Espa?a 2016: el camino de Kennedy
La sociedad espa?ola necesita hoy superar las exclusiones y un resurgimiento de la solidaridad, te¨®rica y pr¨¢ctica, como el que propici¨® el presidente americano en 1960
Los desencuentros actuales de la sociedad espa?ola ¡ªy el resultado electoral que los ejemplifica¡ª han dejado una gran incertidumbre sobre la composici¨®n y agenda del futuro Gobierno. Pero los problemas y retos actuales son m¨¢s profundos. No se limitan a la dificultad de negociar una mayor¨ªa parlamentaria para investir un nuevo Ejecutivo. Retos de esta magnitud pueden ser motivo no solo de desencuentros sino tambi¨¦n de la resoluci¨®n de problemas de larga duraci¨®n. La aportaci¨®n hist¨®rica del presidente John Kennedy en Estados Unidos nos ofrece un ejemplo ilustrativo. Los paralelos con la crisis actual espa?ola son imperfectos, pero existen.
Despu¨¦s de una campa?a re?ida y divisiva, la elecci¨®n de 1960 dio lugar a un resultado que en votos a¨²n se disputa; pero en el sistema indirecto americano, Kennedy gan¨® por un margen relativamente estrecho en el colegio electoral y asumi¨® la presidencia en enero de 1961.
El joven presidente, de 43 a?os, asumi¨® el cargo en un pa¨ªs dividido, al frente de un partido sujeto a profundos conflictos internos, en un momento econ¨®micamente complicado y ante el surgimiento de nuevas demandas que muchos tacharon de desestabilizadoras. Algunos le vieron como un presidente poco leg¨ªtimo y d¨¦bil. M¨¢s de medio siglo despu¨¦s, el p¨²blico americano valora a Kennedy como un gigante hist¨®rico. Sus pol¨ªticas keynesianas iniciaron una d¨¦cada de crecimiento, con una reducci¨®n significativa en la desigualdad. Pero sus mayores triunfos fueron culturales. Esos triunfos dieron lugar a un cambio profundo en las reglas de juego no escritas y en la forma de pensar de los ciudadanos.
A pesar de los largos a?os de funcionamiento de sus instituciones democr¨¢ticas, Estados Unidos hab¨ªa practicado varias exclusiones pol¨ªticas y sociales. No hab¨ªa habido ning¨²n presidente cat¨®lico. La riqueza creciente de algunos contrastaba con la pobreza recalcitrante de otros. La exclusi¨®n m¨¢s flagrante era la que imped¨ªa que la importante minor¨ªa negra pudiera votar en muchos Estados o que pudiesen sentarse en los restaurantes y autobuses al lado de sus conciudadanos blancos. Un gran movimiento de protesta, visto por muchos como una amenaza al sistema, reclamaba el final de esas exclusiones.
En muchas democracias se acepta que sus minor¨ªas se definan como ¡®naci¨®n¡¯ dentro del Estado
Kennedy se enfrent¨® a una exclusi¨®n tras otra. Antes de que las elecciones primarias se generalizasen en la carrera para la presidencia, se present¨® con ¨¦xito en una elecci¨®n primaria en el Estado fuertemente protestante de Virginia Occidental, obteniendo una victoria decisiva que demostr¨® su capacidad de atraer votos de quienes no compart¨ªan su religi¨®n cat¨®lica. En su toma de posesi¨®n hizo una apelaci¨®n elocuente a la solidaridad, iniciando un intento de reducir la pobreza e infundiendo ideales de tendencia altruista en la mayor parte de una generaci¨®n. Pero su aportaci¨®n m¨¢s importante tuvo que ver con el movimiento de derechos civiles con el que mantuvo una relaci¨®n a veces tensa, pero en el fondo cercana. Juntos, Martin Luther King y Kennedy consiguieron lo que ninguno de los dos hubiera alcanzado sin el otro. Los manifestantes persuadieron a la opini¨®n p¨²blica de la urgencia de acabar con exclusiones heredadas. Kennedy ayud¨® a convencer a la sociedad y al sistema pol¨ªtico de reconocer la legitimidad de la protesta y la causa de los negros. En varios momentos, y en contra de la recomendaci¨®n de algunos asesores que pensaron que cualquier acci¨®n solidaria podr¨ªa llevar a la p¨¦rdida de votos entre la poblaci¨®n blanca en el sur del pa¨ªs, Kennedy tom¨® partida, demostrando su simpat¨ªa hacia King y los manifestantes.
La grandeza de Kennedy se demostr¨® tanto en iniciativas legislativas como en gestos culturales. Estos gestos habr¨ªan sido imposibles sin valent¨ªa pol¨ªtica. El cambio cultural aplicado a la pol¨ªtica siempre parece muy dif¨ªcil hasta que tiene lugar. En Estados Unidos implic¨® que la mayor¨ªa blanca tuviera que aprender a cambiar hasta el vocabulario que utilizaban para hablar de la minor¨ªa negra, aceptando el derecho de esa minor¨ªa a formular ellos mismos los t¨¦rminos que se les aplicaban. Una vez hecho el cambio cultural, no se entiende por qu¨¦ tarda tanto tiempo en llegar.
Espa?a hoy se encuentra ante el reto de formar una mayor¨ªa parlamentaria capaz de investir un Gobierno. Pero ese reto est¨¢ conectado a unas divisiones culturales profundas, relacionadas ¡ªse quiera o no¡ª con unas exclusiones t¨¢citas que son mayores que las que existen en varias democracias similares. En Espa?a los manifestantes no pueden llegar a las escaleras delante del Congreso de los Diputados, mientras que en la democracia vecina de Portugal las manifestaciones suelen acabar delante del Parlamento. Algunos alegan que ese destino de la protesta cuestionar¨ªa las instituciones electas. Parece que est¨¢n pidiendo a los manifestantes que abandonen la protesta y la remplacen por la pol¨ªtica institucional. Pero cuando la fuerza pol¨ªtica m¨¢s identificada con la protesta p¨²blica entra en el Congreso mediante el sistema electoral, hay quienes siguen queriendo excluirles de las conversaciones y acuerdos centrales del sistema pol¨ªtico. Este intento de exclusi¨®n no es el ¨²nico que contribuye a los desencuentros actuales.
Hay quienes afirman que un pacto de gobierno no debe de incluir a partido alguno que represente el nacionalismo perif¨¦rico. Convendr¨ªa que recordasen el valor universal del Guernica, la obra maestra de Picasso. El acto de solidaridad y de creatividad art¨ªstica del pintor malague?o es un patrimonio privilegiado de Espa?a. Pero esa exclusi¨®n negar¨ªa la legitimidad pol¨ªtica de los nietos de las v¨ªctimas del bombardeo representado en el cuadro de Picasso, los vecinos actuales de Gernika que votaron muy mayoritariamente por el Partido Nacionalista Vasco el 20 de diciembre.
El cambio cultural aplicado a la pol¨ªtica siempre parece muy dif¨ªcil hasta que tiene lugar
Espa?a necesita urgentemente un resurgimiento de la solidaridad ¡ªen el discurso y en la pr¨¢ctica. Una solidaridad moderna, como la de Kennedy, que es tanto econ¨®mica como cultural y que incluya la aceptaci¨®n del otro tal y como este se define. En muchas democracias se acepta como normal que sus minor¨ªas se definan como ¡°naci¨®n¡± dentro del Estado vigente. Por ejemplo, en Canad¨¢, el parlamento provincial de Qu¨¦bec se redefini¨® como ¡°Asamblea Nacional¡± en el a?o 1968, una reforma liderada por nacionalistas no independentistas. Hoy en d¨ªa, la identidad canadiense es m¨¢s fuerte que nunca. Sin embargo, muchos cuestionan el derecho de los catalanes y vascos a llamarse naciones dentro de Espa?a. Es obvio que esa exclusi¨®n cultural o discursiva fomenta el independentismo entre algunos catalanes que tambi¨¦n se sienten espa?oles.
El camino de Kennedy es el que supera todas estas exclusiones mediante el cambio cultural y la inclusi¨®n. Si se escoge este camino, los desencuentros actuales se pueden reducir mucho y Espa?a ser¨¢ reforzada con las fronteras actuales reafirmadas, igual que pas¨® en Canad¨¢. Queda por ver si este ser¨¢ el camino escogido.
Robert M. Fishman es profesor de Ciencia Pol¨ªtica y de Sociolog¨ªa en la Universidad Carlos III
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