Alejandro Aravena: c¨®mo exigirle a la arquitectura
Socios de Elemental en su estudio de Santiago de Chile
Alejandro Aravena (Santiago de Chile, 1967) es el cuarto arquitecto latinoamericano en obtener el Premio Pritzker. Todos los anteriores tuvieron trayectorias que, a trav¨¦s de la reivindicaci¨®n de la tradici¨®n (Barrag¨¢n) a trav¨¦s de la ideolog¨ªa comunista (Niemeyer) o favoreciendo la austeridad frente al despilfarro (Mendes da Rocha) trataron, sin ¨¦xito, de desvincular la relaci¨®n entre arquitectura y poder.
?Va a conseguir desligarla usted? El poder bien usado va a seguir siendo una herramienta clave para que la arquitectura pueda avanzar. Bien utilizado, el poder no es un problema. En la mayor¨ªa de los proyectos que nos ocupan hoy -la reconstrucci¨®n de Constituci¨®n tras el tsunami o el urbanismo de Calama, donde est¨¢ el coraz¨®n de la producci¨®n de cobre en Chile- ha aparecido la necesidad de contar con una licencia social para operar. Eso no sucede solo en Chile. Todas las grandes compa?¨ªas ya no tienen bastante con pagar impuestos, tener permisos de obra y aprobaci¨®n medioambiental, la aprobaci¨®n social es clave. La gente en las calles no deja operar a menos que exista un acuerdo sobre c¨®mo se van a repartir los beneficios. Eso es una conquista, un nuevo tipo de poder ¨Cen este caso ciudadano- que, naturalmente, exige el esfuerzo de salir a la calle. En mi pa¨ªs hemos vivido ese cambio, de la resignaci¨®n a la exigencia de di¨¢logo.
Hay un nuevo poder colectivo y an¨®nimo para el que hay que tener nuevos lenguajes, otros c¨®digos y que a nosotros es lo que m¨¢s nos entusiasma. Los proyectos donde m¨¢s hemos sufrido han sido los que nos han aportado m¨¢s satisfacciones cuando hemos entrado a dialogar o a tratar de canalizar estas nuevas formas de poder.
?Como comisario de la pr¨®xima Bienal de Venecia, como ganador del Pritzker no se siente ya dentro de la ¨¦lite, del club de arquitectos que tanto critic¨®? Para nada. No tengo ning¨²n inter¨¦s. No solo no pienso que no me estoy perdiendo nada, me parece que la vida es mucho m¨¢s potente vivida como ciudadano de a pie. Lo que modelamos como arquitectos no son ladrillos. Modelamos la vida. Y si uno no tiene una vida corriente deja de saber cu¨¢l es la materia con la que est¨¢ tratando. No me pierdo nada por no estar en el club. Y desde luego, no estoy en ¨¦l.
?Su conciencia social como arquitecto tiene algo que ver con trabajar en Latinoam¨¦rica? No s¨¦ si tengo tanta conciencia social. Cuando fundamos nuestro estudio Elemental una de las pocas cosas que ten¨ªamos claro era que jam¨¢s, ni por un minuto, ¨ªbamos a tocar la tecla de la superioridad moral. Sin falsa modestia, lo que pens¨¢bamos de nosotros era que ¨¦ramos buenos dise?adores. Y que esa habilidad hab¨ªa que ponerla a prueba en el terreno m¨¢s dif¨ªcil con complejidades sociales, econ¨®micas o ambientales. Es m¨¢s un desaf¨ªo profesional que conciencia social. Es tambi¨¦n una implicaci¨®n m¨¢s personal.
Me debe haber pasado porque cuando llegu¨¦ a Harvard, con treinta y pocos a?os ya, vi gente alrededor m¨ªo que ten¨ªa una vida que yo no quer¨ªa para m¨ª: una carrera loca por la profesi¨®n y sin una vida en la que lo que importa es la relaci¨®n con tu hijo y con tu mujer. Para tener equilibrio en el ¨¢mbito emocional hay que poner atenci¨®n y tiempo y eso te obliga a preguntarte d¨®nde quieres gastar los latidos que te dan.
Eso viene del ¨¢mbito privado, pero si el mismo criterio ¨Ca qu¨¦ quieres dedicar tus fuerzas- uno lo aplica a lo profesional, hay cuestiones en las que si uno mira para atr¨¢s vali¨® m¨¢s la pena haberse metido. Un cambio de un mil¨ªmetro que afecta a cientos de miles de personas hace que uno pase mejor el test de la almohada. Aunque el resultado no sea al final todo lo bueno que uno hubiera querido. A¨²n as¨ª vali¨® la pena porque es mejor haberlo hecho que no haberlo hecho.
?El renacer del inter¨¦s social por la arquitectura resultar¨¢ en una dicotom¨ªa entre la gran arquitectura y la arquitectura menor? Ser¨ªa un error pensar que solo por ocuparse de un tema humanitario uno lo est¨¢ haciendo bien como arquitecto. La mejor explicaci¨®n que yo he escuchado de lo que hacemos la dio uno de nuestros profesores, Fernando P¨¦rez. Dijo que la buena arquitectura es al mismo tiempo un espejo y un manto. Como espejo es un objeto cultural al cual uno interroga que, a su vez, refleja un estado de la cultura, de la tecnolog¨ªa y de la sensibilidad social. Y por otro lado debe ser un objeto corriente al que nadie le presta atenci¨®n. Esa capacidad de resistir la mirada atenta y disolverse a la vez es uno de los atributos de la gran arquitectura. La gran arquitectura entendida como un edificio ic¨®nico queda incompleta si este no sabe desaparecer y coger un segundo plano. Los edificios que se imponen como iconos y no permiten hacer una vida corriente fallan. Lo mismo que la arquitectura funcional que s¨®lo busca desaparecer. Si ese es el objetivo, ha renunciado al desarrollo que debe hacer de la cultura de la humanidad. Para m¨ª la gran arquitectura debe cumplir ambas cosas: ser capaz de desaparecer y resistir la mirada atenta.
?Qu¨¦ busca el Pritzker? ?A qui¨¦n sirve? Hay un desaf¨ªo colectivo: mejorar la calidad de vida de la gente y la manera en que lo hacemos es por medio del entorno construido.
¡±Reportando desde el frente¡± es el tema de la pr¨®xima Bienal de Venecia de la que ser¨¢ comisario. ?Qu¨¦ busca transmitir? Hacer algo un poco mejor cuesta mucho. Es contingente. Pero a menos que te lo propongas las cosas no van a cambiar. Hay que hacer una movida agresiva de poder para cambiar el estado de las cosas. Como es dif¨ªcil hay que poder cambiarlo desde muchos lugares. Algunos lo hacemos desde la pr¨¢ctica, construyendo proyectos. Otros lo har¨¢n ense?ando a los que har¨¢n proyectos. Otros lo har¨¢n en la prensa, llamando la atenci¨®n sobre cosas que es necesario atender. Y otros desde las bienales. En ese sentido el Pritzker creo que marca una direcci¨®n hacia las cosas a las que hay que prestar atenci¨®n. Darle una presencia mayor a los tomadores de decisiones es clave. Sensibilizarlos sobre d¨®nde est¨¢ la calidad porque por alguna raz¨®n en el entorno de lo construido es muy dif¨ªcil pedir calidad. Un tipo que se compra un auto sabe a lo que puede aspirar con 40.000 d¨®lares. Lo mismo cuando te compras un traje. Pero en general no sabemos lo que tenemos que pedirle a la arquitectura, que es cara y no se sabe c¨®mo exigirle. Un premio como este contribuye a exigirle calidad a la arquitectura. Informa a la opini¨®n p¨²blica de c¨®mo hacerlo.
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