Cig¨¹e?as
El mundo ha cambiado tanto que ya nada es como era, ni el clima, ni las costumbres de las cig¨¹e?as, ni las supersticiones
Si rebobinara el tiempo y regresara a los a?os de mi adolescencia, ayer habr¨ªan vuelto las cig¨¹e?as a sus nidos, el sol derretir¨ªa la nieve acumulada en las calles durante todo el invierno y mi madre me habr¨ªa llevado a Sabero a pedirle a San Blas, el santo protector de la garganta, que cuidara de la m¨ªa, trayendo de regreso de su ermita agua bendita y caramelos tambi¨¦n bendecidos con ella para chuparlos cuando tuviera anginas o faringitis. Pero el tiempo ha pasado con velocidad de v¨¦rtigo y ni las cig¨¹e?as han vuelto, porque nunca se fueron, pues el clima se ha suavizado mucho ¨²ltimamente, ni el sol derrite la nieve, pues ya no nieva apenas, ni mi madre me llevar¨ªa a Sabero, pues ya no vive y yo lo hago muy lejos de aquella ermita a la que peregrin¨¢bamos toda la gente del valle minero para pedirle a San Blas que protegiera nuestras gargantas.
En apenas medio siglo, el mundo, no s¨®lo Espa?a, ha cambiado tanto que ya nada es como era, ni el clima, ni las costumbres de las cig¨¹e?as, ni las supersticiones. En s¨®lo 50 a?os, que son los que uno recuerda, la humanidad y el mundo han cambiado tanto que cuesta reconocerlos a poco que uno los rememore en los a?os sesenta o setenta del pasado siglo y los compare con los de hoy. Y, sin embargo, el tiempo y el calendario siguen siendo los de siempre, lo cual produce un desfase entre nuestra realidad y ellos. Pasan los meses, las estaciones, se suceden uno tras otro los d¨ªas y las fechas se?aladas, cada uno con su recuerdo o su celebraci¨®n adherida a ¨¦l, pero ya apenas se corresponden con una meteorolog¨ªa modificada cada vez m¨¢s por un cambio clim¨¢tico que ya ning¨²n cient¨ªfico niega y por unas circunstancias culturales que evolucionan de d¨ªa en d¨ªa tambi¨¦n a lomos de los avances tecnol¨®gicos, del desarrollo vertiginoso de la medicina y de otros conocimientos human¨ªsticos y de la propia inercia del tiempo. La religi¨®n, las costumbres, los hitos del calendario que nos se?alan el paso de este por nuestras existencias no son as¨ª, pues, m¨¢s que anticuados recuerdos, cig¨¹e?as imaginarias que ya no vuelan, como las verdaderas, salvo en nuestra imaginaci¨®n. Y, sin embargo, el tiempo sigue pasando, sucedi¨¦ndose a s¨ª mismo d¨ªa tras d¨ªa y mes tras mes, mat¨¢ndonos poco a poco sin que lo percibamos, salvo de la ligera forma en la que la describi¨® el poeta: ¡°Y como nubes pasar¨¢n los d¨ªas¡±. Lo ¨²nico que no cambia (que no cambiar¨¢ nunca) es ese augurio de las cig¨¹e?as que cada febrero vuelve, crepuscular y latino a un tiempo.
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