Una sangr¨ªa que no cesa
Todav¨ªa hay muchos hombres que consideran que la libertad conquistada por las mujeres atenta contra la esencia de su identidad
Los casos de violencia grave contra la mujer se suceden a un ritmo preocupante, sin que la mayor sensibilizaci¨®n social y las medidas adoptadas por las Administraciones P¨²blicas se muestren capaces de frenarlos. Todav¨ªa hay muchos hombres que consideran que la libertad conquistada por las mujeres atenta contra la esencia de su identidad. En estos casos el abandono por parte de la pareja desata en el agresor una reacci¨®n visceral que puede acabar incluso en un homicidio. Lo importante para ellos es la concepci¨®n de la mujer como propiedad y como persona sumisa, as¨ª como la creencia en la violencia como una estrategia adecuada de solucionar sus problemas y de conseguir sus objetivos.
La Ley Integral contra la Violencia de G¨¦nero (Ley 1/2004) ha elevado el nivel de protecci¨®n de las v¨ªctimas de maltrato y ha contribuido a que la violencia machista haya pasado del ¨¢mbito de lo privado a lo p¨²blico. Sin embargo, cuando se toma como referencia el asesinato de las v¨ªctimas, las 824 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en Espa?a entre 2003 y 2015 muestran dram¨¢ticamente el profundo enraizamiento social del mal y la dificultad para combatirlo. La Ley no ha conseguido frenar la sangr¨ªa de asesinatos y evitar la muerte de las mujeres a manos de sus parejas despechadas, ofuscadas o resentidas.
Otros art¨ªculos del autor
Lo que lleva a un hombre a matar a su pareja es el machismo arraigado, la dependencia emocional, la impulsividad o los celos. En las actitudes del hombre feminicida predomina la falta de expectativas de futuro. En realidad, la violencia contra la pareja es una violencia por compensaci¨®n: el agresor intenta vencer sus frustraciones con quien tiene m¨¢s a mano y a quien considera culpable de su desgracia. Si ataca a su mujer cuando le abandona, es porque se siente profundamente herido a nivel emocional.
Menci¨®n aparte merece el papel del abuso de alcohol u otras drogas. El alcohol deteriora la capacidad de autocontrol, envalentona al agresor y echa a pique los delgados muros de contenci¨®n de la ideolog¨ªa patriarcal en la que se ha socializado. Es decir, el agresor, bajo los efectos del alcohol, ataca a una persona vulnerable (su pareja), lo hace con unas actitudes de menosprecio hacia ella, que generan una respuesta emocional intensa (la ira, el odio o la venganza), y elige un territorio relativamente a resguardo (la casa). Por ello, el alcohol por s¨ª solo no explica la violencia contra la pareja.
A diferencia de otros delincuentes, muchos agresores se entregan a la polic¨ªa o acaban por suicidarse despu¨¦s de matar a su pareja o expareja. El sujeto percibe que ya no tiene nada que perder, sobre todo cuando vive solo, no tiene amigos o ha perdido el trabajo. Los homicidas-suicidas son hombres m¨¢s o menos integrados y adaptados socialmente. Por ello, reh¨²yen tener que enfrentarse a la censura p¨²blica por haber dado muerte a su pareja. Se trata de un suicidio evitativo, cuyo objetivo es evitar las consecuencias posteriores del homicidio (rechazo social y castigo penal).
Resulta dif¨ªcil entender por qu¨¦ solo una minor¨ªa de las v¨ªctimas pone en conocimiento de la polic¨ªa o de la Justicia las vejaciones sufridas
La mayor¨ªa de las v¨ªctimas mortales no se atreven a denunciar, se mantiene el muro de silencio de vecinos y familiares y las ¨®rdenes de alejamiento no bastan para frenar a todos los agresores empe?ados en matar, y muchas veces dispuestos a morir. De hecho, solo un 20% o un 30% de las v¨ªctimas de asesinato presentan previamente una denuncia por maltrato. Ello quiere decir que en la mayor parte de los casos no se ponen en marcha las medidas de protecci¨®n policiales y judiciales para custodiar a las v¨ªctimas. Adem¨¢s, m¨¢s del 60% de las v¨ªctimas mortales tienen hijos, lo que evidencia el efecto expansivo de la violencia ejercida.
Resulta dif¨ªcil entender por qu¨¦ solo una minor¨ªa de las v¨ªctimas pone en conocimiento de la polic¨ªa o de la Justicia las vejaciones sufridas. Muchas mujeres se han habituado a un estilo de conducta violento, subestiman el riesgo real de una violencia grave, sobrevaloran sus propios recursos para controlar la situaci¨®n, tienen temor a la reacci¨®n del agresor ante la denuncia o quieren evitar el estigma social de presentar una denuncia contra quien es el padre de sus hijos. En definitiva, el miedo, la verg¨¹enza y la dificultad para reconocer la dram¨¢tica situaci¨®n son los responsables de esta ocultaci¨®n.
La v¨ªctima se enfrenta a dos problemas: a) la falta de conciencia y la tolerancia a la agresi¨®n, que se acompa?an de una disminuci¨®n de la autoprotecci¨®n o de la b¨²squeda de protecci¨®n externa; y b) la ambivalencia de la v¨ªctima (resultado de la doble identidad de la mujer como persona y como madre), cuando ya ha detectado y tomado conciencia del riesgo. As¨ª, puede llegar a retirar una denuncia o a acogerse al derecho de no declarar contra su pareja.
El momento clave, cuando la mujer tiene mayor capacidad de elecci¨®n, es al comienzo de la relaci¨®n de pareja, cuando se est¨¢ en la fase de exploraci¨®n mutua. A veces el radar interno le dice a una mujer que un chico no es trigo limpio y algunas se?ales encienden las luces rojas. Las se?ales de alarma funcionan, en relaci¨®n con la violencia, como los precursores de los terremotos o de los volcanes. La intuici¨®n de la mujer act¨²a a su servicio y es anterior al enmascaramiento de la realidad que puede producirse m¨¢s tarde. Las palabras enga?osas en plena pasi¨®n rom¨¢ntica pueden encubrir conductas inaceptables. A las personas hay que valorarlas por lo que hacen, no por lo que dicen.
M¨¢s tarde la mujer cuenta con una serie de hipotecas que dificultan la toma de decisiones: una historia de amor, hijos en com¨²n, etc¨¦tera. As¨ª, hay muchos comportamientos que la mujer identifica como muestras de amor y que son en realidad se?ales de lo que puede convertirse en una relaci¨®n violenta, como el control excesivo, el acoso, los celos o las humillaciones reiteradas.
Pero incluso si se detecta la violencia solo cuando ya la relaci¨®n est¨¢ ya consolidada, hay que actuar con determinaci¨®n. En este caso, y al margen de que la soluci¨®n a este problema deba venir por una educaci¨®n igualitaria y una red social de protecci¨®n a la v¨ªctima, cada persona debe estar atenta en sus relaciones de pareja para detectar las se?ales de peligro y actuar en consecuencia, buscando las ayudas precisas.
Enrique Echebur¨²a es catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa Cl¨ªnica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco y acad¨¦mico de Jakiunde. Es autor del Manual de violencia familiar (Madrid, Siglo XXI/Akal).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.