La transformaci¨®n que vino de Europa
El di¨¢logo y la negociaci¨®n siempre han sido y deben continuar siendo dos poderosos instrumentos para profundizar la integraci¨®n europea
S¨®lo la perspectiva del tiempo nos permite ser conscientes de lo que hemos sido capaces de llevar a cabo. Esta reflexi¨®n, entre otras, surge con claridad de la lectura de las Memorias de Jean Monnet, que deber¨ªan ser le¨ªdas por nuestros j¨®venes para que comprendiesen mejor el porqu¨¦ de la integraci¨®n de Europa.
Podr¨ªamos pensar que treinta a?os en el devenir de una de las naciones m¨¢s antiguas del continente europeo no son nada y, sin embargo, si ese periodo es el que corresponde al de la pertenencia espa?ola al proyecto integrador de Europa, es muy distinta la percepci¨®n, ya que es, sin duda, aquel en el que, a pesar de su brevedad, Espa?a ha experimentado grandes transformaciones que se han traducido en cambios sustanciales de nuestra sociedad.
Nadie puede negar que, como consecuencia de su integraci¨®n en la Uni¨®n Europea, ha habido un antes y un despu¨¦s en Espa?a. Y, por ser evidente, para bien.
Los avances derivados de estos 30 a?os de pertenencia de Espa?a a la Uni¨®n Europea han hecho de la sociedad espa?ola una sociedad m¨¢s moderna, con mayor capacidad de competir, m¨¢s consciente de su responsabilidad como impulsora de cambios y m¨¢s comprometida con las transformaciones, casi dir¨ªa disrupciones, impulsadas por la globalizaci¨®n y el progreso imparable y permanente de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n.
No es posible entender ya a Espa?a deslig¨¢ndola de su presencia en la Uni¨®n Europea, de su papel en el futuro de la integraci¨®n de Europa. Ni tampoco ser¨ªa comprensible la Uni¨®n sin ese particular savoir faire espa?ol, por cierto demostrado con creces en el ejercicio de las cuatro presidencias de la misma que hemos ejercido en estos 30 a?os, ni sin la proyecci¨®n que le hemos dado hacia Latinoam¨¦rica, un continente que, gracias a Espa?a, est¨¢, aunque no con toda la intensidad que requiere, dentro del campo de visi¨®n de la Uni¨®n Europea.
La mejor manera de demostrar nuestro compromiso con la integraci¨®n europea es continuar, d¨ªa a d¨ªa, trabajando por m¨¢s Uni¨®n y m¨¢s Europa. Europa es el destino com¨²n de los europeos, por tanto, nuestro destino. Frente a la din¨¢mica de la globalizaci¨®n, el proyecto de integraci¨®n europea es la mejor, por no decir la ¨²nica, respuesta. Ninguno de los 28 Estados miembros de la Uni¨®n Europea, por muy importante y grande que sea, no digamos los peque?os, podr¨ªa por si mismo hacer frente a la potencia de grandes ¨¢reas del planeta.
En 2016, concretamente el 9 de mayo, conmemoraremos 66 a?os de la Declaraci¨®n Schuman. Puede parecernos mucho tiempo, sin embargo, desde el punto de vista de todo lo que se ha hecho ¡°en realizaciones concretas¡± para crear ¡°una solidaridad de hecho¡± entre 28 Estados europeos, es un espacio temporal m¨¢s bien corto. Hoy conviven pac¨ªficamente en Europa pa¨ªses que, no hace tanto, luchaban entre si por establecer nuevas fronteras e, incluso, se combat¨ªa dentro de un mismo pa¨ªs por ideolog¨ªas enfrentadas.
Hemos hecho mucho con el fin de avanzar en el proyecto de integraci¨®n de Europa, pero a¨²n nos queda mucho por hacer para desarrollar y profundizar el modelo de convivencia del que nos hemos dotado los europeos.
Reducir el an¨¢lisis de un modelo, que debe responder a elementos identitarios de una sociedad frente al resto del mundo, exclusivamente a cifras, no es el enfoque que debamos seguir los europeos, ni mucho menos proponerlo o defenderlo.
Los padres fundadores de esta formidable forma de integrar pueblos que, evidentemente, fueron visionarios, concibieron a Europa, no meramente como un mercado com¨²n, sino como un espacio de paz y de libertades basadas en las reglas de la democracia y, por supuesto, de respeto a los derechos fundamentales y al imperio de la ley.
El di¨¢logo y la negociaci¨®n siempre han sido y deben continuar siendo dos poderosos instrumentos para profundizar la integraci¨®n de Europa, con el fin de combatir el desencanto pol¨ªtico, la personalizaci¨®n del poder y la dominaci¨®n de lo instant¨¢neo sobre la visi¨®n de futuro.
La iniciativa, el dinamismo, el desarrollar capacidades para enfrentarse a situaciones complejas, el creer en el futuro del proyecto aportando nuestro esfuerzo, siendo conscientes de que ese futuro se construye, d¨ªa a d¨ªa, desde el presente y que depende de nuestra actitud el que podamos siempre mejorar, son elementos que deben caracterizar esa formidable empresa que es la construcci¨®n de Europa.
Es una construcci¨®n permanente sin que ello quiera decir, ni mucho menos, interminable o inacabable. No obstante, solo las generaciones venideras podr¨¢n definir sus aspiraciones y sus l¨ªmites. Los europeos debemos ser conscientes de su significado y del esfuerzo empleado para construir lo conseguido hasta ahora. En ese sentido, debemos poner en valor sus logros.
El proyecto europeo en su corta historia ha experimentado, de hecho sigue haci¨¦ndolo, muchas tensiones, algunas de ellas muy importantes y, a pesar de todo, contin¨²a avanzando con m¨¢s ¨¦xito del que le reconocen sus propios actores, es decir, los europeos. Ahora bien, como dijo Monnet, ¡°no podemos detenernos cuando el mundo entero est¨¢ en movimiento¡±.
Jos¨¦ Isa¨ªas Rodr¨ªguez Garc¨ªa-Caro es Vicepresidente de Asuntos Europeos de LLorente & Cuenca y? coautor del libro? Treinta a?os de Espa?a en la Uni¨®n Europea. El camino de un proyecto hist¨®rico
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