??igo Montoya
El negocio de la venganza ha sido desde las dos legislaturas de Bush y sus asociados internacionales un negocio prodigioso
Mandy Patinkin es un extraordinario actor criado en Chicago, que ¨²ltimamente es reconocido por interpretar a un superior de la CIA en la serie Homeland. Pero hace unas semanas, implicado en la ayuda a los refugiados que llegan a las islas griegas, protagoniz¨® un di¨¢logo en la distancia con el candidato Ted Cruz, promesa republicana en las elecciones, que contiene m¨¢s inteligencia que toda la literatura vertida en torno a las razones y posibilidades de Donald Trump para liderar un pa¨ªs como Estados Unidos. Los r¨ªos de palabrer¨ªa en torno a Trump han sido una especie de sarampi¨®n, de bajada a los infiernos, de cascada de especulaciones, pese a que era muy posible que la candidatura Trump se agotara como se agotan los chistes cuando llega la cruda realidad. La historia nace del personaje creado por William Goldman en La princesa prometida. All¨ª Patinkin interpretaba a un espadach¨ªn espa?ol que repet¨ªa un discurso m¨ªtico: ¡°Hola, me llamo ??igo Montoya. T¨² mataste a mi padre. Prep¨¢rate a morir¡±.
Ted Cruz, en otro de esos excesos mitineros, gustaba de repetir esta frase para resumir su pol¨ªtica internacional. ?l ser¨ªa como un ??igo Montoya que les dir¨ªa a los malos eso de prep¨¢rate a morir. Y la cosa le funcionaba subido a los atriles y los carromatos mientras se postulaba para sheriff de su pa¨ªs. Hasta que Mandy Patinkin le mand¨® callar y desde el epicentro de la cat¨¢strofe humanitaria de los refugiados le contest¨®. En lugar de repetir tanto aquella frase, podr¨ªa haberse fijado en otra que dice su personaje cuando alcanza la lucidez. La frase es preciosa y el actor se la propuso al pol¨ªtico como nuevo mantra: ¡°Me he dedicado durante tanto tiempo al negocio de la venganza que ahora que ha terminado, ya no s¨¦ qu¨¦ hacer con el resto de mi vida¡±.
Ah, el negocio de la venganza ha sido desde las dos legislaturas de Bush y sus asociados internacionales un negocio prodigioso. Han vaciado las arcas p¨²blicas de Occidente para llenar las cuentas corrientes de los traficantes de armas, los empresarios de la seguridad y las mafias paramilitares. Al mismo tiempo han contribuido a destruir naciones y condenar a su poblaci¨®n al destino migratorio. Esos genios solo escuchan lo que quieren y solo ven lo que les interesa en cada historia. Por eso, que un actor nacido en Chicago, nieto de un polaco que dej¨® su pa¨ªs por el nazismo y de una rusa que huy¨® de los pogromos rusos contra los jud¨ªos, desnude el ansia de Ted Cruz de seguir exprimiendo el negocio de la venganza, cobra un valor maravillosamente clarificador.
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