Felipe II, consejero de Trump
¡°Vuestra naci¨®n goza de ventaja en armas letales; lleve la guerra a territorio del contrincante¡±
Una adivina, sumamente fiable, que mi mujer y yo solemos consultar ac¨¢ en Chile, ha interceptado un mensaje del rey Felipe?II desde la ultratumba para Donald Trump, palabras que duplico en forma fehaciente y algo de pasmo:
Otros art¨ªculos del autor
¡°Yo, Felipe?II, el m¨¢s poderoso de los soberanos de mi ¨¦poca, vengo acechando, Don Trump, los trastornos que vuestra naci¨®n padece, asaz similares a los que enfrent¨¦ yo, as¨ª como mi padre Carlos?V y mi hijo Felipe?III, en nuestros propios dominios. Una econom¨ªa malherida, pl¨¦toras de pobres y p¨ªcaros exigiendo que el Estado los alimentase en forma gratuita, la cristiandad asediada por sodomitas y mujeres de costumbres sueltas, valores tradicionales carcomidos por petimetres intelectuales, enemigos que os desaf¨ªan desde otras latitudes mientras, en vuestra casa y heredad, terroristas musulmanes fingen ser ciudadanos pac¨ªficos, dolencias para las cuales tuvimos soluciones que tal vez sean ahora de provecho para el futuro reinado de vuestra se?or¨ªa.
"Y si la desobediencia dom¨¦stica contagiase a la rep¨²blica, considere resucitar a la Inquisici¨®n."
En cuanto a las m¨²ltiples potencias extranjeras que amenazan vuestro imperio, debe evitar la d¨®cil tentaci¨®n de negociar con aquellos jerarcas. Vuestra naci¨®n goza, como goz¨® la nuestra, de una ventaja en armas letales, con bases en todos los continentes e invencibles armadas surcando todos los mares. Lleve, entonces, la guerra al territorio del contrincante, diezmando sus ciudades y campos y, ante todo, sus sistemas de comunicaci¨®n.
Antes urge, sin embargo, ocuparse de los enemigos internos, que se reproducen como conejos. Ya hab¨¦is propuesto registrar a la poblaci¨®n musulmana, algo que nosotros pudimos realizar con eficacia, forzando a quienes profesaban la fe de Mahoma a que portasen insignias y dejasen de practicar su religi¨®n falaz. Si tales medidas fuesen insuficientes, debe deportarlos sin contemplaciones. No escuch¨¦is a quienes declaran que esta pol¨ªtica ha de acarrear ignominia y ruina econ¨®mica. Ni tampoco atienda a los que anuncian que tal tarea no es factible. En escasos dos a?os ¡ªde 1609 a 1611¡ª mi hijo, con el favor de milicias locales fuertemente apertrechadas, logr¨® deshacernos de esta escoria isl¨¢mica.
Y mientras contemplamos medidas dr¨¢sticas de seguridad, ?por qu¨¦ no inscribir tambi¨¦n a los pobres, certificando que de veras merecen la caridad que liberalmente se les prodiga? Comenc¨¦ yo con los mendigos, decretando en 1558 que ¨²nicamente aquellos comprobadamente inv¨¢lidos pod¨ªan solicitar limosna, y los dem¨¢s, ?a trabajar! As¨ª se garantiza la paz social. No debe prohibirse, empero, toda mendicidad. Como los estudiantes de mi patria, los vuestros han acumulado obligaciones financieras desastrosas. Deben ustedes, como nosotros lo hicimos, licenciar a los pupilos menesterosos para que imploren asistencia en lugares p¨²blicos designados. Adem¨¢s de alegrar a los vecinos con su buen humor, el ahorro resultante liberar¨ªa fondos que podr¨¢n destinarse a expediciones militares.
Recomiendo como texto obligatorio en las escuelas La perfecta casada, un manual que aconsejaba a las j¨®venes a que agacharan la cabeza ante sus maridos, por muy irritables, abusivos, beodos o crueles resultasen. Un modo discreto de restaurar la natural jerarqu¨ªa que Dios ha creado entre las especies y los sexos soliviantados. Y si la desobediencia dom¨¦stica contagiase a la rep¨²blica, considere resucitar a la Inquisici¨®n. Nada proporciona m¨¢s solaz a una naci¨®n azorada que una buena dosis de Autos da Fe, afianzados por sistemas de vigilancia que tienen ustedes masivamente desarrollados, rivalizando con los nuestros, envidia de nuestro siglo XVI. Y que la espada de la justicia caiga sobre los inculpados expeditamente, de manera que la pena de muerte no pierda su efecto disuasivo con litigaci¨®n dilatoria.
Sobre las variaciones violentas del clima, no prest¨¦is o¨ªdos a quienes exigen una intervenci¨®n perentoria. Dios est¨¢ poni¨¦ndoos a prueba con tales estragos. En vez de desinfectar la Tierra, dirijan los esfuerzos a sanear cuerpo y alma, sobre todo persiguiendo sin misericordia a los sodomitas. Nuestro Se?or responder¨¢ con aire pr¨ªstino y agua fresca.
Una ¨²ltima recomendaci¨®n. Durante mi reinado, consider¨¦ a los jud¨ªos una raza maldita, y siempre agradec¨ª a mis abuelos que los expulsaran en 1492. Pero hay una pol¨ªtica de sus descendientes en Tierra Santa que vuestra excelencia har¨ªa bien en imitar a destajo: construid murallas, muchas, muchas murallas.
Con los mejores deseos para us¨ªa y sus futuros s¨²bditos,
Felipe?II, el Rey Prudente¡±.
Ariel Dorfman es escritor. Es el autor de Allegro, novela narrada por Mozart.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.