Rajoy no puede, S¨¢nchez no debe
Es el momento de que Rajoy deje paso a otro y S¨¢nchez renuncie a un pacto da?ino
La investidura del pr¨®ximo presidente del Gobierno permanece en la confusi¨®n cuando est¨¢ a punto de cumplirse la primera ronda de consultas por parte del Jefe del Estado y se ha superado el primer mes desde la celebraci¨®n de las elecciones. En esta fecha, por encima del ruido y las especulaciones absurdas, sobresale la certeza de que hay dos agendas en juego: la que gira en torno al PP y la que podr¨ªa organizarse en torno al PSOE, ambas con pretensiones cuyos protagonistas no han tenido a bien explicar.
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Ante la insuficiencia de los 123 diputados logrados, Mariano Rajoy opt¨® por abandonar la ret¨®rica de las ofensas recibidas durante la campa?a y lanz¨® la propuesta de constituir una gran coalici¨®n a base de reunir bajo un mismo manto a PP, PSOE y Ciudadanos. Sobre la finalidad de esta operaci¨®n, lo m¨¢s que ha precisado es que se trata de llevar a cabo ¡°las reformas que sean necesarias¡±. Es, en cualquier caso, un proyecto imposible e indeseable.
Resulta sorprendente la pasividad de Rajoy y su nula inclinaci¨®n a insistir, negociar y suministrar a la opini¨®n p¨²blica y a sus potenciales aliados argumentos cre¨ªbles para borrar las diferencias con que los partidos se presentaron ante los electores y defender propuestas de inter¨¦s com¨²n.
Rajoy no ense?a sus cartas, apenas habla y ¡ªseg¨²n supimos ayer por su boca¡ª tiene mucho tiempo libre, pese a los serios problemas de este pa¨ªs que deber¨ªan ocupar su atenci¨®n. Su quietud irritante, mientras todo se mueve alrededor, puede significar un intento de retrasar la apertura de la operaci¨®n sucesoria en su partido o la ¨ªntima confianza de que nadie podr¨¢ ser jefe del Ejecutivo con la actual composici¨®n de la C¨¢mara y, por tanto, que solo ve posible la repetici¨®n de las elecciones y guarda fuerzas para ese momento.
Ser¨ªan malas noticias porque parece evidente que hemos llegado a un final de ciclo y el presidente no tiene ya nada que ofrecer a este pa¨ªs como no sea su retiro. Es preciso que diga de una vez si aspira a ser jefe del Gobierno o, si no puede conseguirlo por falta de apoyos, que d¨¦ paso a otra persona para que lo intente.
Estamos en el final de un ciclo y el presidente no tiene nada que ofrecer a este pa¨ªs salvo su marcha
Su pasividad no ha servido para que los dem¨¢s esperen. El secretario general de los socialistas, Pedro S¨¢nchez, est¨¢ decidido a trabajarse una alternativa y es obvio que tiene derecho a ello. Pero los pobres resultados que obtuvo en las urnas le obligan a una combinaci¨®n muy heterog¨¦nea y, por lo que se ha filtrado hasta ahora, claramente inconveniente para los intereses generales.
La hip¨®tesis m¨¢s mencionada es la de una suma del PSOE con los diversos grupos de Podemos y el PNV, y con el apoyo expreso o la abstenci¨®n de las dos fuerzas independentistas catalanas, ERC y DL. Es posible que esa estramb¨®tica amalgama permita una investidura, pero estamos convencidos de que no permitir¨ªa gobernar. El mensaje de los electores fue contrario a las mayor¨ªas absolutas y a los Gobiernos monocolor, por lo que es necesario un Ejecutivo de coalici¨®n. S¨¢nchez no puede en ning¨²n caso pretender gobernar en solitario con solo 90 diputados ¡ªel peor resultado de la historia de un candidato socialista¡ª y menos a¨²n si para ello necesita el apoyo expl¨ªcito o impl¨ªcito de quienes centran sus objetivos en separar a Catalu?a de Espa?a. Si lo hiciera correr¨ªa un riesgo elevad¨ªsimo de convertirse desde el primer d¨ªa en reh¨¦n de causas que van contra el inter¨¦s de los ciudadanos y la voluntad probable de una gran mayor¨ªa de electores socialistas.
Por otra parte, las insistentes y devastadoras cr¨ªticas de Podemos a los socialistas durante las transacciones sobre la cuesti¨®n de los grupos parlamentarios ponen de relieve el peligro que una alianza de esas caracter¨ªsticas significar¨ªa, no solo para Espa?a, sino tambi¨¦n para el PSOE, el partido que realiz¨® las mayores transformaciones que ha conocido la sociedad espa?ola en muchas d¨¦cadas. Antes que buscar a cualquier precio una investidura deber¨ªa sentarse a reflexionar sobre el papel que le corresponde jugar hoy a una fuerza progresista y europe¨ªsta, social e innovadora, moderada y madura.
Es posible que lo que S¨¢nchez busca le permita la investidura, pero no le permitir¨ªa gobernar
El PP no dud¨® en mirar en su d¨ªa con simpat¨ªa a Podemos, y las televisiones de la derecha, generosamente recompensadas por el Gobierno de Rajoy, se han dedicado durante a?os a promover a ese partido como una alternativa que perjudicara a los socialistas. Esta t¨¢ctica, ya ensayada en su d¨ªa por Aznar con los comunistas de Julio Anguita, y conocida como la pinza, ha obtenido el ¨¦xito buscado de debilitar al PSOE. Tambi¨¦n ha contribuido, por cierto, a la extensi¨®n de la demagogia en el debate pol¨ªtico y medi¨¢tico.
Mientras se mercadean los votos para la investidura, unos y otros se olvidan de explicar para qu¨¦ quieren gobernar, cu¨¢les son sus pol¨ªticas sociales en estos momentos de crisis y c¨®mo quieren financiarlas. En definitiva, qu¨¦ proyecto de pa¨ªs tienen. No hemos escuchado nada parecido durante la campa?a y tampoco en estos d¨ªas de fren¨¦tica aritm¨¦tica.
En eso han de concentrarse los l¨ªderes si realmente quieren estar a la altura de lo que los tiempos y los ciudadanos demandan. Y en organizar alianzas posibles que generen los cambios necesarios. A comenzar por la reforma de la Constituci¨®n, la m¨¢s importante de todas, que debe procurar incluir a todo el arco parlamentario y que es imposible imaginar sin el concurso del PP. Cosa que parece olvidar Pedro S¨¢nchez en su ingenuo intento de convertirse en l¨ªder nacional, pues uno de sus objetivos m¨¢s repetidos, el de la Espa?a federal, no es factible si no logra incorporar a ¨¦l a las fuerzas de la derecha.
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