Eternidad
Como Leonardo da Vinci pintaba la anatom¨ªa humana, M¨¹nch pinta el esp¨ªritu
Camina hacia su final la exposici¨®n en el Museo Thyssen de Madrid de la obra de Eduard M¨¹nch, el noruego que ha pasado a la historia de la pintura por un cuadro, El grito,cuya fama ha eclipsado una producci¨®n de m¨¢s de 20.000 obras, entre lienzos, grabados y dibujos, hoy propiedad de la ciudad de Oslo, de las que un centenar se pueden ver en Madrid desde hace unos meses.
De M¨¹nch se ha destacado siempre su radicalidad pict¨®rica y su sombr¨ªa tem¨¢tica, en la que la melancol¨ªa y la enfermedad tienen un protagonismo importante, lo mismo que la ansiedad (¡°Enfermedad, muerte y tristeza fueron los ¨¢ngeles negros que velaron mi cama¡±, escribi¨® el propio pintor), pero lo que a m¨ª m¨¢s me gusta de ¨¦l son esas otras obras en las que, por desvanecerse la figura humana o por desaparecer del todo, el paisaje acapara todo el protagonismo con su condici¨®n de espejo, del alma del pintor y de la naturaleza. Como Leonardo da Vinci pintaba la anatom¨ªa humana, M¨¹nch pinta el esp¨ªritu y lo hace a trav¨¦s de sus figuras, todas silentes y ensimismadas en sus pensamientos, pero tambi¨¦n y fundamentalmente de los paisajes de su Noruega natal. Los nocturnos sobre todo, esos cuadros transparentes en los que la luz polar alumbra fiordos marinos y pueblecitos y granjas costeros dormidos bajo la nieve o bajo unas estrellas que recuerdan a las del Van Gogh de Arles, dicen m¨¢s del alma humana que todos los gritos y los arquetipos que pueblan la iconograf¨ªa de M¨¹nch, aunque en ¨¦stos tambi¨¦n est¨¦ su car¨¢cter; ese car¨¢cter depresivo, melanc¨®lico y rayano en la obsesi¨®n que le llev¨® a vivir solo toda su vida con excepci¨®n de una corta etapa de bohemia en Oslo y en Berl¨ªn, donde coincidi¨® y trab¨® amistad con el otro gran artista escandinavo de su tiempo, el dramaturgo sueco Artur Strindberg, ¨¦se que lleg¨® a exclamar que sent¨ªa pena del hombre.
M¨¹nch nunca manifest¨® esa pena, s¨ª desperaci¨®n y miedo, aunque debajo de ¨¦stos mantuvo siempre la fe en el arte como salvaci¨®n del hombre, comenzando por la suya propia. De ah¨ª que, a pesar de sus altibajos an¨ªmicos y de su radical aislamiento de sus semejantes, continuara pintando hasta el final de sus d¨ªas y de ah¨ª que se despidiera del mundo a?adiendo a sus pensamientos, que en Espa?a ha publicado en magn¨ªfica edici¨®n la editorial N¨®rdica (El friso de la vida es el t¨ªtulo del libro) coincidiendo con la exposici¨®n de Madrid, el que m¨¢s conmueve de todos ellos: ¡°De mi putrefacto cad¨¢ver brotar¨¢n las flores y yo estar¨¦ en ellas, la eternidad¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.