Remota esperanza para Siria
Gobierno y oposici¨®n deben ser conscientes de que corre peligro la propia existencia del pa¨ªs
El que la oposici¨®n se haya unido a las negociaciones de paz para Siria, que se celebran desde el viernes en Ginebra bajo el auspicio de la ONU, es indispensable para buscar alguna posibilidad de acabar con un conflicto que dura ya cinco a?os, con 260.000 muertos y 10 millones de refugiados y desplazados. A pesar de los cruces de acusaciones con el Gobierno de Bachar al Asad a causa del cruel atentado de Damasco del domingo, es evidente que no puede haber un m¨ªnimo atisbo de soluci¨®n sin que haya al menos negociaciones. La ausencia de la oposici¨®n las convert¨ªa en un ejercicio voluntarista.
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Hay que subrayar que ambas partes no comparten las mismas responsabilidades en la guerra. El r¨¦gimen de Al Asad cuenta con un extenso registro de d¨¦cadas en violaciones de los derechos humanos que dieron pie precisamente a la revuelta en su contra, al amparo de la llamada primavera ¨¢rabe. En todo caso, ahora Gobierno y oposici¨®n sirios deben ser conscientes de que corre peligro la propia existencia del pa¨ªs; Siria no puede seguir desangr¨¢ndose mientras se convierte en la presa del Estado Isl¨¢mico. Y tampoco puede seguir siendo un escenario del choque isl¨¢mico entre sun¨ªes y chi¨ªes.
Utilizar las negociaciones como un ejercicio propagand¨ªstico ser¨ªa un grav¨ªsimo error. Las conversaciones suponen una remota esperanza, y deber¨ªan ser aprovechadas como si fuera la ¨²ltima oportunidad. Y la comunidad internacional debe colaborar para intentar solucionar un conflicto que pone en riesgo el equilibrio regional y, sin duda, la seguridad y la estabilidad de Europa.
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