestros amigos, nuestro lugar en la sociedad. La gente invierte mucha energ¨ªa en actualizar la informaci¨®n, la ansiedad es la moneda que lo rige. En este sentido, est¨¢ claro que tu ser en Facebook afecta a c¨®mo te concibes a ti mismo, c¨®mo ves tu relaci¨®n con los amigos, c¨®mo te presentas ante otros¡
?Quiere decir que cuanto m¨¢s lo usa uno, m¨¢s ansioso es? No digo que sea una relaci¨®n lineal, aunque probablemente podr¨ªa ser as¨ª. Debe de haber un momento en que se llegue a una meseta de ansiedad y, en ese punto, te medicas, te suicidas o te calmas [risas]. Es la psicopatolog¨ªa del hipercapitalismo.
?En qu¨¦ consiste la psicopatolog¨ªa del hipercapitalismo? ?Es una explotaci¨®n de tus m¨¢s queridas e ¨ªntimas relaciones! Tu ?amistad con otras personas para beneficio de una gigantesca compa?¨ªa norteamericana. Con Facebook es menos visible. Ni siquiera concebimos que sea posible organizar un proyecto de resistencia a estas empresas. Atacar a Facebook ahora es atacar al capitalismo m¨¢s avanzado. Frente a los que propondr¨ªan un cambio en el algoritmo de Facebook, yo soy m¨¢s dr¨¢stico: yo construir¨ªa una alternativa a Facebook con dinero ?p¨²blico en vez de aceptar que la ¨²nica manera de organizar las comunicaciones es a trav¨¦s de esta firma.
En ese af¨¢n de Silicon Valley de intentar solucionar cada problema al que se enfrenta el ser humano, parece que Whats?App intentara buscar una soluci¨®n para nuestra soledad. Silicon Valley te vender¨¢ cualquier cosa que le permita hacer dinero. Si es con la soledad, te vender¨¢ herramientas para hacer dinero con tu soledad. Pocas cosas, hoy en d¨ªa, no est¨¢n sujetas al mercantilismo. Silicon Valley crea problemas con una mano que intenta solucionar con la otra vendi¨¦ndonos nuevos productos.
A menudo le han calificado de tecnoesc¨¦ptico o tecn¨®fobo. Pero lo que usted dice en su nuevo libro es que es un hereje digital. S¨ª, us¨¦ ese t¨¦rmino. Era un modo de posicionarme frente a los debates contempor¨¢neos sobre Silicon Valley. Lo cierto es que si por hereje se entiende a alguien que dice cosas que son peligrosas, subversivas y que van contra la corriente del debate, soy un hereje, aunque solo sea por naturaleza sociol¨®gica. Pero mi herej¨ªa se ha extendido a otros temas; ya no soy un hereje digital, ahora estoy m¨¢s confortable si¨¦ndolo en la pol¨ªtica y la econom¨ªa.
Su discurso en los ¨²ltimos tiempos est¨¢ muy orientado hacia la cuesti¨®n de los datos. ?Qu¨¦ es lo que hace que el debate en torno a este asunto sea para usted crucial? Estamos en una era en que los datos son algo en torno a lo que emergen nuevos modelos de negocio y nuevas formas de explotaci¨®n.
Pero la gente, en general, no parece excesivamente preocupada por ceder sus datos. Lo importante es identificar los puntos de explotaci¨®n, aunque esta se haga de manera que resulte placentera.
?Google y Facebook nos est¨¢n explotando? Explotan los datos que generamos para hacer dinero con ellos; lo cual tiene muchas otras consecuencias, como el modo en que esto facilita la vigilancia. Para m¨ª, b¨¢sicamente, Google quiere ser el nuevo Estado del bienestar y el nuevo partido pol¨ªtico. Quieren reunir tantos datos como puedan. Y, proactivamente, luchan contra las enfermedades; proactivamente, quieren que est¨¦s m¨¢s sano; proactivamente, quieren que aprendas cosas que no habr¨ªas aprendido de ning¨²n otro modo; generan tiempo libre para ti y solo tendr¨¢s acceso a ¨¦l si usas su sistema. En ese sentido, se convierten en el veh¨ªculo a trav¨¦s del cual se genera un tipo de movilidad social o de avance. Mi miedo es que ya no haya marcha atr¨¢s. Ellos poseen la infraestructura, tienen los datos. Y si se quiere poner en marcha un servicio alternativo, ser¨¢ complicado.
?Qu¨¦ es lo que se hace con nuestros datos? En las ¨²ltimas cinco d¨¦cadas, los datos se han convertido en una de las m¨¢s preciadas mercanc¨ªas. Tu seguro quiere saber qu¨¦ posibilidades tienes de enfermar; tu banco quiere saber qu¨¦ probabilidades tienes de no pagar tu hipoteca. Hay un mercado gigante de la venta de datos, no solo de tipo digital: si no miras lo que firmas cuando ofreces datos, es m¨¢s que posible que acaben siendo agregados en una base administrada por un pu?ado de firmas norteamericanas.
?Y qu¨¦ es lo que se deber¨ªa hacer con ellos? Hay tres opciones. Una es el statu quo: que un par de monopolios, Google y Facebook, contin¨²en recopilando a¨²n m¨¢s informaci¨®n sobre nuestra vida para que pueda ser integrada en dispositivos inteligentes: mesas inteligentes, termostatos inteligentes; cualquier cosa que tenga un sensor generar¨¢ un dato. Google Now es el paradigma de un sistema que intenta hacer acopio de todos esos datos para hacer predicciones y darte ideas. Si sabe que vas a volar te recuerda que hagas el check in, te dice el tiempo que te va a hacer, como un asistente virtual. Es el discurso de Google en t¨¦rminos de movilidad social: dar a los pobres los servicios que los ricos ya reciben.
?Cu¨¢les son las otras opciones? La segunda es seguir a los disruptores. Hay compa?¨ªas que chupan nuestros datos y los convierten en dinero. Una soluci¨®n es que cada cual capture sus propios datos y los integre en un perfil, dando acceso a quien quiera y cobrando por ello. De ese modo, uno se convierte en un empresario. Y la tercera opci¨®n a¨²n no est¨¢ muy articulada, pero deber¨ªa ser perseguida. Los datos, en un buen marco pol¨ªtico, econ¨®mico y legal, pueden llevarnos a servicios fant¨¢sticos. El ¨²nico futuro del transporte p¨²blico es una combinaci¨®n de datos, algoritmos y sensores que determinan d¨®nde est¨¢ la gente y ad¨®nde quiere ir.
?Y de qui¨¦n ser¨ªan los datos en este caso? Habr¨ªa que oponerse a que el paradigma de la propiedad privada se extienda a los datos. Ha habido esfuerzos de comercializar hasta el aire, y hay que oponerse. Los datos, sin la capacidad de analizarlos, no son gran cosa. Hoy en d¨ªa solo algunas grandes empresas son capaces de estudiarlos. Esa informaci¨®n deber¨ªa estar bajo un control p¨²blico, que no significa un control del Estado, sino de los ciudadanos. La reciente fascinaci¨®n en Europa por esa idea del com¨²n, que no tiene nada que ver con la de los comunes, es un marco sano. La gente podr¨ªa ceder esos datos voluntariamente, pero siendo propietaria de estos.
Esta es una postura pol¨ªtica, ?qu¨¦ es lo que le interesa del com¨²n? Mi propio cambio pol¨ªtico y filos¨®fico de los ¨²ltimos a?os ha ocurrido porque de pronto result¨® obvio para m¨ª que no puedes ganar batallas a Silicon Valley de modo disperso. Puedo escribir una rese?a al d¨ªa, pelearme con esta gente en ?Twitter, y eso no cambia nada. La ¨²nica manera de cambiar las cosas es empotrarte en los procesos pol¨ªticos y econ¨®micos que pueden cambiar las cosas de verdad. Para m¨ª significa que tengo que adoptar una posici¨®n realista y sobria sobre lo que es posible alrededor de los que intentan impugnar lo que Silicon Valley, Washington, Wall Street y el Pent¨¢gono intentan en el globo.
?Y qu¨¦ es lo que est¨¢n intentando hacer? Dinero. Tengo una explicaci¨®n de c¨®mo funciona todo: un pu?ado de empresas marcan el tempo y el ritmo al que funciona el mundo. Son las que influyen en los textos que se est¨¢n aprobando de los tratados transatl¨¢nticos que est¨¢n a punto de firmarse en Europa y Estados Unidos. Esos tratados est¨¢n redactados para proteger a las empresas y no a los ciudadanos. En este sentido, soy c¨ªnico, o realista, acerca de c¨®mo est¨¢ distribuido el poder en el mundo en estos d¨ªas. A Google y Facebook les gustar¨ªa expandirse a otras zonas del globo para acumular m¨¢s usuarios, m¨¢s datos, venderles m¨¢s anuncios. Pero es muy dif¨ªcil que haya gente que haga una lectura pol¨ªtica de Google y Facebook porque los ven o como inofensivos e inocentes, o como heraldos del poscapitalismo, o como plataformas para evitar la hegemon¨ªa de los medios. Facebook es bueno, piensa la gente, porque nos permite enviar mensajes al margen del dominio de los peri¨®dicos y televisiones. Incluso los movimientos pol¨ªticos que intentan desafiar la dominaci¨®n de la ideolog¨ªa neoliberal en estos d¨ªas no pueden hacer una lectura sobria de Silicon Valley.
Evgeny Morozov
Ha experimentado un gran cambio f¨ªsico en los ¨²ltimos dos a?os. Ha perdido 40 kilos. Cuando se mud¨® de Palo Alto a Boston, cambi¨® de h¨¢bitos, empez¨® a hacer ejercicio y dej¨® de comer carne. Nacido en Soligorsk, Bielorrusia, en 1984, en una familia que trabajaba en las minas de potasio locales, se form¨® en la American University de Bulgaria, un centro de formaci¨®n de l¨ªderes. Con sus estudios de Econ¨®micas y Administraci¨®n de Empresas, hizo unas pr¨¢cticas en JP Morgan antes de desviarse hacia las nuevas tecnolog¨ªas y pronto vio la cara oculta del discurso tecnout¨®pico. Es autor de El desenga?o de Internet (2012) y La locura del solucionismo tecnol¨®gico (Clave Intelectual, 2015).
?Usted, en realidad, qu¨¦ quiere cambiar? Yo quiero cambiar muchas cosas. El proyecto de oponerse al poder de las grandes empresas, que tradicionalmente ha sido una prerrogativa de la izquierda, ya no entiende c¨®mo funciona el dominio hoy, porque no hacen un buen an¨¢lisis de la tecnolog¨ªa, y no son capaces de construir o reclamar infraestructuras que han sido entregadas con las privatizaciones. Sin una lectura pol¨ªtica adecuada de c¨®mo encaja Silicon Valley en todo esto, no pueden oponerse al poder de las empresas. Si coges a Yanis Varoufakis, que, probablemente, es la cara de la oposici¨®n a la agenda neoliberal en Europa: es un gran tipo, con cosas interesantes que decir, pero ?su comprensi¨®n de la dimensi¨®n tecnol¨®gica del proyecto neoliberal moderno?: cero. Tomemos Syriza, o Podemos, o muchos otros actores que intentan oponerse al capitalismo neoliberal hoy. Tienen un problema para comprender la que, para m¨ª, es la caracter¨ªstica m¨¢s importante del capitalismo hoy en d¨ªa: su naturaleza de fen¨®meno propulsado por las tecnolog¨ªas digitales de la informaci¨®n.
Y entonces¡ La menos ambiciosa de mis tareas ser¨ªa, al menos, poner estas cuestiones sobre la mesa para que puedan reflexionar sobre ellas quienes est¨¢n oponi¨¦ndose al actual neoliberalismo comandado por las grandes empresas; conseguir que lo escuchen algunas personas que est¨¢n inmersas en una gran confusi¨®n sobre el estado de las cosas actual, que ni siquiera discuten nada porque creen que la vieja divisi¨®n de la tribu de la izquierda ya pas¨®, que piensan que el capitalismo va a ser reemplazado por una econom¨ªa colaborativa, una sociedad pospoder, muy horizontal¡
No s¨¦ si este es un buen resumen, pero, escuch¨¢ndole, parece que usted ahora cuestionara m¨¢s el neoliberalismo que a Silicon Valley. S¨ª, es un buen resumen. Para m¨ª Silicon Valley es un efecto, y no la causa, del neoliberalismo. Hay algunos cambios estructurales del capitalismo que est¨¢n conectados con la tecnolog¨ªa. Ser¨ªa incorrecto pensar que todos los dem¨¢s factores que han dado forma al paisaje en el que se hace pol¨ªtica se hayan vuelto obsoletos. Es importante tener clara la conexi¨®n de Silicon Valley con el Ej¨¦rcito norteamericano, que a¨²n provee buena parte del dinero.
?A Silicon Valley? A Silicon Valley, a las startups, la rob¨®tica, la biotecnolog¨ªa, el reconocimiento facial¡
?Y esto qu¨¦ implica? Que el factor tradicional de an¨¢lisis para explicar el mundo, que fue siempre la guerra, la militarizaci¨®n, no ha desaparecido. Silicon Valley actualmente representa a algunas fuerzas estructurales que fueron identificadas hace tiempo. La guerra, Wall Street¡ ?De d¨®nde viene todo ese dinero que se invierte en est¨²pidas startups? Es incre¨ªble ver que cualquiera que quiera crear una app en Silicon Valley pueda levantar 10 millones de d¨®lares en una tarde. Hay que entender los cambios en la econom¨ªa global. ?Por qu¨¦ se ha redirigido tanto dinero de la econom¨ªa real, f¨¢bricas, inversiones en el sector productivo, hacia el capital financiero especulativo? Nuestros fondos de pensiones ya no se invierten en bonos del Estado seguros, sino en otros fondos que reinvierten en firmas de capital riesgo que reinvierten en startups. Se puede focalizar el an¨¢lisis en Silicon Valley, pero hay que entender lo que lo hace posible.
Usted curs¨® estudios en una universidad con fundamentos ideol¨®gicos liberales, pero ?influye de alg¨²n modo en su visi¨®n pol¨ªtica el hecho de haber sido educado en Bielorrusia? Bielorrusia no influy¨® demasiado en mi educaci¨®n pol¨ªtica. Es un lugar de Europa interesante porque ha conseguido congelar el tiempo. No niego las violaciones de derechos humanos y la falta de libertad de expresi¨®n. Pero congelar el tiempo, como modo de impedir la toma neoliberal de la industria, es interesante, los historiadores lo estudiar¨¢n. En cualquier caso, mi visi¨®n no tiene nada que ver con el hecho de haber crecido en Bielorrusia. Soy de izquierdas, pero de la izquierda consciente de los peligros de la centralizaci¨®n del poder y de la inflexibilidad.
Y ya en otro orden de cosas, los atentados de Par¨ªs han vuelto a despertar el viejo debate sobre los l¨ªmites de la privacidad y los de la seguridad. ?C¨®mo se sit¨²a ante esta cuesti¨®n? La evidencia emp¨ªrica muestra que es muy dif¨ªcil decir que las t¨¦cnicas avanzadas de vigilancia implementadas en Europa y Norteam¨¦rica desde hace tiempo hayan dado frutos. No vemos pruebas que sugieran que la capacidad de los servicios de inteligencia de monitorizar las actividades de terroristas o sospechosos conocidos, de gente que ha estado en el radar de los trabajos de seguridad, con leyes ya bastante permisivas, haya conseguido gran cosa. As¨ª que no tengo motivos para creer que vayan a ser m¨¢s eficientes si van por ese camino.
elpaissemanal@elpais.es
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