Aqu¨ª mando yo

Bj?rn es arrogante, insufrible, mal compa?ero. Lleva solo dos semanas en su nuevo destino de funcionario, pero le han sobrado 14 d¨ªas para diagnosticar que todos son unos incompetentes. Menos ¨¦l, claro, que para dejar patente su superioridad despliega una calculada estrategia: por la ma?ana llega media hora antes que los dem¨¢s y cada d¨ªa se somete a un horario estricto, 55 minutos de trabajo intenso seguidos de 5 minutos de descanso. Evita toda confraternizaci¨®n. ¡°Es innecesaria¡±, se repite. Terminada su jornada, en casa escucha a Mozart, Sting, Dire Straits, John Cougar Mellencamp. No porque le apetezca, aclara, sino porque le gusta la sensaci¨®n de moverse entre los mejores.

A pesar de lo escrito, merece la pena aguantar a este personaje insufrible creado por el sueco Jonas Karlsson ¨Cquien ha confesado que tiene defectos suyos llevados al extremo¨C en la novela La habitaci¨®n (Salamandra). A partir de la p¨¢gina 55 nos daremos cuenta de que nuestro narrador no es de fiar. Y ah¨ª empezar¨¢ lo bueno.

Entre el ascensor y los lavabos, Bj?rn descubre un despacho que nadie utiliza. Y que ¨¦l empieza a frecuentar en sus escasas pausas. Cuando entra, le invade una ¡°relajaci¨®n embriagadora¡±. Todo un hallazgo. Hasta que aparecen las complicaciones: donde ¨¦l ve un cuarto, los dem¨¢s ven tan solo una pared. Cuarto, pared, cuarto, pared.

Evidentemente, el surrealismo se instala en la anodina oficina n¨®rdica. Se suceden delirantes asambleas, desencuentros varios y, en definitiva, conflictos laborales que a casi todos resultar¨¢n familiares. ?Existe o no existe la habitaci¨®n? ¡°La gente estrecha de miras no ve el mundo tal como es. Solo ve lo que quiere ver¡±, piensa Bj?rn. Y qu¨¦ m¨¢s da, piensa el lector, ?a qui¨¦n no le gustar¨ªa disponer de un refugio as¨ª en la oficina?