Por favor, hablen de Espa?a
La independencia de dos de las regiones m¨¢s ricas es un atraso que rompe la solidaridad y la democracia
Hace poco le¨ª que en un bar de Catalu?a alguien hab¨ªa colgado este cartel: "Prohibido hablar del tema". No es extra?o pues la cosa produce divisi¨®n, hast¨ªo e incluso aburrimiento. Pero hoy, en las conversaciones que abre el PSOE, alguien deber¨ªa colgar este otro: "?Por favor, hablen del ¡°tema!¡±. Dar¨¦ mis razones. El mundo hoy no es un espacio de ciudadan¨ªa, como la ciudad griega. El estado-naci¨®n es el ¨²nico lugar de democracia, de derechos individuales y de cierto control del poder. El nuestro tiene un nombre, se llama Espa?a. Fuera lo que hay es un derecho internacional basado en relaciones de poder entre potencias, una globalizaci¨®n descontrolada de para¨ªsos fiscales y una Uni¨®n Europea que sigue en pa?ales. ?As¨ª que, por favor, hablen de Espa?a!
Los estados modernos m¨¢s que espacios identitarios son lugar de residencia de la democracia; basta ver para ello c¨®mo la declaraci¨®n de independencia de EEUU es una declaraci¨®n de libertad, Francia no se entiende sin la Marsellesa ni el Reino Unido sin el parlamentarismo. En Espa?a esta asociaci¨®n entre democracia y estado-naci¨®n tiene menor intensidad, ya que desde la Constituci¨®n de 1812 todo se nos ha ido en un vaiv¨¦n de reg¨ªmenes autoritarios y constituciones liberales y conservadoras: es "el laberinto espa?ol". Un problema que, en un periodo de crisis econ¨®mica, aflora hoy en Catalu?a y en el Pa¨ªs Vasco en la forma de ¡°nacionalismos identitarios¡± envueltos en papel de celof¨¢n "democr¨¢tico": el derecho a decidir. Los j¨®venes catalanes y vascos est¨¢n encantados con ese regalo porque se les ha convencido de que no es factible en Espa?a una democracia tan avanzada como la que se podr¨ªan construir en Catalu?a o tan autentica como la que los independentistas vascos sue?an.
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Pero la democracia espa?ola nacida en 1812, y renacida gracias a la lucha de la generaci¨®n del 78, solo puede superar este desaf¨ªo mediante la profundizaci¨®n de los derechos de participaci¨®n de sus ciudadanos, no a?adiendo nuevos aparatos estatales a medida de elites locales, que solo quieren el derecho a decidir para ellas mismas. No se seduce a la gente -como dice Iglesias- con m¨¢s estados sino con m¨¢s derechos para todos. Las naciones conviven y cooperan o se enfrentan y compiten ferozmente entre ellas. No votan y forman luego un cuerpo democr¨¢tico mundial. La ONU es por ahora un espejismo. La gente solo decide hoy de verdad en los estados-naci¨®n democr¨¢ticos.
En Espa?a (incluidas Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco) hemos estado decidiendo durante casi cuatro d¨¦cadas (en elecciones municipales, auton¨®micas y nacionales) sin ninguna mayor¨ªa significativa que quiera marcharse (no un 48% sino algo m¨¢s cualificado, alrededor de un 75%). No se puede cambiar de pa¨ªs como se cambia de mayor¨ªa parlamentaria porque entonces los estados aparecer¨ªan y se disolver¨ªan como pompas de jab¨®n. Si a alguien se le ocurriera meter en la Constituci¨®n una cl¨¢usula que dijera que cualquier regi¨®n se puede ir cuando en cualquiera de estas elecciones los partidos pol¨ªticos con la independencia como objetivo obtuvieran en ella una mayor¨ªa cualificada, jam¨¢s se har¨ªa efectiva tal clausula previsora. Los independentistas catalanes lo saben muy bien porque han recurrido a esta v¨ªa y han perdido, aunque al contrario que los escoceses sigan antidemocr¨¢ticamente intentando crear ¡°estructuras de Estado¡± en contra de la mayor¨ªa. En resumen, que el derecho a decidir tiene un nombre aqu¨ª: se llama Espa?a. Y S¨¢nchez debe hablar con m¨¢s claridad de ello.
El derecho a decidir tiene un nombre aqu¨ª: se llama Espa?a
Lo de que esto se resuelve haciendo consultas locales no es sino independentismo de otra manera; la creencia de que Espa?a no es la expresi¨®n de la voluntad de ciudadanos libres e iguales sino un pacto entre naciones, que luego, seg¨²n les d¨¦, colaborar¨¢n, se enfrentar¨¢n o competir¨¢n entre ellas. Son muchos los que se han dado ya cuenta adem¨¢s del truco del refer¨¦ndum. Si se hace, en la pregunta est¨¢ ya la respuesta. Si sale que s¨ª, soy independiente, si sale que no, tambi¨¦n, pues desde ese momento (al contrario que andaluces o gallegos) me relacionar¨¦ de t¨² a t¨² con el resto. El d¨ªa despu¨¦s "los interesados" seguir¨ªan, por otro parte, erre que erre tirando del carro. Aqu¨ª, o vamos hacia un modelo de Espa?a o hacia el contrario.
La soluci¨®n tampoco est¨¢ en un federalismo desigual. Espa?a no estar¨ªa en la Uni¨®n Europea si fuera tratada como una regi¨®n mientras Francia y los dem¨¢s se consideraran a s¨ª mismas naciones. Nadie desea en Espa?a que Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco se queden a cualquier precio, con todos los atributos de la independencia pero sin llamarle independencia. ?Qu¨¦ sentido tiene permanecer en Espa?a sin sentirse espa?ol, para usar cada vez menos el idioma com¨²n, para promocionar fuera los propios intereses y una identidad del tipo "¡is not Spain", con un sistema de hacer luego las cuentas de cu¨¢nto se debe por los gastos comunes? La independencia (con ese nombre o con otro) de dos de las regiones m¨¢s ricas es un atraso que rompe la solidaridad y la democracia y que disminuye los derechos de los ciudadanos. Antes que conceder una independencia sin llamarle independencia ser¨ªa mejor negociar en el ¨¢mbito internacional la futura relaci¨®n (sin acritud, pero al estilo ingl¨¦s).
Y concluyo. Nadie de la ¡°generaci¨®n del 2000¡± tiene derecho a escamotearnos ni a la generaci¨®n del 78 ni al resto de espa?oles este "tema", porque, como se?alaba Ortega y Gasset, "no lo que fuimos ayer, sino lo que vamos a hacer ma?ana juntos nos re¨²ne en Estado¡Nos parece deseable un porvenir en el cual nuestra naci¨®n contin¨²e existiendo. Por eso nos movilizamos en su defensa; no por la sangre, ni el idioma, ni el com¨²n pasado. Al defender la naci¨®n defendemos nuestro ma?ana, no nuestro ayer. Esto es lo que reverbera en la frase de Renan: la naci¨®n como excelente programa para ma?ana. El plebiscito decide un futuro".
La soluci¨®n tampoco est¨¢ en un federalismo desigual
Agust¨ªn Gal¨¢n es polit¨®logo y periodista.
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