Cisnes de verdad y de mentira
Mitolog¨ªa y m¨²sica son dos mundos que se enlazan en la poes¨ªa de Rub¨¦n Dario
En la poes¨ªa de Rub¨¦n Dar¨ªo hay dos mundos que se distancian, aunque aparezcan no pocas veces juntos en la forma: uno insondable, de misterios siempre por descifrar, donde la correspondencia de los significados se vuelve infinita: la sinestesia, ese juego verbal profundo donde el sol es sonoro y los sonidos son ¨¢ureos; la b¨²squeda constante de lo diverso, que es la clave de la unidad de los significados pitag¨®ricos, los n¨²meros como signos del universo ¡°que nos dicen al Dios que no se nombra¡±.
De all¨ª su fascinaci¨®n por la mitolog¨ªa, cuyos personajes h¨ªbridos, m¨¢s all¨¢ de poblar su imaginer¨ªa verbal, entran en sus poemas como criaturas apasionadas, contradictorias y feroces. La pasi¨®n es la causa de su deformidad, o de su anormalidad, y m¨¢s que una envoltura carnal tienen una presencia espiritual, la ¨²nica capaz de ser testigo o part¨ªcipe de la epifan¨ªa. Y los saca del friso de m¨¢rmol para expresar a trav¨¦s de ellos sus propias incertidumbres existenciales, como en El coloquio de los centauros.
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El otro de sus dos mundos es musical, f¨¢cil al o¨ªdo y a la memoria, bendecido por la rima. Como bien dice Stendhal, la memoria necesita de la rima. Y como son poemas que cuentan historias, los aprendimos a recitar en nuestra infancia: La sonatina, Los motivos del lobo. Es una poes¨ªa que viste ropas brillantes, igual que el rey de Margarita.
Esos brillantes ropajes son verbales, y provienen de la literatura francesa del siglo XIX. La innovaci¨®n consisti¨® en darle una nueva m¨²sica, atrevida, briosa y resonante al idioma y, por tanto, una nueva estructura verbal. ¡°El modernismo fue una escuela po¨¦tica; tambi¨¦n fue una escuela de baile, un campo de entrenamiento f¨ªsico, un circo y una mascarada¡±, como se?ala Octavio Paz.
Pero el m¨²sico ya estaba desde antes en Rub¨¦n, due?o de un espl¨¦ndido o¨ªdo, hasta que, como los verdaderos m¨²sicos, dio con su propia clave creadora. Supo escuchar las novedades del verso simbolista franc¨¦s, pero tambi¨¦n las cadencias de la poes¨ªa popular, desde los himnos religiosos de su infancia a los endecas¨ªlabos olvidados de la gaita gallega. Fue una aventura verbal, y la entrada en territorios antes proscritos.
Un m¨²sico de nacimiento, que no en balde cargaba con su piano Pleyel, hu¨¦sped forzado, con no poca frecuencia, de las casas de empe?o, y que termin¨® vendiendo cuando, nombrado embajador de Nicaragua ante la Corte de Madrid en 1907, no pudo sostener la legaci¨®n en la calle de Serrano, porque su Gobierno le atrasaba los sueldos, o no se los pagaba.
En su novela autobiogr¨¢fica El oro de Mallorca se disfraza de un compositor latinoamericano, Benjam¨ªn Itaspes, ¡°un temperamento er¨®tico atizado por la m¨¢s exuberante de las imaginaciones, y su sensibilidad m¨®rbida de artista, su pasi¨®n musical, que le exacerbaba y le pose¨ªa como un divino demonio interior¡¡±.
Esa poes¨ªa fue una puesta en escena cuyas bambalinas y decorados se come de manera implacable la polilla, y lo mismo sus numerosos figurantes: faunos, ninfas, centauros, cisnes y pavorreales, hadas madrinas y princesas encantadas: ¡°Ver¨¦is en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de pa¨ªses lejanos o imposibles: ?qu¨¦ quer¨¦is!, yo detesto la vida y el tiempo en que me toc¨® nacer¡¡±, dice.
Semejante parafernalia identific¨® al modernismo, decorados, efectos de color, novedades que se acercaban peligrosamente a la cursiler¨ªa, y a¨²n podemos asomarnos con curiosidad a ese museo de cera. Pero sin aquel ejercicio l¨²dico nunca habr¨ªa existido la ruptura que trajo la modernidad que desentumi¨® a la lengua espa?ola. Algunos de quienes lo acompa?aron en aquella aventura colorida perecieron junto con ese modernismo decorativo, porque se atuvieron a las calidades exteriores y no a la esencia verdaderamente moderna que hab¨ªa dentro de la envoltura modernista, donde se hallan los temas que han alimentado siempre a la literatura, nacidos de la exploraci¨®n sin subterfugios de la condici¨®n humana, empezando por el amor y la muerte, esa dualidad tan perturbadora para Rub¨¦n: Eros y Thanatos. El primero de sus dos mundos.
El cisne que conduce la barca de Lohengrin es un cisne de utiler¨ªa, pero los de Rub¨¦n, adem¨¢s de su simb¨®lica majestad er¨®tica, su cuello entre los muslos de Leda, con ese mismo cuello no dejan de abrir interrogantes acerca del sentido de la vida. Y en el poema Los cisnes de Cantos de vida y esperanza, se dejan interrogar por el poeta en tiempos de incertidumbre:
?Seremos entregados a los b¨¢rbaros fieros?
?Tantos millones de hombres hablaremos ingl¨¦s?
Sergio Ram¨ªrez es escritor.
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