La fuerza no acompa?a

Esta semana he tomado una gran decisi¨®n: no me va a gustar la nueva de Star Wars. Y eso que a¨²n no he pedido hora para ir a verla. Podr¨ªa parecer que lo digo por provocar, o porque piense que, de las seis pelis de la saga vistas, solo la segunda es realmente brillante. Qu¨¦ va. Es miedo y rencor. Y esos sentimientos nacieron una dickensiananoche de invierno de 1982¡­

Fue la primera vez que nos dejaron salir solos del barrio. Mi vecino y yo, con apenas nueve a?os y con las pesetas que mi abuela nos dio. ?bamos a bajar hasta el cine Palacio Bala?¨¢, en Sants. Ver¨ªamos E. T., la pel¨ªcula que todos deb¨ªan ver. Pero yendo por la calle Vallespir, tres chavales nos interceptaron. Su aspecto ya ten¨ªa pel¨ªcula: Deprisa, deprisa. El nuestro tardar¨ªa a¨²n tres a?os en tenerla: Los Goonies. M¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s nos estrenar¨ªan otra: Beautiful Girls. Muchos a¨²n no la hemos superado. Pero eso es otra historia. El tema es que sacaron una navaja y nos sentaron sobre el cap¨® de un coche. Les dimos el dinero de la entrada y ellos nos sacaron las zapatillas y las metieron en una bolsa. Al cabo de 15 minutos, est¨¢bamos de nuevo, descalzos y llorosos, en casa de mi abuela. A la semana siguiente, volvimos al cine acompa?ados por mi madre y vimos la pel¨ªcula. Le gust¨® m¨¢s a ella que a m¨ª. Aquellos d¨ªas creo que empec¨¦ a construir un personaje miedoso y rencoroso y no voy a permitir que, 33 a?os despu¨¦s, se vaya al carajo porque le ha gustado la s¨¦ptima entrega de Star Wars, la que tiene un reparto que parece un anuncio de Benetton.

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