Cinco cosas que aprendimos anoche en el concierto de Bryan Adams
Porque la nostalgia no es nada de lo que haya que avergonzarse. As¨ª vivimos el concierto del canadiense en Madrid
Es probable que los menores de 20 a?os no sepan ni vayan nunca a descubrir qui¨¦n es Bryan Adams (Ontario, 56 a?os). Su ¨²ltimo ¨¦xito mundial (When you're gone, un dueto con la Spice Girl Melanie C) es de 1999, como si el siglo XXI le hubiera cerrado la puerta en las narices consciente de que Adams es la quintaesencia del pop-rock para masas de los 90. Su nombre estar¨¢ siempre asociado al fen¨®meno del la banda sonora gracias a sus superventas "tema principal de la pel¨ªcula" para cine de aventuras rom¨¢ntico con pelazo: Robin Hood. Pr¨ªncipe de los ladrones, Los tres mosqueteros o Don Juan de Marco. Anoche, este canadiense que parece tan americano como sus compatriotas Shania Twain o Alanis Morissette demostr¨® que quiz¨¢ el Oscar se le resisti¨® tres veces, pero sigue llenando estadios como el de Palacio Vistalegre en Madrid (unas 10.000 personas). As¨ª despej¨® todas las dudas que pod¨ªan surgir cuando inici¨® su 17? gira, 36 a?os despu¨¦s de su debut.
Estas fueron las cinco cosas que aprendimos anoche en el concierto:
?Pero a qui¨¦n le gusta Bryan Adams?
El p¨²blico de Adams estaba compuesto anoche por parejas de todas las edades (la mayor¨ªa llevaban plumas del mismo color), incluso una veintea?era que llevaba "Get up" (el t¨ªtulo del ¨¢lbum que presentaba el cantante) pintado en la cara cual fan de Take That en Sorpresa, sorpresa. La euforia ante los ¨¦xitos de Adams (y no falt¨® ni uno) no enga?an: aqu¨ª todo el mundo tiene un Grandes ?xitos en su casa (y Adams ha editado cinco), pero pocos han o¨ªdo el nuevo, Get up. Nadie hablaba de Adams en la cola, sino que recordaban otros conciertos ("aqu¨ª vinimos a ver a Jamie Cullum", "no ven¨ªa a un concierto desde el de Man¨¢") mientras se atascaban con la gente que sal¨ªa del Hipercor de Vistalegre. La confusi¨®n ven¨ªa porque el p¨²blico del Hipercor y el de Bryan Adams es el mismo: todo el mundo que tenga un rato libre.
?Est¨¢ Bryan para estos trotes?
El foco apunta a una espont¨¢nea que empieza a contonearse a ritmo de 'If ya wanna be bad ya gotta be good' y hasta se suelta la coleta antes de que aparezca un intruso al que Bryan amenaza educadamente con "sir, get the fuck out of there"
No, pero entre su p¨²blico hay gente mucho m¨¢s estropeada y con 20 a?os menos. Adams apenas se mueve excepto para mudarse de un extremo a otro alternando los tres micr¨®fonos de pie que hay colocados en el escenario. Su actitud sugiere que disfruta m¨¢s con sus temas rock and roll m¨¢s desconocidos que con las baladas de "lo dar¨ªa todo por ti, para siempre, estar¨¦ aqu¨ª" que las 10.000 personas han venido a escuchar. Para la inevitable cima rom¨¢ntica, (Everything I Do) I Do It For You, Adams adquiere postura desganada de cantante de cruceros y pone mucho ¨¦nfasis en "I do if for you", porque ¨¦l no tiene ninguna gana de atravesar por en¨¦sima vez los 6 minutos de promesas. Viendo c¨®mo se besa la mitad del Palacio de Vistalegre, al menos la balada mantiene intacto su efecto y quiz¨¢ anime a alg¨²n fan de Bryan a probar los geles de placer. De vez en cuando pega gritos que parecen dar la bienvenida a los hijos del rock and roll, pero luego hace reverencias de agradecimiento como el yerno de ensue?o en el que su americana azul marino le ha convertido. Aunque se echa de menos alguna cazadora de cuero o un chaleco vaquero, Adams aguanta sin cambios de ropa y sin descansos entre canciones.
?Qu¨¦ tal han envejecido sus canciones?
Regular, pero anoche en Vistalegre todos quer¨ªamos que fuese 1992. Adams no se disculpa por hacer rock comercial con frases intercambiables, y alterna minuciosamente un tema nuevo con un ¨¦xito ahorr¨¢ndonos a los de la vieja escuela el temido segmento de temas desconocidos. La osad¨ªa de explotar el cl¨ªmax de Summer Of '69 a mitad del concierto indica que debe confiar mucho en el repertorio de la segunda parte. Su nost¨¢lgico himno generacional suena apoyado por visuales de un cuerpo femenino desnudo con la letra tatuada, como si no nos la supi¨¦ramos todos gracias a los ejercicios de listening del instituto. El tema m¨¢s abrazado por el p¨²blico es Have you ever loved a woman?, acompa?ado por im¨¢genes del videoclip con mujeres en antifaz tras una cortina de encaje y varios planos de Paco de Luc¨ªa que son vitoreados por el p¨²blico. Adams, no obstante, pierde la oportunidad de crear un momento emocional al no mencionar al maestro gaditano como s¨ª ha hecho repetidamente con los miembros de su banda. La felicidad de sus videoclips es contagiosa y durante dos horas Vistalegre se convierte en un programa de Del 40 al 1 en el que s¨®lo falta Fernandisco.?
?Sigue Bryan siendo un gal¨¢n?
Anoche en Vistalegre todos quer¨ªamos que fuese 1992. Adams no se disculpa por hacer rock comercial con frases intercambiables, y alterna minuciosamente un tema nuevo con un ¨¦xito ahorr¨¢ndonos a los de la vieja escuela el temido segmento de temas desconocidos
Extra?amente, s¨ª. A pesar de esas letras que hoy levantar¨ªan pol¨¦micas ("s¨¦ que ella me quiere de verdad, pero es demasiado f¨¢cil hacerte el amor") y cuya picard¨ªa queda subrayada por focos rojos, el p¨²blico femenino jalea la galanter¨ªa sexual de Adams. Su propuesta no es sutil (durante Heaven los visuales son un plano fijo de una estaci¨®n espacial), especialmente cuando proyecta im¨¢genes de una se?orita en ropa interior bailando ante una persiana a contraluz como en un anuncio de Farala, pero se mete al p¨²blico en el bolsillo cuando pide que "una mujer muy caliente" (en perfecto castellano) baile para ¨¦l. El foco apunta a una espont¨¢nea que empieza a contonearse a ritmo de If ya wanna be bad ya gotta be good y hasta se suelta la coleta antes de que aparezca un intruso al que Bryan amenaza educadamente con "sir, get the fuck out of there". Al final, acaban uni¨¦ndose varias mujeres y hasta la hermana gemela de la espont¨¢nea original. Un recurso que probablemente Bert¨ªn Osborne lleve haciendo 30 a?os, pero que sigue conquistando al personal como el primer d¨ªa.
?Merece la pena ir a uno de sus conciertos?
Si a¨²n no has tirado tu peto vaquero con la esperanza de que vuelva a estar de moda, sin duda. En la grada me rodeaban una pareja de cincuentones, dos chicas de veintipocos, un tipo con el peinado de Rosendo Mercado que tomaba notas sin parar y otro con una gorra de Fito Cabrales. Todos vibraron por igual con este viaje en el tiempo. Ninguno se resiti¨® a unirse al "oeeee-oe-oe-oeeeee" que la masa improvis¨® en tres ocasiones, acompa?ados por los acordes de un servicial Bryan Adams. Todos se arrancaron con la segunda voz de la Spice Girl en When you're gone y bailaron como si conocieran su nueva canci¨®n, Brand new day, que suena igual que Summer Of '69 especialmente con la ac¨²stica de Vistalegre.
La genuina sorpresa del p¨²blico cuando Adams se marc¨® un bis con All for love nos record¨® que aunque no estuvieran Sting ni Rod Stewart y aunque el cardado con electricidad est¨¢tica haya sido reemplazado por la gomina a lo Beckham, todas esas canciones son oro puro para el karaoke. Anoche ninguno de los asistentes estaba all¨ª por iron¨ªa, sino porque la nostalgia no es nada de lo que haya que avergonzarse. Bryan Adams no va a hacerlo. Mi ovaci¨®n cuando empez¨® Can't stop this thing we started delata que yo tampoco, aunque me convirtiese en sujeto de estudio para la libreta de notas de Rosendo. Y a juzgar por la cantidad de m¨®viles grabando que iluminaron la canci¨®n de Robin Hood, ninguna de esas 10.000 personas sinti¨® bochorno alguno. Ni siquiera la veintea?era que no dejaba de llorar mientras su amiga le dec¨ªa "pero no llores, tonta".
Pero lo a gusto que se qued¨® (tanto como Bryan y todos sus espectadores) hizo que el r¨ªmel malgastado mereciese la pena. Estaba demasiado lejos para que el selfie de Instagram que cerr¨® el concierto (Bryan lleva cantando que los tiempos cambian desde el verano del 69) le pillase llorando. El tel¨®n de ese selfie era la masa abstracta, para la cual Adams lleva toda la vida tocando. Sin disculpas.
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