Yo pas¨¦ la Nochevieja solo y acab¨¦ como acab¨¦
Un hombre de 37 a?os, divorciado. Discute con sus padres y decide afrontar Fin de A?o sin compa?¨ªa. Este es el relato de su aventura
Tengo 37 a?os y me divorci¨¦ hace uno. Tengo una hija en edad preescolar. No cuento con pareja estable; a decir verdad, hace tiempo que no estoy con una chica. Vamos a decir que me llamo Agust¨ªn. Pas¨¦ esta Nochebuena con mis padres y sali¨® mal. Discutimos mucho y, para colmo, tuve que comerme esos malditos orejones de albaricoque, que creo que me repiten todav¨ªa. Aprend¨ª la lecci¨®n: aunque ten¨ªa previsto quedarme tambi¨¦n con ellos en Fin de A?o, puse una excusa para no asistir. Luego busqu¨¦ una alternativa, pero la realidad es esta: casi todos mis amigos se quedan ahora en sus casas con sus familias; algunos pocos salen de viaje o tienen planes a los que ya no puedo unirme. Con este panorama, en lugar de frustrarme, tom¨¦ la ¨²nica decisi¨®n digna: pasar la Nochevieja solo.
Me siento un alma libre, el viento hincha mis velas y las burbujas hinchan mi barriga. Pero el bar anuncia su cierre y me vuelvo a mi casa a disfrutar de la mejor compa?¨ªa: yo mismo"
31 de diciembre, 20:00 horas. Lo tengo todo controlado. Salgo del supermercado con la pularda al horno que he encargado para m¨ª solo. Dejo en mi cocina el recipiente de aluminio y bajo al bar a brindar con quien me encuentre. Pido cava rosado, presumo de anticonvencional y cuento a todo el mundo que esta noche no tengo compromisos y que puedo hacer lo que quiera. Me siento un alma libre, el viento hincha mis velas y las burbujas hinchan mi barriga. Pero el bar anuncia su cierre y me vuelvo a mi casa a disfrutar de la mejor compa?¨ªa: yo mismo.
31 de diciembre, 21:45 horas. Me pongo un disco de ¨¦xitos de Frank Sinatra mientras visto mi mesa de gala. Como estoy solo, podr¨ªa cenar donde me diera la gana, incluso en una bandeja, pero es importante mantener el glamour. Un par de velas y la voz de Frank ambientan mi comedor, y dispongo plato y cubiertos para un comensal ¨²nico sobre una bandeja dorada que he adquirido tambi¨¦n en el s¨²per. Se me ha ocurrido rodearla de pi?ones blancos y estoy orgulloso de la idea. Pero abro el recipiente de la pularda y me encuentro con un pollo enorme. Doy un par de vueltas a la mesa de la cocina pensando qu¨¦ hacer con eso. En mi m¨®vil no dejan de caer mensajes grupales de ¡°Feliz 2016¡±. Me pongo nervioso y lo apago. La pularda se ha enfriado y, evidentemente, no cabe en el microondas.
De camino al servicio cruzo mi dormitorio y veo el traje negro sobre mi cama. Como soy un hombre de acci¨®n (achispado, pero de acci¨®n), tomo la decisi¨®n de salir de fiesta. Sin hoja de ruta"
31 de diciembre, 22:30 horas. Soy un hombre de acci¨®n y tengo hambre: decido trocear la pularda para calentar mi porci¨®n en el microondas. De todos modos, no podr¨ªa com¨¦rmela toda. Al abrir el ave, descubro que est¨¢ rellena de orejones de albaricoque. Pero, ?sabes qu¨¦? Esta vez no tengo que com¨¦rmelos. Programo tres minutos de calor y el disco de Sinatra en bucle. La mesa est¨¢ a punto. Sin cu?ados. Sin madres, ni padres. Un para¨ªso. Cuatro millones de espa?oles se sienten solos y es una pena, pero a m¨ª, esta noche, me encanta ser uno ellos. Descorcho m¨¢s cava (voy a cenar con cava, porque dejarlo para el postre es una torpeza com¨²n que amarga el paladar) y, al tiempo, suena el timbre del microondas. Creo que es el instante de mayor estr¨¦s, imag¨ªnate. Una delicia. La cena est¨¢ servida.
31 de diciembre, 23:25 horas. Cuando cenas solo, todo se acaba enseguida. No pierdes el tiempo en conversaciones superfluas. Me he comido, a ojo, el 10% de la pularda, que estaba buen¨ªsima. Me ha sobrado tanto que ma?ana puedo invitar a quien quiera. Pero, ?qu¨¦ digo? ?Con lo bien que se est¨¢ solo! Sobre mi cama he estirado un traje negro que va bien para todo: bodas, funerales o salidas de Nochevieja. Todav¨ªa no s¨¦ qu¨¦ voy a hacer esta madrugada. Tengo tiempo para pensarlo. Y a¨²n falta un rato para las uvas. Enciendo el m¨®vil otra vez y se descargan de golpe un mont¨®n de felicitaciones masivas, frases hechas y dichos de Paulo Coelho que lo mismo sirven para A?o Nuevo que para San Ferm¨ªn. Mi madre me ve en l¨ªnea y al momento me llama. Le repito que es una pena no poder pasar la noche con ellos. "Ya ves, aqu¨ª estoy, trabajando", miento. Me dice que me quiere. Me siento inc¨®modo.
Mi madre me ve en l¨ªnea y al momento me llama. Le repito que es una pena no poder pasar la noche con ellos. "Ya ves, aqu¨ª estoy, trabajando", miento. Me dice que me quiere. Me siento inc¨®modo"
31 de diciembre, 23:55 horas. He encendido la tele. Por primera vez en mi vida, voy a ver las campanadas solo y tranquilamente. No tengo uvas. Lo de las uvas siempre me ha parecido muy cansino. Dan las 0:00. La verdad es que, cuando no tienes uvas, tampoco sabes muy bien qu¨¦ hacer con los cuartos, las campanadas y toda esa macana. Me invade un sentimiento de gravedad. En la pantalla, Anne Igartiburu y Ram¨®n Garc¨ªa anuncian el nuevo a?o. ?l lleva su habitual capa de tuno. Ella va de rojo vivo y, a trav¨¦s del muro de mi apartamento de protecci¨®n oficial, oigo a mi vecina gritar lo siguiente: "?Esa cara y esos pechos son de embarazada!". Creo que se refiere a Anne, porque es verdad que en Antena 3 est¨¢ Carlos Sobera con Cristina Pedroche hecha una transparencia. Suena el m¨®vil. Es mi madre, otra vez. Decido no coger, por si vuelve a decirme que me quiere.
1 de enero, 2:00 horas.?Llevo ciento veinte minutos hipnotizado ante el televisor, embobado. Sentarse frente a la pantalla en Nochevieja y hacer zapping puede resultar una experiencia caleidosc¨®pica. En TVE ofrecen un programa convencional que arranca con David Bisbal y va luego hilvanando actuaciones de Mal¨², Pablo L¨®pez, Sergio Dalma y as¨ª. Ponen las campanadas de Canarias y hacen sorteos de dinero. Mientras, en La 2 se nos personan Los Fresones Rebeldes como si fuera normal. En Antena 3 no se gastan un euro y recurren al refrito de costumbre; una cadena de grabaciones de archivo para karaoke: Juan Magan, Pitbull, Camela, Pablo Motos cantando con Jorge Lorenzo y un repertorio, en general, m¨¢s orientado a lo p¨¦lvico. En Telecinco meten un popurr¨ª de Los Del R¨ªo, vade retro. De vuelta a TVE, Bebe da paso a una gracieta de Eva Gonz¨¢lez con Pepe Viyuela. ?l va de frac y pajarita, y se parece m¨¢s a Anacleto que a Filem¨®n. Luego viene un mago. Un frenes¨ª, ya digo. He bebido suficiente cava como para sentirme achispado y adormecido a la vez. De camino al servicio cruzo mi dormitorio y veo el traje negro sobre mi cama. Como soy un hombre de acci¨®n (achispado, pero de acci¨®n), tomo la decisi¨®n de salir de fiesta. Sin hoja de ruta.
Me abordan dos chicas en la cola del taxi y me preguntan en qu¨¦ direcci¨®n voy. Como soy de los pr¨®ximos en salir y ellas est¨¢n medio congeladas por el fr¨ªo, se ofrecen a dejarme en mi casa, ocup¨¢ndose del gasto, si comparto mi veh¨ªculo con ellas"
1 de enero, 2:20 horas. En un momentito me he puesto colonia fina, mi traje negro y me he subido a un taxi. Por suerte, no parece que vaya a llover mucho. Mi destino es un bar del centro, un cl¨¢sico de la primera copa. En la puerta me encuentro a un conocido. Lleva un collar de pl¨¢stico con colores chillones que le afea el esmoquin. Me abraza como si volviese yo de la muerte. Quiero entrar con ¨¦l y sus amigos al establecimiento, pero se me niega el paso. Por lo visto, en el local hay una fiesta y todo el aforo est¨¢ vendido. Como la entrada incluye barra libre, mi conocido se ofrece a sacarme una copa si me quedo en la puerta; algo es algo. Agradezco su amabilidad y le digo que de ninguna manera. Miento y juro que de todos modos he quedado en otra parte. Luego pruebo suerte en dos bares m¨¢s de la zona, pero con id¨¦ntico resultado. Veo a un vendedor ambulante asi¨¢tico y me compro una cerveza tibia. Me cobra un euro.
1 de enero, 4:00 horas. He felicitado el a?o a unas 1.200 personas, en su mayor¨ªa desconocidas. Tambi¨¦n me he cruzado con unos pocos amigos, todos con sus parejas, que me han dado tratamiento de exc¨¦ntrico. Mi salida en solitario es un fracaso; el ¨²nico local en el que he podido entrar era un bochinche masificado de adolescentes con trajes del Primark y viseras de b¨¦isbol. Tengo menos futuro que Blatter y Platini en un baile de la FIFA. Empieza a refrescar y busco un taxi de vuelta. Esta noche, dependiendo de la ciudad en la que vivas, las tarifas de los taxis pueden sufrir un incremento de 2 a 6,70 euros. Que no nos falte el valor. Todav¨ªa pondr¨¢n alguna repetici¨®n de Los Morancos en la tele.
1 de enero, 4:21 horas. Me abordan dos chicas en la cola del taxi y me preguntan en qu¨¦ direcci¨®n voy. Como soy de los pr¨®ximos en salir y ellas parecen destempladas, se ofrecen a dejarme en mi casa, ocup¨¢ndose del gasto, si comparto mi veh¨ªculo con ellas. Les pregunto ad¨®nde se dirigen ellas y me dicen que a una discoteca, que pincha un amigo suyo. Es verdad que tengo sue?o. Tambi¨¦n que soy un se?or con principios, y quienes me siguen en columna ponen ojos asesinos. A nadie le gusta que se le cuelen, y menos en una noche de estr¨¦s. Pero, por encima del sue?o y de los principios, soy un hombre de acci¨®n. As¨ª que decido acompa?arlas, para tener as¨ª algo que contar.
Un se?or de traje azul cobalto me pone dinero en la mano y me pide algo que no tengo; creo que me confunde con otra persona. Me retiro a un sof¨¢ para ordenar mis notas"
1 de enero, 6:45 horas. En el ¨²ltimo par de horas he comprado una entrada para una discoteca en la que no hubiera estado jam¨¢s. Me ha costado 15 euros que me han dado derecho a una copa. Puede que me haya tomado alguna m¨¢s por cuenta propia. Tambi¨¦n me han regalado una bolsa con un gorrito de cart¨®n, matasuegras y una cantidad de confeti letal para un asm¨¢tico. Por primera vez desde que sal¨ª de casa, he tenido suerte: no soy asm¨¢tico. Mis acompa?antes, Nieves y Lola, han resultado simp¨¢ticas. Una de ellas, Lola, se ha puesto un poco mala: ha tenido un amago de corte de digesti¨®n. Se ha pasado un rato sentada con el DJ, que es amigo suyo y ha pinchado un tema muy bueno de Curtis Harding. Repertorio aparte, la discoteca es un lugar infame que huele a podrido. Casi es por la ma?ana. Un se?or de traje azul cobalto me pone dinero en la mano y me pide algo que no tengo; creo que me confunde con otra persona. Me retiro a un sof¨¢ para ordenar mis notas.
1 de enero, 7:03 horas. Lola se ha ido a casa y la discoteca anuncia el cierre. Nieves me ha dicho que no le parece buena idea empezar el a?o sola. Entonces me ha besado, pero creo que un poco por compromiso. Los dos nos hemos sentido luego raros, como Luke y Leia bes¨¢ndose en Star Wars. La verdad es que a la princesa gal¨¢ctica se le mantiene mejor el recogido de fiesta; a estas alturas, Nieves lleva ya el mo?o como un nido de estorninos. Ha amanecido.
1 de enero, 8:00 horas. Estoy agotado. Nieves me ha mandado su n¨²mero de tel¨¦fono por whatsapp y se ha ido con el DJ a desayunar churros. Porque hay que mantener la tradici¨®n, ha dicho. Yo no quiero ni pensar en frituras. He llegado a mi casa sorteando desperdicios y botellas vac¨ªas. Me acuerdo de una noticia que le¨ª el a?o pasado: "Solo en Madrid, la Nochevieja gener¨® 26 toneladas de basura". Mi primer Fin de A?o en solitario no ha sido memorable, ni tampoco intrascendente. Pero ha sido distinto, y ha sido m¨ªo.
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