Analog¨ªa
Los votantes del PSOE y de Podemos no perdonar¨ªan que no se intentase un acuerdo entre ambos partidos porque cualquier otra soluci¨®n les parecer¨ªa peor
Millones de espa?oles han crecido bajo los ecos de aquella gesta. Se han agotado los adjetivos excelsos, las f¨®rmulas de alabanza para ensalzar la generosidad, la responsabilidad, el patriotismo de quienes renunciaron a sus l¨ªneas rojas a favor de la gobernabilidad de este pa¨ªs. Que yo no est¨¦ precisamente de acuerdo con el relato no implica que no recuerde a dos antagonistas enfrentados en un grado hoy inconcebible. Uno era el secretario general de un partido ilegal, al que el franquismo consideraba una banda terrorista. El otro hab¨ªa sido secretario general del Movimiento Nacional, el partido ¨²nico de la dictadura. Se sentaron a negociar, pactaron y llegaron a un acuerdo. Sus seguidores se sintieron traicionados por igual, pero apoyaron el pacto porque cualquier otra soluci¨®n les habr¨ªa parecido peor. Esa fue la clave de aquella negociaci¨®n, y es el aspecto que hoy se empe?an en ignorar quienes censuran cualquier pacto entre el PSOE y Podemos, dos partidos legales que, desde la direcci¨®n hasta su ¨²ltimo militante, est¨¢n infinitamente m¨¢s cerca entre s¨ª que el PCE de 1976 y el aparato franquista, y equidistantemente alejados del PP. Sus votantes no les perdonar¨ªan que no intentaran llegar a un acuerdo porque cualquier otra soluci¨®n les parecer¨ªa peor, pero su capacidad de renuncia, su postura favorable al di¨¢logo, no merece elogio alguno. Al contrario, parece que la sensatez, la cordura, la solvencia, son en Espa?a patrimonio de la derecha, quiz¨¢s porque sus diputados llevan siempre corbata. Si yo fuera Pedro S¨¢nchez, intentar¨ªa formar Gobierno. Es una tarea ardua, pero el premio merece la pena porque entre todos, amigos y enemigos, le est¨¢n convirtiendo en un h¨¦roe. Como Su¨¢rez. O como Carrillo.
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