Los ni?os del m¨®vil
Estamos 'empantallados' hasta las cejas y no sabemos cu¨¢nto de progreso y cu¨¢nto de pesadilla nos espera
El titular de la noticia local dice: Un menor agrede a sus padres por no comprarle de regalo un m¨®vil. Los detalles son deprimentes. El muchacho, de 16 a?os, en su furia, ha destrozado cuadros, muebles y enseres de la casa. La polic¨ªa lo lleva detenido. La familia, lo sabemos, es un lugar de afecto, pero tambi¨¦n un campo de batalla. En ocasiones, el peor, el m¨¢s doloroso. Caen las vigas del cielo cuando se levanta la mano contra la propia madre. Eso inquieta siempre, pero tambi¨¦n, en este caso, es perturbador el porqu¨¦ la mirada ha elegido enfocar esa noticia entre muchas otras: el m¨®vil es un m¨®vil. Podr¨ªa haber sido otra cosa, pero sabemos que ese m¨®vil del m¨®vil tiene algo especial. Es un aparato y, a la vez, un instrumento m¨¢gico. Nos arroja de bruces en la incertidumbre: estamos empantallados hasta las cejas y no sabemos cu¨¢nto de progreso y cu¨¢nto de pesadilla nos espera. Cu¨¢nto hay de carrera y de escapada en esta fascinaci¨®n colectiva. Con el smartphone tenemos en la mano, por fin, la sensaci¨®n de poseer la vara m¨¢gica de los cuentos.
Sin llegar a un extremo violento, ?cu¨¢ntas broncas no habr¨¢ habido, no hay cada d¨ªa, por la posesi¨®n infantil de ese rey indiscutible? S¨ª, es inquietante, pero no tan sorprendente, pensar ahora en la imagen del adolescente enrabietado, fuera de s¨ª, por pertenecer, en nuestro ¡°primer mundo¡±, a ese grupo marginal de los despose¨ªdos del poder m¨¢gico. En el nuevo medio ambiente virtual, no tener un m¨®vil, no estar metido en la pantalla, no estar en la carrera en las aplicaciones, eso s¨ª que es pobreza. En la sociedad empantallada, con televisi¨®n, m¨®vil, tableta, ordenador, ?qui¨¦n quiere ser pobre virtual?
El infantil ya no es un mercado potencial, es el gran caladero. En ese ¡°primer mundo¡±, seg¨²n Ofcom, casi un 90% de menores de 15 a?os tiene acceso a un m¨®vil. En Espa?a, cerca del 30% de ni?as y ni?os de 10 a?os. En poco tiempo, ser¨¢n una excepci¨®n los adolescentes desmovilizados. Tal vez surja en el futuro alg¨²n movimiento de rechazo, de objetores del m¨®vil. Conozco algunos j¨®venes que ya lo son, esa iron¨ªa de Rebeldes sin M¨®vil. Pero la expansi¨®n es fulgurante, sin apenas l¨ªmite. No tardar¨¢n en ser usuarios todos los ni?os incunables. Dicho en el sentido de la greguer¨ªa de Ram¨®n G¨®mez de la Serna sobre los libros incunables: los que no se pueden leer en la cuna.
La familia, lo sabemos, es un lugar de afecto, pero tambi¨¦n un campo de batalla. En ocasiones, el peor, el m¨¢s doloroso
El caso del chaval enfurecido es noticia no solo por su actitud. Detr¨¢s del suceso est¨¢ la historia real de la brecha virtual. La madre, entre sollozos, explic¨® que quer¨ªa pero no pod¨ªa comprarle el m¨®vil por carecer de recursos. La gran brecha divide al planeta: la pobreza real y la virtual tienden a fundirse. Hubo un tiempo, en la ¨¦poca de fl?neur (el maravilloso oficio de andar curioseando) de Charles Baudelaire, en que se puso de moda en Par¨ªs pasear con una tortuga de mascota. Ahora el m¨®vil ha engullido a la mascota y al paseante. Es ¨¦l el que marca el ritmo. El poder se mide por la velocidad de actualizaci¨®n y acumulaci¨®n de aplicaciones.
La principal explicaci¨®n que dan la mayor¨ªa de los padres para comprar o facilitar el smartphone a ni?os de 10 a?os o menos es la de incrementar su seguridad. No es una raz¨®n nimia. A lo largo de la historia, gran parte de los avances tecnol¨®gicos derivan de ese af¨¢n. F¨ªjense en la cerrajer¨ªa, esa vanguardia en constante innovaci¨®n. Pero tambi¨¦n sabemos que hay seguridades muy inseguras. Aumentan los peque?os que sufren nomofobia: la angustia de estar sin m¨®vil y no saber qu¨¦ hacer. Creo que argumentan mejor los padres que facilitan esa tecnolog¨ªa a los menores con la intenci¨®n de aprender de ellos. Es tener un m¨¢ster en casa. Ni?as y ni?os tienen en las manos una vara m¨¢gica, conectada a sus neuronas y a las yemas de los dedos. La mayor¨ªa de los adultos lo que tenemos es un cacharro con el que pelearnos con m¨¢s o menos torpeza.
El problema es el fetichismo, compartido por muchos mayores y menores. Esa falacia de asociar empantallamiento con conocimiento. Hay comunidades donde se ha recortado en recursos educativos y que luego alardean de iniciativas ¡°innovadoras¡± consistentes en repartir gratis tabletas al alumnado. La escuela deber¨ªa ser declarada espacio libre de empantallamiento. El lugar donde se aprende a leer en sonda de profundidad y no en fragmentos superficiales.
En Tailandia, frente al ¨²ltimo golpe de Estado militar, muchos j¨®venes se manifestaron en protesta. Utilizaron los m¨®viles para reunirse. Pero lo que de verdad desconcert¨® a los nuevos dictadores fue que enarbolaran libros, ejemplares de la novela 1984, de George Orwell. Eso s¨ª que es un ¡°terminal inteligente¡±.
elpaissemanal@elpais.es
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.