El director de orquesta

A uno, que no le interesa el f¨²tbol, siempre le interes¨® Zidane porque ten¨ªa cara de buena persona. Uno viene de esa cultura de las buenas personas y sigue creyendo ingenuamente que la cara es el espejo del alma, asunto no del todo caduco: ah¨ª tienen la jeta de B¨¢rcenas, por no poner m¨¢s que un ejemplo de actualidad. Tambi¨¦n es cierto, c¨®mo negarlo, que bajo los amables rasgos faciales del exduque de Palma se ocultaba un presunto evasor. Pero Zidane nos conmovi¨® siempre, incluso cuando el famoso cabezazo que su adversario le hab¨ªa pedido a gritos. Luego est¨¢ lo de llamarse Zinedine Zidane, que es una aliteraci¨®n hermos¨ªsima, tambi¨¦n eso a?ad¨ªa puntos a su imagen. Un futbolista, en fin, que iba por el mundo promocionando una figura ret¨®rica y que hac¨ªa con el bal¨®n filigranas influidas por el estilo plateresco. ?Se puede pedir m¨¢s? Quiz¨¢ no.

Pero he aqu¨ª que abre uno el peri¨®dico un lunes cualquiera y se encuentra con esta imagen del ahora entrenador dando instrucciones a su equipo. ?No les recuerda a un director de orquesta en el momento de atacar una obertura? Observen la delicadeza, no exenta de vigor, con la que eleva las manos, como si diera instrucciones al violinista en vez de al delantero centro. Reparen en la posici¨®n de los dedos, en los que se acumula toda la tensi¨®n de un instante en el que el gozo se trenza con el peligro de que una nota suelta d¨¦ al traste con la partitura. No se pierdan la expresi¨®n encandilada del rostro, con la boca abierta en actitud de tararear la melod¨ªa cuyos compases coordina. Dan ganas de pedir el carn¨¦ de socio.

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