?Se puede cambiar la opini¨®n de alguien sobre la posibilidad de migrar?
Esta entrada ha sido escrita porRichard Mallet, investigador del Overseas Development Institute. Hoy se presenta en Londres el informe 'Viajes a Europa: el papel de las pol¨ªticas en la decisi¨®n de emigrar'. El informe y el material relacionado est¨¢n disponibles aqu¨ª.
A los gobiernos les gusta creer que la migraci¨®n puede gestionarse: que se la puede dirigir para llenar huecos en la mano de obra, o estimuar el crecimiento en sectores concretos cuando sea necesario, y que cuando se quiera se puede cerrar, negando a algunas personas la entrada o impidi¨¦ndoles venir.
La respuesta de Europa a la actual crisis migratoria se ha centrado principalmente en esto ¨²ltimo. Guiados por la l¨®gica del control, la contenci¨®n y el impedimento, los pa¨ªses europeos han buscado desviar y hacer retroceder los flujos migratorios, en lugar de permitir a la gente buscar asilo, asentarse y trabajar dentro de su territorio.
Varias de las medidas tomadas por ciertos gobiernos para hacerlo giran en torno al principio de disuasi¨®n. Funciona de dos formas clave. Primero, hacer el viaje tan dif¨ªcil como sea possible. Alambre de p¨²as y polic¨ªa armada con gases lacrim¨®genos son, podr¨ªamos pensar, una forma bastante sugerente de conseguirlo. Y segundo, retratar el destino como un lugar atestado, falto de oportunidades, hostil. En un movimiento que roza con la s¨¢tira, el a?o pasado el gobierno de Dinamarca contrat¨® espacio publicitario en cuatro peri¨®dicos libaneses para publicitar sus nuevos nuevos procedimientos restrictivos de asilo para cualquiera que estuviera planeando un viaje a Dinamarca.
Esto es esencialmente un ejercicio de cambio de comportamiento a gran escala en el cruce de fronteras, dirigido a personas que viven a miles de kil¨®metros. Las pol¨ªticas migratorias de los pa¨ªses occidentales se basan en el supuesto de que esto funciona. ?Pero c¨®mo es de s¨®lido este supuesto?
Para probarlo, entrevistamos a m¨¢s de 50 migrantes y refugiados en Reino Unido, Alemania y Espa?a, incluyendo a personas de Siria, Eritrea y Senegal. Destac¨® un mensaje sincero: las medidas de disuasi¨®n se vienen abajo cuando se confrontan con las poderosas fuerzas sociales que generan la migraci¨®n.
Hay teor¨ªas populares que sugieren que es posible cambiar la idea de migrad de alguien simplemente minimizando el n¨²mero de factores de atracci¨®n, es decir, de los factores que atraen a la gente hacia un pa¨ªs concreto. La l¨®gica de actor racional que acompa?a a esta idea implica que esto ocurre cuando los posibles migrantes son expuestos a informaci¨®n nueva y previamente desconocida sobre la ruta o el destino.
En un informe para el Overseas Development Institute (Londres, Reino Unido), argumentamos que esta visi¨®n malinterpreta la forma en que los seres humanos toman sus ¡®grandes¡¯ decisiones. Si la migraci¨®n es tan dif¨ªcil de impedir es porque para mucha gente se considera algo profundamente normal. Y derrumbar lo normal puede ser muy dif¨ªcil.
Hay algunos pa¨ªses ¨Ccomo Senegal, Ghana, Nepal- donde la migraci¨®n es simplemente parte de la cultura en la que crece la gente. El hecho de irse no se ve como algo extraordinario, al contrario, se da bastante por hecho.
Se puede hacer un paralelismo con los altos ¨ªndices de emigraci¨®n que podemos ver ahora en sitios como Siria, Eritrea o Afganist¨¢n. Hace diez a?os, la idea de pagar a un traficante miles de d¨®lares para que te lleve a escondidas y en precariedad por Europa habr¨ªa parecido absurda probablemente para el sirio medio. Eso ahora es la norma, considerada una opci¨®n tan viable como quedarse y buscar trabajo en un entorno cada vez m¨¢s depredador.
Esta ¡®nueva normalidad¡¯ se ha creado a trav¨¦s de procesos sociales y psicol¨®gicos, y ha llevado a?os crearla. Los migrantes de hoy est¨¢n siguiendo las huellas, casi literalmente, de miles de sus conciudadanos. Y lo hacen porque, en parte, la huida se ha convertido en algo aceptable y normal.
Los comentaristas con frecuencia expresan incredulidad ante las decisiones de los sirios y otras personas de exponerse a ellos mismos y a sus familias a viajes que se sabe que resultan fatales. Pero eso es no entender. El riesgo extremo es parte de lo que se ha convertido normal en la opci¨®n de migrar. Las personas conocidas en el propio entorno de esta gente ¨Cfamilias, vecindarios, comunidades- han atravesado estas rutas antes. No lo ha hecho un grupo selecto, sino decenas o cientos de miles. Casi cada persona siria que entrevistamos conoc¨ªa a alguien personalmente que hab¨ªa hecho el viaje antes.
La fuerza de lo normal aparece en esta capacidad para convertir ciertas ideas en opciones viables. Los objetivos que antes se consideraban fuera de alcance, o que ni siquiera se planteaban, de repente se convierten no s¨®lo en cre¨ªbles sino tambi¨¦n en asequibles. Es este sentido de posibilidad el que anima a la gente a moverse. Y es el mismo sentido de posibilidad el que impide que la gente se d¨¦ la vuelta cuando se encuentra con barreras o amenazas, es decir, con las herramientas de la pol¨ªtica de disuasi¨®n.
Ya sabemos que lo mismo se aplica a los migrantes en otras partes del mundo. En su estudio de la migraci¨®n no autorizada de M¨¦xico a Estados Unidos, Emily Ryo encuentra que, cuando se llega al punto de decidir si cruzar la frontera, los valores y las costumbres de las personas cuentan mucho m¨¢s que la certeza de la detenci¨®n o la severidad del castigo.
Entonces surge una sola pregunta: ?m¨¢s que tratar de impedirla ¨Co de cambiar las ideas de la gente sobre el hecho de irse- c¨®mo deber¨ªan en realidad los gobiernos empezar a gestionar mejor la migraci¨®n? Sobre la base de nuestra investigaci¨®n, as¨ª como de varios estudios m¨¢s, la disuasi¨®n es esencialmente un gasto in¨²til: las mentes de las personas reciben otras influencias diferentes de las barreras. Entender esto es el primer paso hacia una pol¨ªtica migratoria que tenga sentido.
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.