La juerga
De un tiempo para ac¨¢, en las oficinas de Silicon Valley y en los despachos de Hollywood, los jefes trabajan en un escritorio alto con una caminadora debajo
El escritor uruguayo Juan Carlos ?Onetti practicaba una famosa indolencia vital. Escrib¨ªa sus impagables libros acostado en su cama. Ah¨ª tambi¨¦n conced¨ªa entrevistas, le¨ªa novelas policiacas, fumaba un cigarrillo tras otro y a ratos beb¨ªa whisky. Si el mundo no va a ninguna parte, ?ad¨®nde voy a ir yo?, supongo que pensar¨ªa. Otro gran sedentario era el escritor cubano Jos¨¦ Lezama Lima, autor de la monumental novela Paradiso. Escrib¨ªa, le¨ªa y recib¨ªa la visita de sus amigos sin moverse de su sill¨®n. La inmovilidad lo puso en tal estado de gordura que, seg¨²n contaba Lichi, otro escritor cubano, el d¨ªa que muri¨® no pudieron sacar su cuerpo por la puerta de la casa.
Sirvan estos dos campeones del sedentarismo como contraste frente a este invento del siglo XXI: la caminadora con escritorio integrado, o viceversa. De un tiempo para ac¨¢, en las oficinas de Silicon Valley y en los despachos de los productores de Hollywood, los jefes trabajan en un escritorio alto con una caminadora debajo. Escriben, consultan su correo electr¨®nico, hablan por tel¨¦fono, vacilan con la secretaria y beben caf¨¦ sin dejar de caminar.
Hace unos d¨ªas, un diario ingl¨¦s public¨® una nota titulada: ¡°Cuando est¨¢s sentado est¨¢s m¨¢s cerca de la muerte¡±. Al parecer, estar sentado durante largos periodos del d¨ªa recorta el tiempo de vida. La edad a la que muri¨® Lezama Lima, 65 a?os, confirma esta informaci¨®n, pero la de Onetti, a los 84, la contradice. ?O ser¨¢ que es mejor vivir acostado que sentado? Para paliar las calamidades del sedentarismo en la oficina, el art¨ªculo propon¨ªa el escritorio con caminadora. Cuesta 2.500 d¨®lares y desde el a?o 2012 se han vendido 50.000 unidades en Estados Unidos.
Veamos esta colecci¨®n de piezas estelares del siglo XXI: cerveza sin alcohol, caf¨¦ sin cafe¨ªna, cigarrillo sin tabaco, carne que no tiene carne pero sabe a carne y ahora el escritorio sin silla. Menuda juerga.
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