Aviso a navegantes
Ah, si de joven yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, creo que hubiera vivido de otra manera
Esto es una advertencia: ayer mismo me acost¨¦ teniendo 16 a?os y hoy me he despertado con m¨¢s de sesenta. Quiero decir que la vida vuela. Ah, si de joven yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, creo que hubiera vivido de otra manera. Lo que acabo de decir es una boutade, lo s¨¦; pero, al mismo tiempo, es cierto que, con los a?os, llegas a un territorio, el de la vejez y la Parca merodeante, que antes nunca hab¨ªas visto con verdadera claridad. Y entonces te dices: ah, cu¨¢nto tiempo perdido. Y no porque mi existencia me desagrade, al contrario, creo que ha sido y es muy intensa y que he hecho todo cuanto he querido hacer. Pero con qu¨¦ nervios, de qu¨¦ forma tan atormentada o tan aturullada, cu¨¢ntas veces he vivido con el cuerpo aqu¨ª y la cabeza en otra parte. Por no hablar de la cantidad de tiempo y de energ¨ªa perdidos en tonter¨ªas, como, por ejemplo, en creerme fea a los 18 a?os (cuando estaba m¨¢s guapa que nunca), o en reconcomerme de angustia temiendo no estar a la altura en alg¨²n trabajo. Por eso, repito: si yo hubiera sabido que iba a envejecer y que me iba a morir, hubiera vivido de otra manera.
Todo esto viene al hilo, claro est¨¢, del cambio de a?o. Esto del calendario no es m¨¢s que una convenci¨®n, pero c¨®mo remueve y c¨®mo escuece. En estas fechas es imposible no dedicar siquiera un minuto a sentir el viento del tiempo contra la cara, a revisar someramente el pasado, a preguntarte sobre tu futuro. Acabo de leer un libro extraordinario que viene bien para acompa?ar estas congojas. Se trata de Instrumental: memorias de m¨²sica, medicina y locura, de James Rhodes (Blackie Books). El brit¨¢nico Rhodes tiene una biograf¨ªa totalmente improbable. Por ejemplo, es pianista, un buen concertista. Sin embargo, empez¨® a estudiar piano mal y tarde, y luego lo dej¨® por completo durante 10 a?os hasta retomar la m¨²sica en sus veintimuchos. No creo que haya habido en el mundo un caso as¨ª. Si abandonas un instrumento de ese modo, simplemente no es posible ser un m¨²sico de esa calidad. Pero ¨¦l lo es. He aqu¨ª su primer milagro.
Nunca seremos tan j¨®venes como hoy y la vida se conquista d¨ªa a d¨ªa
Tiene varios m¨¢s, algunos espeluznantes. El libro de Rhodes cuenta con una crudeza que yo no hab¨ªa visto la experiencia de una v¨ªctima de pedofilia. A los seis a?os reci¨¦n cumplidos, James fue violado por su profesor de boxeo del colegio. Y el tipejo lo sigui¨® haciendo durante cinco a?os impune y sistem¨¢ticamente, hasta que Rhodes cambi¨® de escuela. El ni?o, amenazado por el ped¨®filo, avergonzado y amedrentado, no dijo nunca nada a nadie; pero otros profesores lo ve¨ªan llorar, lo ve¨ªan salir con las piernas sangrando del despacho del monstruo y no hicieron nada. El libro de Rhodes es un grito indignado a esa pasividad tan com¨²n ante los abusos infantiles. Como las peque?as v¨ªctimas no se atreven a denunciar, es muy c¨®modo ignorar un horror que se queda escondido, como los malvados ogros de los cuentos, en los cuartos oscuros y en las pesadillas de los ni?os. Y otra ense?anza m¨¢s de este tremendo libro: las violaciones dejan secuelas. En primer lugar, graves secuelas f¨ªsicas, porque es una brutalizaci¨®n continuada de un cuerpo muy peque?o (el m¨²sico tuvo que ser operado varias veces); y, por supuesto, una catarata de cat¨¢strofes ps¨ªquicas. Prostituci¨®n en la adolescencia, un a?o de internamiento en un psiqui¨¢trico, tres intentos de suicidio, cortes autoinfligidos con una cuchilla, drogas, furia y dolor. Y este es el segundo milagro: ha sobrevivido a todo eso.
Tercer milagro: James es la prueba de que el arte y la belleza ayudan. En el caso de James, es la m¨²sica lo que amans¨® su fiera interior. Todos podemos y debemos recurrir a ello: cuanta m¨¢s belleza en nuestras vidas, m¨¢s fuera del tiempo y de la pena, m¨¢s inmortales.
Pero a¨²n queda por contar un cuarto milagro. Aunque la existencia de Rhodes parece largu¨ªsima y convulsa, s¨®lo tiene 40 a?os. Guau, eso es vivir deprisa. Como dec¨ªa Lou Reed: mi d¨ªa equivale a tu a?o. Pues bien, al final el autor apuesta por su segunda esposa, Hattie, y se atreve a dar unos consejos para el bien amar. Antes, al leer el libro, Rhodes me hab¨ªa parecido un hombre conmovedor y admirable, pero tambi¨¦n furioso y herido, demasiado intenso como para tenerlo muy cerca. Pero en estas p¨¢ginas finales habla de la convivencia con tan modesta, honda sabidur¨ªa que me ha dejado admirada. Como, por ejemplo: ¡°Lo que m¨¢s deteriora una relaci¨®n es tratar de salir ganando¡±. Peque?a gran verdad. Hace falta vivir mucho y pensar mucho para llegar a tan poco. O sea, que se puede aprender, aunque vengas con las heridas m¨¢s crueles. Se puede recomenzar una y otra vez. Aviso a navegantes para sortear los escollos de este a?o: recordemos que, como prueba Rhodes, siempre hay futuro. Nunca seremos tan j¨®venes como hoy y la vida se conquista d¨ªa a d¨ªa.
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