Podemos como tentaci¨®n
Coincidir con la formaci¨®n de Pablo Iglesias, tanto en el Gobierno como en la oposici¨®n, es una operaci¨®n de alto riesgo para cualquiera. El presupuesto de todo buen pacto est¨¢ en la lealtad, en suscitar confianza
Hace semanas, quiz¨¢s meses, que en el debate pol¨ªtico se habla constantemente de pactos, de los necesarios pactos entre partidos para formar Gobierno. Pero desde el domingo por la noche ya no se trata de hablar sino de actuar. Pactos, claro, como se vaticinaba, pero ?con qui¨¦n? O, mejor dicho, ?entre qui¨¦nes? Lo apuntaba Javier Ayuso el lunes en EL PA?S: ¡°Es la hora de la aritm¨¦tica, de sumar y restar (¡) adem¨¢s de la aritm¨¦tica es la hora de las ideolog¨ªas¡±.
Pero tampoco sirve, en ocasiones, buscar grandes coherencias ideol¨®gicas desde el punto de vista tradicional, el eje derechas e izquierdas, una manera de simplificar nuestro complejo panorama pol¨ªtico. Hay otras variables, en especial aquellas ideolog¨ªas que se basan sobre todo en sentimientos y que nos pueden conducir a enfocar los problemas desde las emociones y no desde la raz¨®n, que apelan a los ideales del Romanticismo y no a los de la Ilustraci¨®n. Cualquier pa¨ªs que se decanta por estos senderos acaba descarrilando.
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En materia de pactos pol¨ªticos es decisivo escoger bien a la contraparte. El presupuesto de todo buen pacto est¨¢ en la lealtad, en estar convencido que el otro no te va a enga?ar, en suscitar confianza. Me viene a la memoria un pacto pol¨ªtico que desde el principio ya se pod¨ªa intuir que no funcionar¨ªa porque carec¨ªa del requisito de la lealtad: el acuerdo del PSC con ERC para designar presidente de la Generalitat a Pasqual Maragall con el objetivo de aprobar un nuevo Estatuto de Catalu?a. El acuerdo no pod¨ªa acabar bien porque fue un error desde sus mismos inicios.
?Por qu¨¦ un error? Porque el agua y el aceite no se pueden mezclar. Aparentemente pod¨ªa parecer que hab¨ªan llegado a un acuerdo en aprobar un estatuto, pero ello no era cierto porque no lo pod¨ªa ser: ambos partidos ten¨ªan lealtades distintas. Los socialistas catalanes cre¨ªan que un nuevo estatuto pod¨ªa apaciguar al nacionalismo catal¨¢n y los republicanos pretend¨ªan crear un conflicto mediante la aprobaci¨®n del nuevo Estatuto para acelerar la marcha hacia la independencia. No lo digo a bal¨®n pasado, algunos ya lo advertimos entonces p¨²blicamente e incluso contribuimos a fundar Ciudadanos por ese motivo. Los socialistas eran leales a lo que ingenuamente pensaban que ser¨ªa una buena soluci¨®n, lo que ellos denominaban ¡°profundizar la autonom¨ªa¡±, los republicanos eran leales a la independencia, su ideal confesado. Naturalmente ganaron los segundos, siempre en pol¨ªtica los astutos vencen a los ilusos.
A corto plazo, Maragall y despu¨¦s Montilla fueron presidentes de la Generalitat. Aparentemente, el acuerdo era una jugada h¨¢bil: hab¨ªan acabado con el pujolismo e impedido que Artur Mas fuera entonces presidente. A largo plazo ya hemos visto lo que ha sucedido: los independentistas son mayor¨ªa en el Parlamento de Catalu?a y el PSC roza la irrelevancia. Los errores graves, aquellos que afectan a la orientaci¨®n pol¨ªtica general, antes o despu¨¦s se pagan.
Un partido populista dice lo que le conviene para alcanzar el poder y llevar a cabo su agenda
Creo que el PSOE puede caer en la misma tentaci¨®n que el PSC de Maragall. Tambi¨¦n entonces los socialistas catalanes se justificaban diciendo que ERC era de izquierdas y, por tanto, su aliado natural. Pero los republicanos catalanes son, como Podemos, un partido populista, es decir, un partido cuyo objetivo principal es llegar a gobernar, sea como sea, diciendo una cosa y la contraria, para desde all¨ª ser leales a sus ocultos pero verdaderos objetivos. Esquerra dec¨ªa que su finalidad para formar Gobierno con el PSC era la reforma estatutaria. No era cierto: la reforma del Estatuto era solo un medio, un instrumento, para crear el clima pol¨ªtico necesario que les permitiera alcanzar su aut¨¦ntico objetivo: la independencia de Catalu?a. Conseguido el instrumento se pas¨® a crear el clima para obtener los objetivos t¨¢cticos intermedios: que el catalanismo pasara de autonomista a independentista, hundir al PSC, dividir a CiU, disminuir la fuerza de Converg¨¨ncia y dar vuelos a la CUP para as¨ª quedar situada ERC en el centro pol¨ªtico independentista. Una excelente estrategia.
Tras las elecciones del domingo pasado, el PSOE corre el riesgo de caer en una tentaci¨®n similar a la del PSC: un pacto de izquierdas creyendo que Podemos es un partido de esa naturaleza. Grave error. Podemos es un partido populista, dice lo que le conviene para su ¨²nico fin inmediato: alcanzar el poder y desde all¨ª llevar a cabo su agenda oculta, sus objetivos ¨²ltimos, el primero de los cuales, por cierto, es sustituir al PSOE como referente de la izquierda espa?ola. Podemos, como ERC, es leal a sus objetivos, no a sus aliados.
Recordemos. ?Qu¨¦ dec¨ªa Podemos hace tan solo un a?o y medio? Sus propuestas eran las propias de un partido antisistema, anticapitalista y antiglobalizaci¨®n: no pagar la deuda p¨²blica, salir de la UE y del euro, renta b¨¢sica generalizada, entre otras muchas propuestas, todas leg¨ªtimas. Pero ahora estas propuestas han cambiado y expl¨ªcitamente ha efectuado un llamado ¡°giro al centro¡± en materia econ¨®mica y social, y se muestra partidario del derecho de autodeterminaci¨®n.
Cualquier pa¨ªs que se decanta por las emociones y no por la raz¨®n acaba descarrilando
Este giro social y econ¨®mico en tan pocos meses, ideol¨®gicamente no justificado, ya no es leg¨ªtimo, algo esconden ah¨ª. En cuanto al derecho de autodeterminaci¨®n la raz¨®n es evidente: era necesario para formar coaliciones electorales con los nacionalistas de Galicia, Catalu?a y Comunidad Valenciana, bajo el compromiso de concederles grupo parlamentario propio en el Congreso. Sin olvidar que Pablo Iglesias se ha negado a condenar la situaci¨®n de los presos pol¨ªticos en Venezuela, a cuyo r¨¦gimen han asesorado los dirigentes de Podemos.
Ante un partido de estas caracter¨ªsticas, cabe preguntarse: ?qu¨¦ es Podemos? ?El de antes? ?El actual? ?Los tres Podemos auton¨®micos? ?Solo el central? ?Por qu¨¦ cuatro grupos en el Congreso? ?Votar¨¢n lo mismo? ?Votar¨¢n distinto? ?Quiz¨¢s lo que nos aguarda es un futuro Podemos que todav¨ªa no sabemos qu¨¦ pretende? Demasiadas preguntas, demasiadas inc¨®gnitas. Todo muy raro. ?Digno de confianza? En absoluto. Se trata del partido que no sabemos lo que es, ni lo que piensa, ni hacia d¨®nde va.
Ante este panorama, un partido serio como el PSOE debe desconfiar. Que se acuerden de ERC, de su deslealtad con los socialistas catalanes y con el mismo PSOE, que le pregunten a Zapatero. Coincidir con Podemos, tanto en el Gobierno como en la oposici¨®n, es una operaci¨®n de alto riesgo para cualquiera, especialmente para el PSOE, el partido al que quiere sustituir. Mejor que Pedro S¨¢nchez renuncie a liderar el Gobierno si debe pactar con Podemos, no sea que le suceda lo mismo que a Maragall. Las ventajas a corto plazo son muchas veces la ruina futura. Lo sabe bien S¨¢nchez, que no se deje presionar.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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