As¨ª descubrimos la primera onda gravitacional
Miquel Oliver, investigador de la Universitat de les Illes Balears, cuenta c¨®mo fue el hallazgo que puede cambiar la historia de la f¨ªsica
A finales del pasado agosto, dej¨¦ mi confortable vida como doctorando en la Universitat de las Illes Balears (UIB) e hice las maletas con destino a EE UU, hacia el estado de Washington, donde iba a ser colaborador externo en el LIGO Hanford Observatory. En aquel momento no ten¨ªa ni idea de lo que esa estancia iba a suponer para m¨ª, ni para nadie, porque qui¨¦n nos iba a decir que en ese periodo se detectar¨ªa la primera onda gravitacional en la historia.
El d¨ªa anterior hab¨ªa sido un d¨ªa normal, y en la casa que compart¨ªa con mis compa?eros de colaboraci¨®n, Chris Biwer, Elli King, Jordan Palamos, Vincent Roma y Marissa Walker, supimos que algo extra?o estaba sucediendo porque despertamos con un aluvi¨®n de correos y mensajes que nos ten¨ªan tremendamente intrigados. Era evidente que la rutina se hab¨ªa alterado y estaba pasando algo importante. La pregunta rondaba en nuestras cabezas: ?era posible que hubiera comenzado la fase de inyecciones de se?ales artificiales fuera de un periodo de observaci¨®n, O1? Si ese no era el caso iba a ser algo tan impactante que casi ni nos atrev¨ªamos a pensarlo.
Momento hist¨®rico
La ilusi¨®n y la incredulidad se apoderaron de nosotros, un tsunami de preguntas y m¨¢s preguntas se llevaba por delante todo lo que? hab¨ªa sido trabajo tranquilo y sereno"
Como casi siempre, la respuesta se produjo de forma inesperada. Nada m¨¢s llegar al observatorio, Jeff Kissel public¨® un registro poniendo en evidencia que no era un una inyecci¨®n de se?al artificial, ya que en este mostraba una se?al nula de los canales sobre los que se producen este tipo de procedimientos. A partir de ese momento, la ilusi¨®n y la incredulidad se apoderaron de nosotros, un tsunami de preguntas y m¨¢s preguntas se llevaba por delante todo lo que hasta entonces hab¨ªa sido trabajo tranquilo y sereno. Al mismo tiempo, la euforia iba creciendo y la emoci¨®n de estar participando en un acontecimiento absolutamente extraordinario me llev¨® a pensar que hab¨ªa tenido mucha suerte. Todos los que est¨¢bamos all¨ª sab¨ªamos que est¨¢bamos viviendo un momento hist¨®rico para la ciencia.
Pensaba en mis mentores y en mis compa?eros del departamento de la UIB. No pod¨ªa dejar de compartir ese momento con ellos. Michael Landry, mi tutor en el observatorio, me autoriz¨® a comunicarme por Skype con la Dra. A. Sintes, mi directora de tesis, para intercambiar impresiones sobre lo que estaba pasando. Fue un gran momento. Alicia me pregunt¨® qu¨¦ sent¨ªa, cu¨¢l era mi visi¨®n al estar en el observatorio. Le respond¨ª de inmediato que, a pesar de la incertidumbre que all¨ª se estaba viviendo, la visi¨®n general era que en este caso no hab¨ªa sido una inyecci¨®n artificial, sino que algo asombroso hab¨ªa sucedido.
Pasaban los d¨ªas y el trabajo continuaba, pero la sensaci¨®n de euforia silenciosa y contenida iba creciendo en el ambiente del observatorio. Todos est¨¢bamos muy inquietos porque era dif¨ªcil asimilar lo que acababa de pasar, pero era imposible encontrar otra explicaci¨®n y ello implicaba que, efectivamente, las ondas gravitacionales hab¨ªan sido detectadas por primera vez. Se estaba haciendo historia y se abr¨ªa la puerta a una nueva era del conocimiento.
Haber estado all¨ª es una experiencia indescriptible, tanto desde el punto de vista profesional como del personal. La emoci¨®n, la incertidumbre, la certeza y la incredulidad ante lo que se est¨¢ viviendo son sensaciones enriquecedoras y haberlas vivido en primera l¨ªnea, como colaborador externo, es un privilegio del que estoy profundamente agradecido. El resto ha sido una carrera de obst¨¢culos y trabajo incesante para poder presentar a la comunidad cient¨ªfica y al publico en general este maravilloso acontecimiento, GW150914.
Miquel Oliver Almi?ana es miembro de la colaboraci¨®n cient¨ªfica LIGO en la Universitat de les Illes Balears.
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