Las palabras del Papa y la sordera de la curia
La condena verbal de la pederastia no es suficiente. Ya es necesario pasar a la denuncia
Hace unos d¨ªas, el cardenal Leonardo Sandri, que es argentino como el Papa pero menos fan¨¢tico de la austeridad, emple¨® uno de los Mercedes que han sobrevivido al Plan Renove de Jorge Mario Bergoglio para acudir a un acto oficial. Al regresar, un desconocido hab¨ªa aprovechado la capa de polvo sobre los cristales del veh¨ªculo para escribir con un dedo: ¡°Estos coches no le gustan al Papa¡±.
La an¨¦cdota, contada la otra noche por un prelado con esa sonrisa que se les dibuja cuando hablan de otros prelados, puede servir para ilustrar que el mensaje de Francisco ha calado en el pueblo llano mucho antes que en la curia. Este papa, guste o no, habla claro, y por tanto nadie ¨Cni siquiera ¨¦l¡ª podr¨¢ alegar que no entendi¨® su mensaje.
Durante el vuelo de regreso de Cuba y M¨¦xico, Bergoglio volvi¨® a someterse a las preguntas de los periodistas, sin conocer de antemano ni qui¨¦n ni qu¨¦ se le iba a preguntar. Ya se sabe lo que dijo sobre la actitud poco cristiana de Donald Trump o sobre el posible uso de anticonceptivos para protegerse del virus del zika, dejando claro a la vez que la Iglesia nunca contemporizar¨¢ con el aborto. Tambi¨¦n declar¨® que la Conferencia Episcopal Italiana, acostumbrada a ser la salsa de todos los guisos, no debe interferir en el actual debate parlamentario sobre las uniones civiles.
Mensajes todos ellos que dejan claro que Bergoglio es un papa sin agenda ni compromisos, cuyos discursos m¨¢s beligerantes, adem¨¢s, suelen estar dirigidos a sus obispos y cardenales, tal vez porque siguen siendo los m¨¢s duros de o¨ªdo en cuestiones tan graves como la pederastia. Durante el vuelo de regreso, Francisco les volvi¨® a dejar claro delante de todo el mundo que los abusos a menores son un crimen horrendo que no se puede cometer ni tampoco encubrir.
Un dedo inocente ha escrito sobre la conciencia de la Iglesia: ¡°Estas cosas no le gustan al Papa¡±. Si la sordera persiste, a Bergoglio no le puede quedar otra opci¨®n que llamar a la polic¨ªa.
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