Ciberactivismo en ?frica: entre el ayer y el ma?ana
Una revoluci¨®n se est¨¢ gestando en el continente m¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica: a pie de calle, en redes, ordenadores y tel¨¦fonos m¨®viles¡
Los usuarios comprometidos de las nuevas tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n en ?frica han recorrido un largo camino en muy poco tiempo y se enfrentan a un futuro lleno de retos. Las crisis electorales han sido el detonante de la aparici¨®n de movimientos cr¨ªticos que se han hecho fuertes en las redes.
En 2008, Kenia se asomaba al abismo de la violencia, despu¨¦s de que dos aspirantes a presidente se presentasen como ganadores. En 2010, sobre Costa de Marfil planeaba el fantasma conocido de la guerra civil como consecuencia de los resultados de las elecciones presidenciales. En 2012, en Senegal se mascaba el germen del estallido social por la crispaci¨®n que generaba la elecci¨®n del nuevo jefe del Estado. En los tres casos, los colectivos de blogueros locales se movilizaron. En Kenia, pensaron que la realidad se construye con muchas visiones parciales desde diferentes enfoques. Habilitaron un espacio para que cada ciudadano expusiese y compartiese su pieza particular del mosaico y alumbraron la plataforma Ushahidi. En Costa de Marfil, animaron, primero, el debate en las redes sociales, con el hashtag #CIV2010, para dar a los ciudadanos un espacio en el que expresarse y despu¨¦s con #CIVsocial se convirtieron en protagonistas de la reacci¨®n ante la violencia. Y en Senegal, organizaron un dispositivo para vigilar los comicios y para garantizar que los resultados se correspond¨ªan con la voluntad expresada por los ciudadanos.
?Qu¨¦ tienen en com¨²n Kenia, Costa de Marfil y Senegal? En realidad, poco. Al menos, poco m¨¢s que contar con comunidades de ciberactivistas que emergieron prematuramente y que con el paso del tiempo se han convertido en referentes. Estos tres pa¨ªses, o m¨¢s bien, estos tres episodios se han convertido en un ejemplo para un fen¨®meno que se est¨¢ extendiendo imparablemente por el continente. Esta esperanza que se despliega por toda ?frica es la aparici¨®n de comunidades de ciberactivistas que utilizan las herramientas digitales a favor de la transparencia y la democratizaci¨®n y que las ponen al servicio de las voluntades de unos ciudadanos dispuestos a tomar el protagonismo de la vida social.
Estos tres episodios han servido de inspiraci¨®n para una corriente que poco a poco ha ido germinando en el continente, a pesar de que la penetraci¨®n de Internet sigue siendo sensiblemente m¨¢s baja que la del conjunto del planeta. Los ¨²ltimos datos de Internet World Stats ponen de manifiesto que casi 29 de cada cien africanos navegan por la red, mientras que poco m¨¢s de 46 de cada cien habitantes del mundo son usuarios de la red. La progresi¨®n de este acceso va reduciendo progresivamente las diferencias. En este sentido resulta determinante la tasa de penetraci¨®n de los tel¨¦fonos m¨®viles que, seg¨²n la Uni¨®n Internacional de Telecomunicaciones (ITU), que en el continente africano ha llegado ya al 73,5%. En una d¨¦cada, el n¨²mero de l¨ªneas se ha multiplicado casi por ocho, desde los 87 millones en 2005, hasta los 685 en 2015.
En los ¨²ltimos a?os, los tel¨¦fonos m¨®viles se han convertido, metaf¨®ricamente, en protagonistas privilegiados de las transformaciones sociales y de las citas democr¨¢ticas. Florecen en el continente las iniciativas de control de las elecciones a trav¨¦s de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n (TIC), las de exigencia de transparencia usando las herramientas del entorno digital, las de lucha contra la corrupci¨®n a trav¨¦s de la web 2.0 y, en general, de la participaci¨®n social y pol¨ªtica mediante los medios sociales.
En 2015 se ha demostrado que el ciberactivismo marida bien con los movimientos ciudadanos cr¨ªticos que se levantan en el continente. En Burkina Faso acompa?aron en las elecciones a la sociedad civil que primero hab¨ªa acabado con el poder aparentemente intocable de Blaise Compaor¨¦ y despu¨¦s se opuso a un golpe de Estado militar. En Burundi, se pusieron al servicio del movimiento de oposici¨®n al tercer mandato del presidente Pierre Nkurunziza. En Nigeria, siguieron exigiendo la liberaci¨®n de las ni?as secuestradas por Boko Haram. Y as¨ª, pr¨¢cticamente en todo el continente, contra la xenofobia en Sud¨¢frica, contra la censura en Etiop¨ªa, contra la corrupci¨®n en Kenia o a favor de la democracia en Guinea Conakry, en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo o en el Congo-Brazzaville, los ciberactivistas han ido desplegando todo el potencial de las TIC que su creatividad les ha permitido, desde las simples campa?as en las redes sociales, hasta las plataformas de monitorizaci¨®n de las elecciones, desde los blogs informativos colectivos hasta las iniciativas colectivas concertadas.
La experiencia ha demostrado que las elecciones son el caldo de cultivo ideal para la emergencia de las comunidades de ciberactivistas. En la mayor parte de los ejemplos citados, unos comicios han sido el punto de inflexi¨®n para pasar a la acci¨®n. Parece que la convocatoria a las urnas alberga un car¨¢cter de crisis, en cuanto a incertidumbre y reto, y una capacidad de movilizaci¨®n suficiente para que el activismo replique el efecto de la bola de nieve que va creciendo. En el caso de Kenia, apenas media docena de blogueros pusieron en marcha Ushahidi, el germen de uno de los ecosistemas digitales m¨¢s din¨¢micos del continente actualmente. En Senegal, la asociaci¨®n de blogueros contaba poco m¨¢s de una docena de miembros cuando lanz¨® el proyecto Sunu2012. Y Ablogui, en Guinea Conakry, era una asociaci¨®n bi o tripersonal antes de poner en marcha GuineeVote. Para esa cita consigui¨® movilizar a cerca de 300 observadores y ahora supera los 80 miembros.
Esa misma experiencia demuestra, sin embargo, que las elecciones son un punto de partida para federar a usuarios de las TIC comprometidos y configurar las comunidades de ciberactivistas. Esas comunidades contin¨²an sus actividades m¨¢s all¨¢ de los comicios, unas veces de manera colectiva y otras sus miembros a t¨ªtulo individual. El gusto de la participaci¨®n y la movilizaci¨®n ha llevado a algunos de ellos a convertirse en actores incontestables de la vida social y pol¨ªtica.
Pero, a pesar del crecimiento exponencial que ha vivido el fen¨®meno del ciberactivismo en ?frica durante el pasado a?o, los retos que se plantean en 2016 son igualmente ambiciosos. En febrero hay previstas elecciones en Uganda y Ben¨ªn y las comunidades locales ya han puesto en marcha algunas iniciativas de uso de las redes sociales. En marzo podr¨ªan celebrarse en la Rep¨²blica del Congo, donde el colectivo eminentemente digital #SassouFit intenta ya tener un dispositivo preparado. A finales de 2015, este movimiento que se opone a la reedici¨®n del mandato de Denis Sassou-Nguesso, tuvo que digerir la frustraci¨®n, precisamente por la falta de preparaci¨®n, de no poder evitar un refer¨¦ndum para un cambio constitucional que le permitiera volver a presentarse. En abril ser¨¢ el momento de Yibuti, donde una oposici¨®n cada vez m¨¢s ciberactiva trata de hacerse o¨ªr hace meses en las redes sociales ante las dificultades crecientes para manifestarse en las calles. En noviembre est¨¢n previstas unas elecciones en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, en las que Joseph Kabila deber¨¢ hacer frente a la capacidad de movilizaci¨®n y de difusi¨®n internacional de movimientos que tienen en su ADN la existencia digital. Colectivos como Filimbi, LUCHA o, m¨¢s recientemente, R¨¦veil des indign¨¦s, se han centrado en la exigencia de democratizaci¨®n y transparencia en el gigante centroafricano, a pesar de la elecci¨®n entre el exilio y la c¨¢rcel de muchos de sus miembros. Estos son s¨®lo algunos de los ejemplos, en los que ya se han activado los mecanismos de las ciberacciones.
Adem¨¢s de extenderse por todo el continente, los protagonistas del ciberactivismo han madurado con el paso del tiempo. Lejos de la inocente candidez de los pioneros, los actores se saben hoy controlados, tanto por parte de los Gobiernos como por la de las grandes empresas que dominan el sector tecnol¨®gico. Han tenido que hacer frente a las consecuencias de la censura contra la que luchan y por eso se muestran preocupados por cuestiones que en otro tiempo no ten¨ªan en cuenta, como la seguridad, el anonimato o la intimidad.
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