La inestable apuesta de Podemos
Iglesias decidi¨® ir a las elecciones generales con los nacionalistas catalanes; eso es lo que significa su exigencia de un refer¨¦ndum en Catalu?a. La izquierda tiene que abordar el nacionalismo como lo que es, un pensamiento reaccionario sin reservas
La noche del 20 de diciembre la reclamaci¨®n cl¨¢sica del nacionalismo catal¨¢n se convirti¨® en la exigencia innegociable de un partido que aspira a gobernar Espa?a. S¨ª, el derecho a la autodeterminaci¨®n, que de eso se trata, estaba en el programa de Podemos. Estaba como muchas otras propuestas, algunas muy sensatas, olvidadas esa noche por Iglesias y que, sin embargo, hab¨ªa defendido repetidamente durante una campa?a en la que jam¨¢s nos avis¨® de lo que en aquella hora descubrimos como su exigencia fundamental. No estoy seguro de que de haber recordado en los d¨ªas previos su irrenunciable compromiso con una propuesta que desmonta la igualdad entre los ciudadanos, la comunidad de decisi¨®n y de justicia, los votantes que buscaron en Podemos un cauce a sus aspiraciones igualitarias hubiesen mantenido su apoyo. Seguramente Iglesias pensaba lo mismo y por eso evit¨® advertirnos durante la campa?a.
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El silencio de Iglesias se entend¨ªa. Como tambi¨¦n se entendi¨® su locuacidad a urnas pasadas: ten¨ªa un problema de partido que no dud¨® en presentar como un problema de Estado. La exigencia de Iglesias al PSOE era, en realidad, una exigencia a Iglesias, en labores de Strogoff a estos efectos. Al fondo, los nacionalistas de las comunidades ricas incrustados en Podemos. Xavier Domenech, cabeza de lista de Podem en Com¨², emplaz¨®: ¡°Deben decidir si son el Partido Socialista de Catalunya o de Susana D¨ªaz¡±. Y Eduardo Maura, pues poco m¨¢s o menos: ¡°(Podemos es una genuina)... fuerza vasca que adem¨¢s tiene dimensi¨®n estatal, no un partido estatal tradicional con una sucursal vasca¡±. En pocos d¨ªas la izquierda ¡°renovadora¡± repiti¨® la descalificaci¨®n de ¡°sucursalista¡±, que suele preceder a la secuencia ¡°anticatalanes-traidores¡±, el s¨®rdido guion acu?ado por Pujol para negar la condici¨®n de catalanes a socialistas y populares, sin que a nadie se le ocurriera replicar que lo realmente preocupante era que un partido que aspira a gobernar un Estado est¨¦ tutelado por una organizaci¨®n cuya l¨ªder m¨¢s conocida, Colau, hab¨ªa votado el 9-N en favor de romper ese mismo Estado.
Algunos han mostrado su preocupaci¨®n por que, por retorcidos caminos, Colau acabe por sustituir a los nacionalistas, precisamente cuando estos, irrelevantes en el Parlamento, ya no pueden seguir ejerciendo su concienzuda labor de erosi¨®n. En principio, desde el punto de vista de la calidad democr¨¢tica, la preocupaci¨®n est¨¢ justificada, porque, si inquietante resulta que un Parlamento contemple la posibilidad de deshacer una comunidad de ciudadanos en nombre de recreadas comunidades imaginarias, m¨¢s inquietante es que eso mismo se decida mediante negociaciones entre partidos fuera de las instituciones. Y que se decida para resolver las disputas dentro de un partido, ya ni les cuento.
La dependencia de barones territoriales incapacita para la pol¨ªtica democr¨¢tica
As¨ª las cosas, se entiende que, al pronto, a algunos les entraran los temblores. Pero no tanto que persistieran. Porque los retorcidos caminos, si se exploran hasta el final, tambi¨¦n muestran la debilidad de quienes dicen tener la sart¨¦n por el mango. No solo porque los resultados electorales no son tan buenos como se presentan, sino porque, en la secuencia de chantajes, no est¨¢ claro qui¨¦n dispone de la carta ¨²ltima. Sin ir m¨¢s lejos, Colau gobierna en Barcelona en condiciones precarias, una coalici¨®n de cinco partidos, uno de los cuales es el PSC-PSOE. En breve, el PSOE se ve sometido a exigencia innegociable por quienes dependen para mantener su presencia pol¨ªtica del propio PSOE.
Y, si se piensa bien, el temblor tampoco se justifica por el horizonte de unas elecciones anticipadas. Cualquier secretario general de un partido, incluido Iglesias, sabe que la dependencia de barones territoriales incapacita para la pol¨ªtica, incluida la pol¨ªtica democr¨¢tica. Cada cual tironea para su lado, el poder dentro del partido (los esca?os) para imponer las propias reclamaciones suple a las razones y el inter¨¦s general se diluye en intereses territoriales contrapuestos: el concierto vasco o las barreras identitarias, que limitan el acceso igualitario a posiciones laborales de los espa?oles, son solo un par de ejemplos.
Con todo, los potenciales problemas internos resultan bagatelas en comparaci¨®n con los externos. La apuesta por la independencia unilateral del secesionismo catal¨¢n y las exigencias mismas del contrato de vasallaje ¡ªen su parte visible¡ª de la CUP respecto a JpS han arrojado a Podemos, lo quiera o no, al lado oscuro del ¡°espa?olismo¡±, sin permitirles jugar m¨¢s a su indecente coqueteo con ambig¨¹edades y equidistancias. Pero, incluso si as¨ª no fuera, todos sus potenciales compa?eros de viaje no son la mejor compa?¨ªa para presentarse electoralmente ante unos espa?oles a los que el nuevo presidente de la Generalitat no dud¨® en calificar como ¡°invasores¡±. El rechazo resulta razonable o, al menos, deber¨ªa serlo, sobre todo entre gentes de izquierda. El ¨²nico posible denominador com¨²n, el refer¨¦ndum, quiere decir, en rom¨¢n paladino, que, en el plano de la igualdad econ¨®mica, un conjunto de personas pueden decidir unilateralmente sustraerse a compromisos redistributivos con el conjunto de sus conciudadanos y, en el plano pol¨ªtico, resulta inseparable de una supuesta identidad com¨²n ¡°especial¡± ¡ªque nos permitir¨ªa a los catalanes constituirnos en unidad de decisi¨®n y votar la segregaci¨®n respecto aquellos a los que no juzgamos iguales¡ª, para enmarcar las fronteras de ¡°la naci¨®n que se autodetermina¡±, cuya trama ¨¦tnica resum¨ªa Mas en unas declaraciones que recog¨ªa este peri¨®dico hace pocos d¨ªas: ¡°Si analizamos a los pueblos del Sur de Europa, no hay pueblo de mentalidad centroeuropea que el catal¨¢n, [¡]porque es un pueblo que ha hecho bandera de la cultura del trabajo, del esfuerzo y de la austeridad personal. Esto no lo encontrar¨¦is en ning¨²n otro pueblo del Sur. [¡]Si un alem¨¢n mira al Sur de Europa, lo que m¨¢s se parece a Alemania del Sur de Europa es Catalu?a¡±.
Inquieta que se quiera deshacer una comunidad mediante pactos fuera de las instituciones
Nadie puede negar la astucia de Podemos al establecer relatos y dilemas pol¨ªticos. Es tan h¨¢bil que, bajo la apariencia de plantear una oferta al PSOE, ha camuflado su decisi¨®n fundamental: entre la izquierda espa?ola y el nacionalismo catal¨¢n ha elegido ir a las generales con el segundo. Como ¡°la vieja pol¨ªtica¡±, ya ven. Incluso peor, porque ahora nos jugamos cosas m¨¢s serias. El problema, en realidad, es que nadie parece dispuesto a record¨¢rselo.
Podr¨ªan hacerlo IU o el PSOE, pero antes tendr¨ªan que asumir un cambio radical de perspectiva que no parece al alcance de la izquierda, de la menesterosa izquierda espa?ola, para ser m¨¢s precisos: abordar al nacionalismo en su exacta naturaleza, como un pensamiento reaccionario sin reservas, comparable al sexismo o al racismo. En ese reajuste, si quieren empezar por alg¨²n lado, no les ir¨ªa mal repasar con l¨¢piz de subrayar el magn¨ªfico art¨ªculo de Joschka Fischer, Furia nacionalista y xen¨®foba, aparecido en esta misma secci¨®n hace pocos d¨ªas. Rep¨¢senlo y extraigan las implicaciones. All¨ª esta todo. O casi.
F¨¦lix Ovejero es profesor en la Universidad de Barcelona.
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