Las meninas (holandesas) desfilan en el Rijksmuseum de ?msterdam
La sala expone casi un centenar de vestidos emblem¨¢ticos, desde el Siglo de Oro hasta el dise?o sesentero de la serie Mondrian, de Yves Saint Laurent
¡°?Lo reconoce? Es un dise?o de Balenciaga elaborado en tafet¨¢n de seda,¡±, dice Bianca du Mortier, conservadora de la colecci¨®n de vestidos del Rijksmuseum, de ?msterdam, indicando un modelo negro de c¨®ctel que perteneci¨® a una dama de la alta sociedad holandesa. El centro posee una colecci¨®n de 10.000 trajes y accesorios fechados entre 1600 y 1900, y ha reunido casi un centenar en una muestra titulada Catwalk (Pasarela), abierta hasta mayo. No es una met¨¢fora facilona, porque la pieza del espa?ol est¨¢ montada, junto con otras del siglo XX, sobre maniqu¨ªs que giran lentamente ante el espectador, acomodado en la primera fila de un desfile de excepci¨®n. En medio de una aut¨¦ntica fiesta de seda y bordados, puede seguirse luego la evoluci¨®n de la silueta femenina, desde los escotes estilo imperio y los cors¨¦s, a la liberaci¨®n de la minifalda dedicada por el modisto franc¨¦s Yves Saint Laurent al pintor Mondrian.
Tal vez la ropa actual marque m¨¢s tendencias que clases sociales, pero en el Siglo de Oro, solo el conde Hendrik Casimir I de Nassau pod¨ªa permitirse un impecable calzoncillo de lino, ¡°lavado por los sirvientes incluso en plena campa?a militar¡±. Los nombres de estos primeros sastres, costureras (y abnegadas lavanderas) no han pasado a la historia, pero uno de sus trabajos tiene apellido propio. Es el vestido m¨¢s voluminoso de Holanda, fabricado para la boda de Helena Slicher, una plebeya que se cas¨® en 1759 con un bar¨®n. ¡°En realidad, ni siquiera su reci¨¦n adquirido estatus social permit¨ªa algo tan espectacular. Es lo m¨¢s parecido a la ropa de las meninas espa?olas. Muy dif¨ªcil de llevar, y maravilloso en su ejecuci¨®n¡±, dice Du Mortier, que se?ala luego un vestido dorado. ¡°En Holanda, este modelo era para la nobleza. En Francia, su estampado de grandes motivos se consideraba tela de cortina. Cara, pero cortina¡±.
La colecci¨®n del museo se ha formado gracias a donaciones de los due?os de los vestidos. Monarcas incluidos. Por eso presume de la bata de seda japonesa de Guillermo III de Orange, rey de Inglaterra en el siglo XVII, a la vez que estat¨²der (gobernador general) de las Provincias Unidas de los Pa¨ªses Bajos. ¡°En su d¨ªa, era violeta, aunque ahora parece dorada. Imag¨ªnese c¨®mo deb¨ªa imponer con este atuendo intenso y de un tejido excepcional¡±, apunta la conservadora. En la pasarela solo hay vestidos del siglo XX para que las vibraciones no desprendan los adornos. En una sala contigua, por el contrario, destaca un grupo de piezas a partir de 1800, que evidencian la evoluci¨®n de la silueta femenina. En particular el cors¨¦, que tambi¨¦n abandon¨® la cintura de avispa. ¡°Se trataba de que ellas caminaran con gracia evitando movimientos bruscos¡±. A cambio, la hechura era preciosista y los detalles y accesorios interminables.
Para mostrar la liberaci¨®n de la r¨ªgida vestimenta femenina del pasado, Erwin Olaf, el fot¨®grafo holand¨¦s encargado de la escenograf¨ªa, ha metido en un marco gigantesco el ¨²ltimo vestido expuesto. Pertenece a la serie dedicada por Yves Saint Laurent a la pintura geom¨¦trica de Mondrian, y semeja un altar laico. ¡°Quer¨ªa conmemorar la vida, la revoluci¨®n sexual y la igualdad de derechos cantadas por la generaci¨®n de los a?os sesenta¡±. Conocido por sus campa?as publicitarias para marcas como Microsoft, Nokia o Levi?s, Olaf acept¨® el encargo porque le parec¨ªa un reto ¡°darle movimiento a un trabajo en tres dimensiones, yo que vengo de la fotograf¨ªa¡±, reconoce.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.