Como el que oye llover
El hombre grita que le esperen. Se ha retrasado al tomar a su hija en brazos y teme descolgarse por completo del grupo
El hombre grita que le esperen. Se ha retrasado al tomar a su hija en brazos y teme descolgarse por completo del grupo. La carretera, situada en alg¨²n lugar de Grecia, conduce a la frontera con Macedonia. El refugiado camina sobre el asfalto porque el terreno, con esta lluvia, debe de estar intransitable. A¨²n no ha llegado. En todo caso, no nos ha llegado. La fotograf¨ªa es de septiembre de 2015. Han transcurrido m¨¢s de cuatro meses y el asunto est¨¢ peor ahora por la llegada del fr¨ªo. Da lo mismo, el asunto no se aborda. Significa que el hombre, adem¨¢s de chillar a los suyos, nos interpela a nosotros. Lleva casi cinco meses grit¨¢ndonos bajo la tormenta:
¨C?Joder, haced algo, que llevo a una criatura encima!
Camina por el centro de la calzada, que, al ser un poco curva, evacua el agua hacia los lados. A cambio, se tiene que jugar su vida, y la de la ni?a. Observen, si no, el coche que se pierde hacia el fondo, por la derecha, y el que se viene hacia ac¨¢, por la izquierda. Cada vez que pasa cerca de ¨¦l un autom¨®vil, se estrella contra su cuerpo una r¨¢faga de agua en forma de abanico. Si son dos los veh¨ªculos que coinciden a su altura, el chaparr¨®n se multiplica. No hace falta se?alar que el agua est¨¢ sucia y aceitosa, porque ha recogido del asfalto los restos de la combusti¨®n automovil¨ªstica. Y el refugiado va mal alimentando, claro: igual lleva dos d¨ªas sin comer porque solo ha conseguido lo justo para la ni?a. Pero nada, ah¨ª lo tienen, en pie, grit¨¢ndole al mundo civilizado que, joder, le eche una mano. El mundo civilizado, como el que oye llover.
elpaissemanal@elpais.es
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