Del empate al ¡®impasse¡¯
Existe un c¨ªrculo vicioso que impone como un deber la pol¨ªtica punitiva del ajuste de cuentas
Los recientes resultados electorales arrojan un empate pol¨ªtico tanto entre izquierda y derecha en Espa?a como entre secesionistas y unionistas en Catalu?a. Algo que deber¨ªa ser positivo, si tenemos en cuenta que el liberalismo del miedo prescribe la divisi¨®n y el equilibrio de poder para evitar su abuso, favoreciendo el imperio de la ley y la primac¨ªa de la sociedad civil. Pero aqu¨ª solo parece imposibilitar la resoluci¨®n de los conflictos existentes. Ni en Catalu?a se puede acordar una tercera v¨ªa que represente mejor las preferencias ciudadanas, ni tampoco se puede negociar en Espa?a un acuerdo suprapartidista que aborde la necesaria reforma institucional. As¨ª se confirma el inicio de una grave crisis pol¨ªtica como ya pronostiqu¨¦ en estas p¨¢ginas.
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Una posible explicaci¨®n de este impasse ser¨ªa la nueva fragmentaci¨®n del voto que ha incrementado el pluralismo del sistema de partidos, debilitando al r¨¦gimen democr¨¢tico al crear un vac¨ªo de poder. Con ello habr¨ªamos pasado del viejo empate bipolar en una guerra fr¨ªa bipartidista, estabilizada por el principio de contenci¨®n mutua, a un nuevo empate multipartidista en el que no existe ninguna mayor¨ªa dominante, del que parece emerger la guerra de todos contra todos. Pero esto tampoco tendr¨ªa por qu¨¦ resultar as¨ª.
En el modelo proporcional de los pa¨ªses n¨®rdicos, la fragmen-taci¨®n del voto favorece los acuerdos multipartidistas consociativos, adem¨¢s de servir como un sistema de frenos y contrapesos (checks & balances) que permite limitar y controlar al poder. Mientras que en las partitocracias del sur de Europa la fragmentaci¨®n degenera en un sistema de clanes excluyentes enfrentados en recurrentes ajustes de cuentas. Este opuesto resultado se debe a la tard¨ªa democratizaci¨®n del sur de Europa, donde pervive el antagonismo heredado de guerras civiles y reg¨ªmenes autoritarios. Por eso, mientras en el norte europeo tempranamente democratizado reina una cultura c¨ªvica basada en el consenso y la cooperaci¨®n, con altos niveles de confianza p¨²blica y capital social positivo (universalista, integrador y cohesivo), en el sur predomina una cultura de confrontaci¨®n fundada en la desconfianza p¨²blica y el capital social negativo (particularista, excluyente y disgregador).
De ah¨ª que las victorias electorales de Mas y Rajoy hayan resultado p¨ªrricas, reduci¨¦ndoles a la impotencia ante la incapacidad de pactar: vencer¨¦is pero no convencer¨¦is. Y al quedar desautorizados y privados de legitimidad resurge la anarqu¨ªa y el vac¨ªo de poder, quedando el r¨¦gimen de partidos fracturado como si fuera el tablero de un juego de tronos: un sistema de clanes separados por vetos personales, l¨ªneas rojas o cordones sanitarios que se enfrentan por el control excluyente de su propio feudo mientras los ciudadanos se dejan ganar por la desafecci¨®n y la desesperanza sin nadie en quien poder confiar.
En el sur predomina una cultura de confrontaci¨®n fundada en la desconfianza p¨²blica y el capital social negativo
La ra¨ªz de esta guerra de clanes se debe a un fallo del dise?o institucional originario, a causa de un sistema electoral te¨®ricamente proporcional (lo que facilita el consenso consociativo) pero en la pr¨¢ctica mayoritario (que encamina al conflicto bipolar), atribuyendo todo el poder al vencedor. De ah¨ª los bandazos de una trayectoria democr¨¢tica en la que se alternan mayor¨ªas absolutas que abusan de su poder seguidas de presidencias muy d¨¦biles obligadas a ceder. Una ant¨ªtesis que favoreci¨® desde el inicio la formaci¨®n de coaliciones negativas contra el presidente en ejercicio, refutando el aparente consenso con que se pact¨® la Transici¨®n. En 1980, el presidente Su¨¢rez era derribado del poder por maniobras extraelectorales, y ese precedente inspir¨® despu¨¦s la formaci¨®n de coaliciones negativas contra Gonz¨¢lez en 1994 (pinza Aznar-Anguita) o contra Aznar en 2003 (pacto del Tinell). Y ahora ocurre lo mismo con la doble coalici¨®n negativa que impide tanto la investidura de Rajoy como la del aspirante S¨¢nchez.
Es la herencia envenenada de una cultura pol¨ªtica del enfrentamiento bipolar que ha presidido la evoluci¨®n del r¨¦gimen democr¨¢tico, reproduci¨¦ndose por inercia institucional (path dependence). Y el motor que ha realimentado el c¨ªrculo vicioso de la confrontaci¨®n ha sido el principio de reciprocidad, que impone como un deber la pol¨ªtica punitiva del ajuste de cuentas. Esa misma sed de venganza que, transmiti¨¦ndose generacionalmente de padres a hijos, hoy han heredado los partidos emergentes simbolizados por Podemos, que han asumido el imperativo justiciero de la ira popular para aplicarlo por igual a toda la casta olig¨¢rquica. ?Lograr¨¢ S¨¢nchez revertir tan fat¨ªdico legado?
Enrique Gil Calvo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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