Flechazo
Las primeras felicitaciones comerciales de San Valent¨ªn se introducen en 1855, en Reino Unido. Feliz d¨ªa. (Prot¨¦janse)
Ella conoci¨® la flecha. La hiri¨® un desconocido, entre ¨¢rboles y libros. Estaba anunciado, en un cartel. Hac¨ªa calor, el parque reluc¨ªa y ella estaba muy expuesta. Demasiado. (Hac¨ªa poco que hab¨ªa vuelto a creer en el futuro). ?l surgi¨® de la nada, aparentando inter¨¦s en los libros. Le dedic¨® uno. En el instante de peligro, toda fiera debe decidir: fight or flight (lucha o huye). Lo sensato era flight, por supuesto, pero ?qui¨¦n habla de sensateces en San Valent¨ªn?
Entre tantas historias, cay¨® fascinada por la suya: hijo de una faraona y un donju¨¢n. Quiso reconocer en ¨¦l a un personaje y le invit¨® a serlo: el constructor de laberintos. (Pens¨® que as¨ª saldr¨ªan indemnes). Iniciaron una aventura, se bautizaron con exquisitos nombres secretos, encendieron el mundo. Ella sinti¨® la gloria del cielo danzando en su ¨²tero. El universo en expansi¨®n. El amor, cari?o, al alcance de un beso, cantan los Stones. ?l insisti¨® en d¨¢rselo. Sus manos nudosas, llenas de significados, acerc¨¢ndose. Aliento de tallos y flores. As¨ª entraron en el invisible palacio de los sue?os. Atravesaron fronteras intangibles, am¨¢ndose sin verse. Noche tras noche, ¨¦l la convocaba en su chaise longue. (Hab¨ªa otro lecho; luego lo supo). Por ¨¦l, hubiera hecho cualquier cosa. Amarle, cuidarle, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. Siempre. ?Conocen mejor modo de burlar a la muerte?
?Alas de Cupido! Destello inevitable del rayo que habita sus cuerpos. Leones prisioneros, hijos del desierto. No love. Tormenta interior. La enfermedad ha vuelto. Es incurable. Los flechazos peliculeros ocurren. Sin cobijo en el div¨¢n psicoanal¨ªtico, ella reza para que el primero sea el ¨²ltimo. Se deja acompa?ar por las imperfectas deidades griegas, vuelve al mito: perdida Psych¨¦, desespera el alma buscando a Eros-Cupido. Contra la vileza, redoble, convulsi¨®n y desplante. Ninguna celosa matrona podr¨¢ con ella. (Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia¡).
Mientras, yo, recostada en mi voluptuosa otomana de leopardo, devoro La literatura es mi venganza, de Magris y Vargas Llosa. Aconsejan lealtad a nuestros demonios. Largo vuelo. Realidad y espejo. Ahora lo entiendo. Sin ¨¦l, ser¨ªa una piedra cayendo por un precipicio. (Las fieras salvajes, heridas, son peligrosas). Excitaci¨®n, riesgo y sacrificio. La guerra, cari?o, al alcance de un escrito.
Ah s¨ª, se me olvidaba decirles: las primeras felicitaciones comerciales de San Valent¨ªn se introducen en 1855, en Reino Unido. Feliz d¨ªa. (Prot¨¦janse).
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