L¨²gubre final

L a negativa de la Candidatura de Unidad Popular (CUP) a investir a Artur Mas como presidente de la Generalitat tiene un efecto inmediato: implica la inmediata convocatoria de unas nuevas elecciones anticipadas. Son las terceras auton¨®micas en un quinquenio, lo que simboliza de por s¨ª el reiterado fracaso del l¨ªder convergente en lograr alg¨²n objetivo pol¨ªtico, si acaso el m¨ªnimo: sobrevivir.

En realidad, la negativa de la direcci¨®n de la antisist¨¦mica CUP por la m¨ªnima ¡ªtras un empate asambleario bastante barroco¡ª no hac¨ªa sino a?adir cruel mordacidad a la cat¨¢strofe final que la singladura del nacionalista Mas ha supuesto para todo aquello que representaba. Solo eso.

En t¨¦rminos narrativos nada ¨¦picos, el descabalgamiento del hijo pol¨ªtico de Jordi Pujol exhibe tres vertientes. La m¨¢s evidente es la personal, que subraya c¨®mo la empecinada tozudez en aguantar contra toda base social, pol¨ªtica y aritm¨¦tica conduce ¨²nicamente al rid¨ªculo, expediente al que la pol¨ªtica catalana hab¨ªa sido tradicionalmente ajena, sobre todo despu¨¦s de las lecciones de Josep Tarradellas.

M¨¢s interesante es la derivada electoral: tres meses despu¨¦s del 27-S, la imposibilidad de investir a un presidente separatista demuestra que el presunto plebiscito seguramente lo fue, pero contra el secesionismo. Aquellos que se precipitaron cantando y escribiendo ¡°hem guanyat¡± deber¨¢n explicar c¨®mo, y por qu¨¦, no solo no han ganado nada, ni siquiera consagrar su mascar¨®n de proa, sino que lo han perdido todo. El verdadero resultado del 27-S se produjo ayer: los separatismos no solo no atraen la mayor¨ªa social en Catalu?a sino que ni siquiera son capaces de utilizar su exigua mayor¨ªa parlamentaria para llevar al poder a uno de los suyos.

Y m¨¢s definitivo a¨²n es el da?o colateral infligido a la heter¨®clita alianza de intereses fraguada en Junts pel S¨ª. Sus dirigentes se volvieron af¨®nicos asegurando que Mas era imprescindible, que no hab¨ªa un candidato alternativo, que ¨¦l era su ¨²nico, experimentado y mesi¨¢nico l¨ªder. Y ahora resulta que este presunto l¨ªder muerde el polvo de la en¨¦sima derrota, tras autoinflingirse unos cuantos Waterloo sin pedir a nadie permiso: la divisi¨®n del pa¨ªs, la ruptura de su federaci¨®n con Uni¨®, la implosi¨®n de su propio partido. Si Mas era tan imprescindible es que nadie de Junts pel S¨ª, ni siquiera un botones, puede sustituirle: mejor cualquier opci¨®n m¨¢s radical que una tan tramposa como ¨¦l. Y que esta alianza electoral muere con ¨¦l.

En nadie puede excusar su fracaso el reto?o de Pujol. ?l solo, contra viento y marea, y contra el consejo de sus m¨¢s leales, se ha estrellado al intentar recabar el apoyo de un grupo anticapitalista, antieuropeo y antioccidental, justo todo aquello que como candidato despreciaba. Se le ha negado, y por tanto, se autocondena a la m¨¢s humillante frustraci¨®n. Quiz¨¢ intente a¨²n desquitarse de tan mal fario: si as¨ª es le destruir¨¢n hasta sus propios colegas, y hasta sus devotos, para sobrevivir. Nada m¨¢s l¨®gico.

El t¨¦trico final de Mas, aunque a¨²n pueda adornarse de detalles m¨¢s pat¨¦ticos, no constituye un mal episodio para Catalu?a. Es m¨¢s pr¨¢ctico acabar una agon¨ªa que prolongarla. Y los catalanes suelen ser gente pr¨¢ctica.