Hechicero Bowie
Visionario y camale¨®nico. Agitador y provocador. Toda una vida dedicada a crear nuevos 'Bowies': los constru¨ªa, los alimentaba y los asesinaba Ahora, m¨¢s tranquilo, evoca en su nuevo disco, 'Reality', las calles de Nueva York. En esta historia habla sin tapujos de la familia, la pol¨ªtica y la m¨²sica
Treinta minutos con David Bowie. ?O con el Duque Blanco? ?O con Ziggy Stardust? El tiempo es ef¨ªmero cuando uno se sienta frente a esta trinidad de personajes englobados en una sola persona. La complejidad que ha marcado toda su carrera tambi¨¦n marca a su protagonista. Por eso, la conversaci¨®n con ¨¦l (o con ellos) podr¨ªa ser inagotable.
Pero ya no estamos en los setenta, cuando exist¨ªa la posibilidad de escarbar en el interior de los artistas sin l¨ªmite de tiempo. Ahora todo est¨¢ programado al minuto, "lo justo para que todos los medios se lleven una peque?a parte del pastel", dice su jefe de prensa. Y los medios son tantos que hay que conformarse. "Lo s¨¦, es terrible. Pero es la peque?a parte de la industria del ocio a la que a¨²n tengo que jugar. O lo tomas o lo dejas, y nadie se plantea rechazar informaci¨®n porque ¨¦sta pueda no estar a la altura. La consecuencia inmediata es que hay tal saturaci¨®n informativa que para el p¨²blico resulta muy dif¨ªcil saber lo que est¨¢ pasando en realidad. Cada momento se reemplaza tan deprisa por el siguiente que todo se convierte en una sucesi¨®n interminable de peque?os ahoras. Tener una visi¨®n global de la actualidad es casi imposible". Con este honesto planteamiento de Bowie, se siente la imperiosa necesidad de iniciar la carrera contra el tiempo para intentar acercarse a este brit¨¢nico camale¨®nico que en septiembre edita su disco n¨²mero 26, Reality.
Muchos de los anteriores se han ganado un espacio en la historia de la m¨²sica. The man who sold the world , The rise and fall of Ziggy Stardust and the spiders from Mars , Low o Heroes marcaron la d¨¦cada de los setenta, revolucion¨¢ndola paralelamente a otros artistas con los que comparti¨® m¨¢s que escenario. The Rolling Stones, John Lennon, Marc Bolan, Lou Reed, Iggy Pop o Brian Eno han sido algunos de sus colaboradores y amigos. Pero los m¨²sicos no son los ¨²nicos que han querido un trocito de Bowie: Scorsese lo busc¨® para interpretar a Poncio Pilatos en La ¨²ltima tentaci¨®n de Cristo, y Julian Schnabel le dio el papel de Andy Warhol en Basquiat .
Ha actuado en Broadway interpretando al Hombre Elefante, es un cotizado artista pl¨¢stico con una colecci¨®n de arte que incluye tintorettos y rubens y dedica parte de sus recursos a becar a artistas primerizos. Explor¨® el mundo de la danza y el mimo junto a Lindsay Kemp en la efervescencia del Londres de los sesenta, es un admirado letrista que ha coqueteado con la literatura y ha ejercido de periodista especializado en arte. Su curiosidad parece inagotable. Y su esp¨ªritu inquieto, de 56 a?os, a¨²n pelea por exudar talento.
Toda su vida ha estado marcada por la b¨²squeda de nuevos Bowies, por el reciclaje perpetuo con el que abander¨® su propia batalla contra la monoton¨ªa o la redundancia. Desde su nombre, David Robert Jones, que enterr¨® en 1966 para transformarse en David Bowie, hasta sus ojos. Dos esferas de acentuada mirada felina que adquirieron tonalidades diferentes tras una pelea en Londres en 1962 con uno de los vocalistas de The Konrads, su primer grupo. Una de sus pupilas qued¨® dilatada para siempre, creando una sensaci¨®n de color dis¨ªmil entre sus dos ojos. Maestro en el arte de la reinvenci¨®n, esta diferencia fue uno de los muchos atributos que explot¨® cuando construy¨® su primer alter ego, Ziggy Stardust, protagonista del disco hom¨®nimo.
El concepto creado en 1972 en torno al alien¨ªgena que lleg¨® de Marte para anunciar el Apocalipsis, y que, tras convertirse en una estrella del rock, finalmente mor¨ªa entre las garras de una jaur¨ªa de fans, se hab¨ªa ido creando poco a poco. El precursor de Ziggy y de su ambig¨¹edad sexual fue the man who sold the world, un hombre que aparec¨ªa en la portada del disco hom¨®nimo recostado en un sill¨®n, maquillado y vistiendo un traje de mujer.
Baile de m¨¢scaras
El t¨®pico presenta a David Bowie como el gran camale¨®n del pop: desde su debut discogr¨¢fico en 1964, Bowie ha manejado elegantemente los m¨¢s diferentes palos musicales. Ciertamente, no existe otro artista que haya encarnado tantos papeles p¨²blicos: lo de personalidad poli¨¦drica se queda corto en el caso de David Robert Jones. ?stas son algunas de sus encarnaciones:
- ?El guaperas pop. A mediados de los sesenta, David supo moverse por la industria del entretenimiento brit¨¢nica, donde es tradici¨®n que managers maduritos tomen bajo su protecci¨®n a bellos espec¨ªmenes juveniles. El protector de Bowie fue Ken Pitt. A diferencia de lo habitual, nunca se dej¨® manejar por su enamorado, que fue desechado cuando pas¨® su utilidad. El ¨²nico consuelo del mecenas fue publicar, muchos a?os despu¨¦s, un libro, David Bowie: the Pitt report (la primera esposa, Angie Bowie, ya ha sacado dos tomos de confesiones de dormitorio).
- ?El baladista continental. Hijo de su tiempo, Bowie se ha dejado arrastrar por el discurrir turbulento del rock, del hippismo al maquinismo. Pero tambi¨¦n podr¨ªa haber sobrevivido sin tocar una guitarra el¨¦ctrica: en 1969 hasta conoci¨® los festivales mediterr¨¢neos de la canci¨®n. Sin el escudo de la iron¨ªa, interpret¨® en 1977 El tamborilero en compa?¨ªa de Bing Crosby. Fue el primero en adaptar al ingl¨¦s Comme d'habitude , el ¨¦xito de Claude Fran?ois posteriormente inmortalizado por Frank Sinatra como My way, con letra de Paul Anka. Grab¨® canciones de la pareja Bertolt Brecht-Kurt Weill, en ratificaci¨®n de su fervor por el Berl¨ªn de entreguerras (de su flirteo con el nazismo, mejor olvidarse: usaba demasiada coca¨ªna).
- El divino ambiguo: El glam rock era una est¨¦tica perfecta para Bowie, que se hab¨ªa formado en la danza y en el mimo bajo la mirada amorosa de Lindsay Kemp. Experto en maquillajes, aterr¨® a su discogr¨¢fica estadounidense cuando se present¨® en 1971 con un hermoso vestido y una melena a lo Lauren Bacall. Su gran creaci¨®n fue Ziggy Stardust (1972), apoteosis de la estrella del rock: bisexual, mesi¨¢nico, suicida.
- El 'soulman' blanco. La pasi¨®n de Bowie por la m¨²sica negra tiene ra¨ªces profundas, incluso sexuales. En tiempos imperiales, David hubiera sido uno de aquellos aventureros que, protegidos por el pasaporte de Su Majestad Brit¨¢nica, se hac¨ªan nativos , ante la consternaci¨®n del resto de los europeos. Hubiera cometido el pecado capital en la sociedad colonial: entregarse a la carne negra. En la vida real, la devoci¨®n por las mujeres de piel oscura le ha llevado a un feliz matrimonio con la modelo somal¨ª Im¨¢n.
- El artista de vanguardia. Bowie ha explotado su conocimiento de las vanguardias del siglo XX, desde William Burroughs hasta Luis Bu?uel. Sus grabaciones m¨¢s ambiciosas est¨¢n marcadas por la colaboraci¨®n con otro explorador, el productor Brian Eno: la trilog¨ªa berlinesa de finales de los setenta y un proyecto abortado tras un disco, Outside (1995), en el que David encarnaba siete papeles. El mundo del arte ha acogido con entusiasmo a tan glamouroso aficionado, que incluso entrevista a pintores en revistas especializadas y es capaz de inventarse a un artista olvidado en un provocador juego de simulaci¨®n.
- ?El rockero duro. Hasta 1989 se cre¨ªa que Bowie era infalible a la hora de metamorfosearse. Sin embargo, en una rara concesi¨®n al populismo, decidi¨® ponerse al frente de Tin Machine, un cuarteto de rock duro en cuyo seno, contra toda l¨®gica, insist¨ªa que no hab¨ªa jerarqu¨ªas. Tal vez se adelant¨® a su tiempo: unos pocos a?os m¨¢s y Tin Machine hubiera estado en la cresta de la ola del grunge. Pero tampoco: Bowie insisti¨® en que actuaran trajeados.
- El hombre de negocios. Como en todas las sagas del rock, en la de Bowie tambi¨¦n hay un manager que le desplum¨®, Tony DeFries. Pero David super¨® el costoso error y es ahora propietario de la parte m¨¢s sabrosa de su obra, tanto en derechos editoriales como en grabaciones que relanza met¨®dicamente. Eso le ha permitido vender participaciones en sus futuras ganancias, ante el asombro de Wall Street. Beneficio a?adido: presumir ante su amigo Mick Jagger de sus habilidades financieras, que le han convertido en una de las estrellas con mayor liquidez.
Era abril de 1971 y Bowie viajaba por primera vez a Estados Unidos, con el pol¨¦mico vestido, que fue censurado de la portada de la edici¨®n americana del disco. Pero a Andy Warhol, a Lou Reed y a Iggy Pop, el look andr¨®gino y subversivo de Bowie les fascin¨®, y el brit¨¢nico se convirti¨® en uno de los acontecimientos del underground neoyorquino. Y eso que el ser ambiguo y provocativo que anunciaba abiertamente su bisexualidad ante un mundo que a¨²n luchaba por aceptar el amor libre que los hippies reclamaban s¨®lo hab¨ªa tenido un gran ¨¦xito en su carrera, Space Oddity, la canci¨®n que utilizaron como banda sonora las televisiones del planeta para radiar la m¨ªtica llegada del hombre a la Luna.
Aquel tema, incluido en su primer ¨¢lbum en solitario, David Bowie, le hab¨ªa hecho saborear esos 15 minutos de fama a los que, seg¨²n Warhol, todo hombre ten¨ªa derecho. Pero Bowie quer¨ªa m¨¢s. Fue un visionario y supo que para que se prestara atenci¨®n a su m¨²sica, un experimento entre rock y pop, que defini¨® como plastic soul, tendr¨ªa que hacer ruido medi¨¢tico, escandalizar. Y as¨ª naci¨® Ziggy Stardust. Lo catapult¨® al exterior en una serie de conciertos donde los trajes, obscenos, lujuriosos, femeninos, unidos a las coreograf¨ªas de Lindsay Kemp, convulsionaron el mundo de la m¨²sica. Se hab¨ªa convertido en el rey del glam rock.
Hoy, en cambio, Bowie no se identifica ya con Ziggy -a quien mat¨® sobre el escenario en 1973 antes de que el personaje devorara a la persona- ni con ninguno de los otros Bowies que ha construido, alimentado y asesinado a lo largo de toda su carrera. "Ya no necesito saber qui¨¦n soy. Sol¨ªa creer que ten¨ªa que ser algo definido, pero cuanto m¨¢s mayor me hago, menos me importa la forma en que la gente me vea. Ser un personaje ya no es una necesidad, como tampoco lo es que me llamen m¨²sico o artista o escritor".
Y parece sincero. No hay nada en su apariencia exterior ni en su actitud que haga pensar que quiere que otros le demos alg¨²n calificativo concreto. Su sencillo corte de pelo -donde las canas brillan orgullosas-, sus vaqueros estrechos y su camiseta negra no esconden trucos, son claros como su conversaci¨®n. No le da verg¨¹enza reconocer que el Bowie de 2003 es, b¨¢sicamente, un feliz padre de familia cuya ¨²nica preocupaci¨®n es estar con su hija de tres a?os, Alexandria Zahra.
La peque?a, nacida de su matrimonio con la modelo somal¨ª Im¨¢n, a la que lleva unido m¨¢s de una d¨¦cada, es tambi¨¦n la responsable de que el cantante hoy luche por abandonar el nihilismo que siempre le ha caracterizado. "Intento mirar a trav¨¦s de sus ojos, es un enfoque diferente, que no conoc¨ªa, que me est¨¢ ayudando a ser m¨¢s optimista. Y me siento muy satisfecho de estar aprendiendo", afirma.
Cuando habla de ella, su rostro adquiere esa expresi¨®n inconfundible del padre primerizo. Pero no lo es. En 1971 naci¨® su primer hijo, Zowie, a cuya madre, Angie, el grupo The Rolling Stones le dedic¨® la famosa canci¨®n del mismo t¨ªtulo. "Me perd¨ª sus primeros a?os de vida porque siempre estaba de gira y no disfrut¨¦ de su infancia como con Alexandra. Ser padre ahora est¨¢ siendo un nuevo reto".
No obstante, y a pesar de la carga positiva que le otorga el redescubierto instinto paterno, Bowie a¨²n siente contradicciones interiores y no se permite abandonar la duda y el escepticismo que tantas veces ha reflejado en sus letras. "No puedo evitar mantener una cierta mirada posmoderna hacia el planeta. Mi coraz¨®n cree que ya no hay posibilidad de sorprender, que todo est¨¢ hecho. Pero mi otro lado me dice que hay esperanza, que siempre hay algo nuevo que hacer y por lo que luchar. Estoy atrapado entre esos dos yos, lo cual es muy posmoderno", comenta mientras se r¨ªe de su propia reflexi¨®n.
En 'Reality' se compaginan ambas visiones. "Pero no s¨¦ si puedo decir que haya un hilo conductor entre ellas. Para m¨ª, cada ¨¢lbum es parte de mi proceso de creaci¨®n constante, que no se frena o acelera en funci¨®n de mis compromisos discogr¨¢ficos. Ahora sigo escribiendo y hace ya meses que termin¨¦ el disco. Lo que ocurre es que los temas nacen en contextos diferentes, y eso es lo que impregna la m¨²sica. Mi ¨¢lbum anterior, Heathen, lo compuse en las monta?as, y quiz¨¢ por eso destilaba una cierta melancol¨ªa, una sutileza espiritual que no se produce en Reality. Este disco se gest¨® en Nueva York, en el sur de la ciudad, y lo que transmite es la pulsaci¨®n de la calle, esa sensaci¨®n de tensi¨®n permanente que mueve a sus ciudadanos".
Nueva York le adopt¨® en los primeros setenta y all¨ª estrech¨® lazos con Lou Reed, Iggy Pop, William Burroughs y otros artistas. Sus impresiones sobre aquella Am¨¦rica quedaron plasmadas en otro de sus grandes discos, Aladdin Sane, que lleg¨® con el personaje consiguiente y m¨¢s tarde en Young Americans. Ahora, en alguno de los siete temas originales de Reality (otros dos son versiones de s¨ª mismo; otro, del tema de George Harrison Try some, buy some y del Pablo Picasso de Jonathan Richman), su mirada no puede evitar posarse en el 11-S: "Hay una sensaci¨®n de abandono que no hab¨ªa antes de los atentados. La euforia con la que se viv¨ªa en Nueva York se ha desvanecido, se palpa cierta precauci¨®n, una sutil ansiedad en los ojos, una especie de miedo velado. Es como si la gente sintiera que se ha abierto una l¨ªnea divisoria, que lo que ocurri¨® podr¨ªa ser el principio de otras cosas y que ya no hay vuelta atr¨¢s. Es como si el neoyorquino se estuviera preparando para un futuro cataclismo, que es una sensaci¨®n parecida a la que se viv¨ªa en el Berl¨ªn anterior a la ca¨ªda del muro, donde en el d¨ªa a d¨ªa subyac¨ªa una tensa espera".
La comparaci¨®n con Berl¨ªn no es casual. Fue la ciudad a la que se traslad¨® en 1976 huyendo, entre otras cosas, del abuso de coca¨ªna que hab¨ªa marcado sus a?os en Estados Unidos. Entonces dijo que estuvo a punto de perder la cabeza, casi igual que su alter ego Ziggy Stardust, en quien a?os m¨¢s tarde se inspirar¨ªa Todd Haynes para su pel¨ªcula Velvet Goldmine . Bowie llegaba a Berl¨ªn con un nuevo personaje, el Duque Blanco, que hab¨ªa sustituido a Stardust y Aladdin Sane. Era un ser opuesto al glamour de aqu¨¦llos. Rubio platino, camisa blanca, pantal¨®n negro, chaleco y paquete de Gitanes. Pero siempre inquietante, conflictivo, magn¨¦tico, con un fondo de vulnerabilidad. En Berl¨ªn, el Duque se fue disolviendo mientras un nuevo Bowie escarbaba en sus entra?as para recuperar la conciencia de s¨ª mismo. De aquella b¨²squeda naci¨® uno de sus mejores discos, Low, que compuso junto a Brian Eno.
En esa misma ¨¦poca, Bowie comenz¨® a tomar las riendas de sus negocios, tras pelearse con su manager y darse cuenta de que perd¨ªa dinero. Esa nueva parte de Bowie se hizo adulta y astuta, hasta que en 1997 dio el paso m¨¢s rentable de toda su carrera: salir a la venta en Bolsa. Bowie se convirti¨® en la primera estrella del rock que ofrec¨ªa obligaciones de s¨ª mismo, respaldadas por sus royalties. "Fue un golpe impresionante. Gan¨¦ millones (m¨¢s de 50). Obtuve por adelantado el dinero que deber¨ªa ganar despu¨¦s de muerto con los derechos de mis canciones. Y sigo siendo el propietario de mis temas. En 2007 vuelven a mis manos. Aunque quiz¨¢ deber¨ªa haber esperado a estar muerto, porque uno no sabe ad¨®nde va cuando esto se acaba, y teniendo en cuenta los precios que hay ahora en la Tierra¡".
Se r¨ªe con sorna. A Bowie le gusta re¨ªrse de s¨ª mismo. Lo hace varias veces a lo largo de la conversaci¨®n, como si no se tomara del todo en serio. Si uno bucea entre las muchas entrevistas que ha concedido, no es raro encontrar la palabra "mentiroso" entre ellas, pero no porque mienta deliberadamente, sino porque reconoce cambiar de opini¨®n constantemente, y si uno cita frases de otras entrevistas, no es raro que en la siguiente lo niegue todo rotundamente. Por ejemplo, en varias publicaciones de los setenta afirm¨® ser un entertainer. "No es cierto, yo no tengo nada que ver con la industria del entretenimiento. Puedo mirar hacia ese mundo desde la periferia, no soy parte de una moda, ni conozco otros entertainers ni me relaciono con ellos¡". Aunque vive de la industria¡ "S¨ª, pero intento mantenerme alejado de ella. Creo que es muy peligroso para un artista, mejor dicho, creo que es muy peligroso para m¨ª dejarme engullir por ese mundo. Mira a Britney Spears, mira a Beyonc¨¦, la forma en que cantan, en que se mueven¡ todo estudiado y coreograf¨ªado por otras personas. Es aterrador. Para poder escribir con algo de calidad, tengo que mantenerme al margen de todo eso".
Este disco se gest¨® en Nueva York, en el sur de la ciudad, y lo que transmite es la pulsaci¨®n de la calle, esa sensaci¨®n de tensi¨®n permanente que mueve a sus ciudadanos
Pero tras apretarle un poco, Bowie reconoce su participaci¨®n en el mundo del espect¨¢culo. "Entre el 83 y el 87. Creo que fue el ¨²nico momento en que la industria y yo nos dimos la mano, aunque nunca fue una amistad con visos de consolidarse. Sent¨ªa la presi¨®n de las expectativas puestas sobre m¨ª e intent¨¦ no defraudar. Fue un error. Por primera y ¨²nica vez en mi vida escrib¨ª para una audiencia, y eso es el beso de la muerte; la ¨²nica manera de ofrecer calidad es escribiendo para uno mismo".
El periodo al que se refiere es el m¨¢s comercial de su carrera, el de discos como Tonight o Never let me down, a los que acompa?aron giras mastod¨®nticas como Glass Spider, una superproducci¨®n tras la que Bowie decidi¨® retirarse e iniciar un grupo en el que ¨¦l ya no ser¨ªa el protagonista, Tin Machine. "Ese periodo fue m¨¢gico, consegu¨ª resituarme nuevamente y disfrutar de m¨ª mismo como creador", explica. Decepcion¨® a sus fans, pero se reencontr¨® a s¨ª mismo, un leit motiv que parece ser el ¨²nico a seguir desde entonces.
En los noventa volvi¨® a editar en solitario, pero manteniendo esa pauta e intentando innovar tambi¨¦n en otros ¨¢mbitos como Internet. Su p¨¢gina web, Bowienet, se ha llevado varios premios. En ella ha colgado, entre otras cosas, la pol¨¦mica exposici¨®n del brit¨¢nico Damian Hirst. Ha grabado canciones en directo a trav¨¦s de la Red, tiene un proveedor propio e incluso una radio en la que emite m¨²sica para ni?os, inspirada, por supuesto, en su hija. "El mundo de la m¨²sica se ha revolucionado gracias a la Red. Sospecho que la industria discogr¨¢fica est¨¢ a punto de colapsar y en unos a?os no existir¨¢. Las discogr¨¢ficas est¨¢n asustadas, no saben hacia d¨®nde ir. Pero no podr¨¢n evitar que la m¨²sica sea gratuita, adquirir¨¢ el mismo estatus que el agua o la electricidad, algo que complementa y que es parte de tu vida diaria, pero que no es una pieza de informaci¨®n preciada como pod¨ªa serlo hace treinta a?os. Se percibe de forma diferente. Es como la fotograf¨ªa: cuando naci¨® era algo especial, las familias se reun¨ªan una vez al a?o para fotografiarse, ten¨ªa un car¨¢cter de ritual que se ha ido perdiendo, y ahora¡ ?las c¨¢maras son de usar y tirar! Eso mismo va a ocurrir con la m¨²sica. Hasta la noci¨®n de lo que se hace con ella -cortar, pegar y remezclar en casa- es completamente distinta. Por eso creo que lo que se van a revalorizar son los directos. Quiz¨¢ por eso haya este revival de viejos grupos tomando los escenarios, porque sabemos qu¨¦ darle al espectador, no hay nada que pueda reemplazar la experiencia catalizadora de un concierto".
Estas palabras se a?aden a sus visionarios anuncios, que le han hecho ganarse con los a?os la fama de ser un hombre que vive diez a?os por delante del resto. "No lo creo, sospecho que el problema es que hay demasiada gente que vive con diez a?os de retraso respecto a la realidad", dice jocoso. Una de sus premoniciones fue la canci¨®n Loving the aliens, del a?o 1994, en la que hac¨ªa referencia al conflicto palestino-israel¨ª poni¨¦ndolo en t¨¦rminos de Oriente frente a Occidente. "Oriente Pr¨®ximo siempre ha sido un polvor¨ªn a punto de estallar. El problema es que cuando escrib¨ª aquel tema, Estados Unidos no pensaba que fuera un problema importante porque no afectaba a su vida diaria. Pues ?sorpresa! Ahora s¨ª que os afecta", dice con cierto rintint¨ªn.
Mide mucho las palabras al hablar sobre la guerra al terrorismo que ha emprendido George W. Bush, pero no se muerde la lengua. "Me da la sensaci¨®n de que el manifesto que Bush est¨¢ siguiendo no est¨¢ determinado necesariamente por el 11-S, sino que se gest¨® a?os antes por gente como Cheney o Wolfowitz, lo cual te obliga a preguntarte qu¨¦ es lo que busca realmente esta Administraci¨®n. Estados Unidos es una naci¨®n dividida en grupos religiosos, pol¨ªticos, culturales¡ En Oriente Pr¨®ximo lo que hay es una religi¨®n subdividida en naciones, lo cual es muy complejo, es la ant¨ªtesis absoluta. Pero el tipo de guerra que este Gobierno ha emprendido delata su ignorancia respecto a cualquier periodo hist¨®rico del islam, por eso no saben qu¨¦ pasos dar. Pensaban que los iraqu¨ªes abrazar¨ªan la democracia autom¨¢ticamente, cuando en Oriente Pr¨®ximo la Iglesia y el Estado han permanecido unidos desde el siglo VII. El concepto de democracia nunca ha sido importante para ellos porque no la han vivido como nosotros. Por eso lo natural es que ahora quieran un l¨ªder acorde con un pa¨ªs musulm¨¢n, y en Estados Unidos no lo comprenden porque no se han preocupado de entenderlos".
La familia de su mujer es musulmana, por lo que el tema le toca de cerca. Una pincelada pesimista cierra su an¨¢lisis sobre la actualidad mundial: "Los pol¨ªticos sol¨ªan ser los mejores actores, incluso m¨¢s que las estrellas del rock. Pero han dejado de actuar, te escupen en la cara abiertamente sus ambiciones, da mucho miedo". A pesar de la positividad que dice haberle conferido su hija, nada parece darle muchas esperanzas. "En la actualidad hay muy buenos m¨²sicos, pero es dif¨ªcil encontrarlos porque la industria no les deja salir a la luz y la radio es un aut¨¦ntico insulto. Hace a?os descubr¨ª muy buenas bandas a trav¨¦s de la radio, pero ahora es s¨®lo un instrumento m¨¢s para obligarte a comprar lo que quieren que compres. Los m¨²sicos j¨®venes lo tienen mucho m¨¢s dif¨ªcil que los de mi generaci¨®n".
Seg¨²n Bowie, ocurre lo mismo con los v¨ªdeos musicales, de los que ¨¦l fue un maestro en los ochenta y a los que ha renunciado porque, dice, ya no son parte del rock. "Son parte de la publicidad, y como en ¨¦sta lo que prima es el sexo, en los v¨ªdeos s¨®lo se vende sexo, desesperadamente. Se ha degradado terriblemente. La libertad sexual que se est¨¢ viviendo ahora ha sido fagocitada por la publicidad, y de ah¨ª ha saltado a todos los medios de comunicaci¨®n".
Treinta minutos con David Bowie. El tiempo ha expirado. El Camale¨®n se ha salvado de ser inquirido sobre su propia utilizaci¨®n de la sexualidad durante su lanzamiento. Son las desventajas de un mundo en el que, como ¨¦l afirma, "ya no nos dejan tiempo para profundizar en la realidad y sus personajes".
elpaissemanal@elpais.es
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