Protocolo
Una cosa es modificar el protocolo y otra destruirlo y, con ¨¦l, las convenciones de urbanidad que lo sustentan
El protocolo, el caudal de normas que rigen el comportamiento en las ceremonias oficiales, est¨¢ cambiando. Pues cambia el poder, y al cabo el protocolo no es sino la ritualizaci¨®n del poder.
Por cambiar, cambian incluso las capas sociales que lo ostentan. Hoy en Catalu?a, por ejemplo, las clases medias urbanas de la capital est¨¢n siendo arrumbadas, o sustituidas, por la menestral¨ªa espabilada de las peque?as ciudades y comarcas.
Pero una cosa es modificar el protocolo y otra destruirlo y, con ¨¦l, las convenciones de urbanidad que lo sustentan. Quiz¨¢ valdr¨ªa la pena, m¨¢s ac¨¢ de la ley, atenerse a este dec¨¢logo:
1. No esconder ¡ªverbigracia, tras una cortina negra¡ª la figura del jefe del Estado, sea quien sea. Ocultar lo que te contrar¨ªa no lo hace desaparecer por ensalmo (y molesta a muchos).
2. No proclamar en un Parlamento vivas a un r¨¦gimen distinto del que aquel depende ¡ªsobre todo cuando lo presides¡ª, ni acudir a abrazar a manifestantes que solo saben abuchear a tus rivales.
3. Recibir presencialmente, a¨²n m¨¢s si eres jefe del Estado, a las otras autoridades, incluso si estas son ofensivas o patanas.
4. Prometer o jurar el cargo seg¨²n las f¨®rmulas consolidadas, con a?adidos m¨ªnimos, sin orgullos zafios, ni proclamas, ni apelaciones a Sildavia ni a Borduria.
5. No silbar himnos ni banderas (democr¨¢ticos), pues ofende a quienes se emocionan con ellos.
6. Agradecer los servicios prestados, incluso los perjudiciales.
7. Vestir con correcci¨®n. Si ya no convencionalmente, al menos con pulcritud. Lavarse siempre el pelo, sea corto, largo o rizado.
8. Asistir a los actos solemnes normativizados, como las tomas de posesi¨®n, aunque encumbren a tu m¨¢s ac¨¦rrimo rival.
9. Emplear en el hemiciclo toda la dureza dial¨¦ctica que convenga, y m¨¢s si cabe, como en los implacables Comunes brit¨¢nicos; mejor que el colorido callejero de pancartas, camisetas, pu?os, manos, gritos o palabras gruesas propios de pepitos grillos, berlusconis y otros abonados al circo del Montecitorio. La iron¨ªa suele ser m¨¢s eficaz ¡ªy elegante¡ª que la mordacidad.
10. Saludar, y mirar a los ojos de quien saludas.
Todo esto no es imperativo. Existe la alternativa de trasladarse al mundo de la caricatura, pongamos la de El cetro de Ottokar.
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